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Ícaro Feijóo

Alberto Núñez Feijóo con el contrabandista Marcial Dorado / El País

Suso de Toro

La política es peligrosa, como la energía nuclear. Maneja potencia pero es tóxica y explosiva, igual alimenta luces y máquinas que vierte residuos tóxicos o explota y lo destruye todo. Por otra parte, sus protagonistas perecen abrasados a menudo. Es el caso de Alberto Núñez Feijóo. Arde en una pira que él mismo levantó, pues llegó a la Xunta con una campaña de falsedades e insidias que quedó reflejada en aquella famosa fotografía del candidato entonces del BNG, Anxo Quintana, a bordo del yate de un empresario.

La fotografía era de antes de tener un cargo, y que se sepa era un empresario de negocios honrados. Aquella foto sirvió para que el Bloque perdiese un diputado decisivo que pasó al PP en la provincia coruñesa, donde se leía el periódico que aireó aquella foto. Con aquella foto de un viaje en yate se subió a la Xunta. Ahora otra foto parecida lo está derribando.

Lo que vive Feijóo es una quema en público. Esas fotografías arden, y todos contemplamos el espectáculo, unos con regocijo y con pesadumbre otros, pero indudablemente es una situación terrible para cualquiera. Es terrible pero no cruel, pues las fotos son reales y si Feijóo no tiene nada que ocultar debe defender con naturalidad su actuación.

Crueldad sería si las fotos fuesen un montaje para construir esas escenas, pero no lo son. Y es evidente que tiene muchas cosas que ocultar en torno de lo que informan esas imágenes, aunque él afirma que cuando se tomaron, siendo un hombre en la treintena y con un cargo de Director Xeral en la administración pública, era torpe e ingenuo y desconocía con quien veraneaba y viajaba por el mundo.

En su comparecencia pública pidió que se le creyese que desconocía quién era el propietario del yate, mansión y otras utilidades que disfrutó, pero en Galicia es imposible ser tan crédulo porque lo sabíamos todos: lo sabía la policía, los jueces y fiscales, los guardias de prisiones, los presos, los lectores de la prensa diaria, los espectadores de informativos... Nos pide mucho, no le podemos conceder que un hombre tan torpe e ingenuo fuese ya entonces Director Xeral y llegase a presidir la Xunta. No dice la verdad.

¿Qué oculta entonces?, ¿qué ocultó estos años? Eso lo sabe él, pero hay cosas que aunque parezca mentira eran públicas, las sabía todo el mundo, pero no se decían en voz muy alta. La aparición ahora de estas fotos de colores brillantes nos recuerda la sospecha de que Alianza Popular, el partido de la derecha antes de denominarse PP, supuestamente recibió dinero de los contrabandistas de tabaco. Incluso la prensa de entonces publicó informaciones sobre las relaciones entre Fraga y los clanes, incluida una reunión en Portugal del presidente de la Xunta de entonces, Fernández Albor, con los contrabandistas huidos de la justicia española.

Imagino que esas cosas son presuntos delitos, pero nunca fueron investigadas entonces. Ahora habrán prescrito, pero esas relaciones son las que retratan esas fotos con toda naturalidad, la conexión entre un partido y un sector de la delincuencia.

En aquel momento, esas escenas de convivencia y complicidad entre contrabandistas y políticos eran lo más natural en la Galicia de Fraga. Todo el mundo lo sabía, una buena parte de la sociedad lo aceptaba y los poderes políticos y judiciales que podían y debían hacerlo no lo perseguían.

En el relato que hizo Feijóo de cómo entró a relacionarse con Marcial Dorado, el condenado por narcotráfico, aparece un personaje ya fallecido pero que puede ser la clave: dice que fue un chófer de distintos conselleiros quien le presentó a Dorado. El tal chófer murió en accidente de circulación que en su día la prensa calificó de “extraño”. Una y una son dos, sumen ustedes y podrán escribir el guión de su propia película de delincuentes y corrupción.

Sin duda este incidente es un grave tropiezo en su carrera política. De hecho, debería dimitir de su cargo inmediatamente y pedir disculpas a la sociedad gallega pues la engañó haciéndole ver que era una persona distinta de la que verdaderamente es. Pero, aunque nos cueste verlo, muchas situaciones que son verdaderamente indeseables en realidad nos las hemos buscado, nuestro destino en gran medida va en el carácter.

Feijóo es un hombre inteligente, listo y ambicioso salido de un pueblo, un muchacho de una familia modesta, como somos tantos, que hizo una carrera política meteórica y que en los últimos tiempos destacó un perfil de hombre fuerte y con futuro en el partido, un activo sucesor de Rajoy. Todo eso se ha malogrado, simplemente, porque lo alcanzó su propia vida. Quiso ser quien era, ese hombre joven en bañador a bordo de un yate, pero también un político de éxito, el presidenciable. Dos personajes que se contradecían.

Al final, el joven del yate emergió de las sombras, quedó al descubierto por esas fotos brillantes y se le cruzó en el camino al presidenciable, que tropezó y cayó.

Feijóo dio a entender, suele dejar caer las cosas, que la culpa era de los socialistas. Pero porque le conviene más: sería feo reconocer en público que lo liquidan enemigos dentro de su propio partido. Cosa que sería creíble, pues en los últimos tiempos se ha destacado como hombre sin mancha que denunció la corrupción de Bárcenas -“me repugna”, sentenció- y también se ha distanciado de la corrupción en su propio partido arguyendo que en aquel tiempo él no estaba afiliado. Ese desmarque imprudente no pudo agradarle a nadie en el PP.

Aunque no sabemos lo que le agrada o no a ese partido, pues el PP ha pasado a la clandestinidad desde hace semanas, no hace ruedas de prensa y el presidente del Gobierno tampoco responde preguntas desde hace tiempo. Todos hablamos de las fotos de Feijóo pero, ¿qué pensarán esas otras cabezas tan enmudecidas?

Una excesiva velocidad y un punto de soberbia subieron a Feijóo a esa pira ardiente. Y alguien lanzó unas fotos para que ardiese. Quién sabe si una vieja amistad que se siente traicionada.

Rajoy se fue a Madrid a los toros y a hacer todo tipo de méritos para un día llegar a presidente, Feijóo pretendía hacerlo desde Galicia, saltándose los grados y los ritos y eso nunca podría suceder. El futuro candidato de la derecha saldrá de donde debe salir, de la Corte. Sea como fuere, el joven ambicioso que quiso volar hasta el sol se abrasó las alas.

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