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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Llegan los incendios climáticos: el Armagedón de las cenizas

Una mujer habla por teléfono en medio de varios coches quemados en Mati, al este de la capital griega

José Luis Gallego

Los testimonios de quienes han logrado sobrevivir a la violenta oleada de incendios forestales en Grecia son sobrecogedores: “Todo estaba en llamas, todo: árboles, casas, coches”, “era el propio aire lo que ardía: al respirar te quemaba la nariz”, “huimos hacia la playa y al volver todo había desaparecido, solo quedaban cenizas”.

Hay más de ochenta víctimas mortales y centenares de desaparecidos. Las llamas han arrasado centenares de edificios, infraestructuras y equipamientos. El bosque ha desaparecido para siempre en amplias zonas del país, pues difícilmente volverán a verse cubiertas de árboles.

Los que han logrado escapar de las llamas alertan de que éste no era un incendio “normal”. Su testimonio coincide con el de quienes sobrevivieron a los grandes incendios del año pasado en Chile, California, Australia o Portugal.

Según los expertos, estamos ante una nueva generación de incendios forestales. Son los incendios del cambio climático: mucho más virulentos, con más capacidad de destrucción.

El cambio climático está provocando sequías cada vez más severas y recurrentes, disparando las altas temperaturas y extremando los procesos de estiaje en el bosque, lo que, unido a la aparición de nuevas plagas forestales, debilita las arboledas y las hace mucho más vulnerables.  

Más allá de su origen -de si han sido provocados intencionadamente, por una imprudencia o tienen una causa natural-, las llamas se extienden a mayor velocidad, logran alcanzar frentes de decenas de kilómetros y resultan imposibles de extinguir con los métodos y el conocimiento que hemos venido utilizando hasta ahora.

Hace un tiempo tuve oportunidad de entrevistar a uno de los mayores expertos en gestión de incendios a nivel europeo: el bombero catalán Marc Castellnou, ingeniero forestal y jefe de los GRAF, el grupo de élite de los Bomberos de la Generalitat de Catalunya. Según él, la mejor herramienta para combatir los nuevos megaincendios del cambio climático son los viejos incendios de baja intensidad: los de siempre. 

Para Castellnou, la obsesión por apagar cualquier incendio a la primera llama de cambio está provocando una situación paradójica en el monte: el exceso de bosque. Porque el aumento de la superficie forestal no es siempre una buena noticia. Especialmente en el bosque mediterráneo.

Antes, quien tenía un bosque en España tenía un pozo de petróleo. Madera, leña, carbón, resina, corcho: el bosque era el mayor yacimiento de empleo, fijaba población rural y tiraba de la economía en las comarcas forestales. Hoy toda esa actividad, ejemplo de desarrollo sostenible y economía circular, ha desaparecido. Y con ella la gente que usaba, limpiaba y cuidaba el monte. Pero la energía sigue ahí, acumulada en forma de combustible vegetal y lista para arder a la prima chispa. Y el cambio climático es el mechero.

El calentamiento global está convirtiendo los bosques del planeta en un inmenso pajar. Lo que ocurre estos días en los países escandinavos nos demuestra que nadie está a salvo. En Suecia están batiendo todos los récords de altas temperaturas. Por encima del Círculo Polar Ártico, donde en verano suelen mantenerse a 15 grados, están alcanzando el doble de temperatura. Como consecuencia, el país sufre la mayor oleada de incendios de su historia: casi un centenar en lo que llevamos de verano. Y no saben cómo apagarlos.

Si queremos salvar nuestros bosques debemos volver al bosque para explotarlo de manera sostenible, respetando la naturaleza y conservando su biodiversidad. Es hora de retirar y aprovechar todo ese combustible que está a punto de arder antes de que lo aproveche el próximo megaincendio y convierta nuestros bosques en un inmenso cenicero.

Hay que impulsar el aprovechamiento de la biomasa forestal como fuente de energía renovable. Hay que devolver el protagonismo a los ingenieros forestales: ellos están mejor preparados que nadie para recuperar nuestros bosques y hacerlos productivos. Hay que devolver la dignidad a nuestros agentes forestales y medioambientales, que llevan años alertándonos del alto riesgo de incendio al que nos enfrentamos. Ellos son nuestros ojos y nuestras primeras manos en el bosque.

Y hay que escuchar muy atentamente a los expertos que, como Marc Castellnou, señalan la necesidad de integrar el incendio forestal de baja intensidad en nuestra cultura y entenderlo como una herramienta eficaz para prevenir los megaincendios, esos nuevos incendios climáticos que están dando vida al gran Armagedon de las cenizas por todo el planeta. 

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