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Mariano se inventa España y la salva

El presidente del gobierno, Mariano Rajoy. / Efe

José María Calleja

Posiblemente Rajoy no esperaba el discurso contundente y achicándole los espacios que le ha lanzado Pedro Sánchez. Me ha dado la sensación de que Sánchez ha conseguido sacar a Rajoy de sus casillas. Si no, no se explica el tono desabrido, irritado, con palabras encendidas del presidente.

El afán de ninguneo del secretario socialista se manifestó desde el principio, cuando Rajoy ni siquiera miraba a la cara a Pedro Sánchez mientras este le golpeaba como responsable del destrozo económico y le vinculaba a la corrupción en B de su partido. Mientras Sánchez le atacaba mirándole a los ojos, Rajoy no levantaba la cabeza y leía lo que traía escrito de casa para contestarle, pensando quizás que Sánchez diría otras cosas. Sánchez cometió el mismo error en su segunda respuesta, leer algo previamente escrito, sin contestar a lo que decía Rajoy.

Las palabras de Rajoy estaban guiadas por la línea argumental de despreciarle, de negarle el derecho a hablar de nada y de regodearse con la herencia recibida, a pesar de que estamos ya en el último cuarto de la legislatura.

La intervención inicial de Rajoy parecía hablar de otro país. Cuando hace unos días Cayo Lara le describió los problemas de España, Rajoy respondió: “Me habla de un país que no conozco”. Y así quedó claro en su intervención de la mañana. Parece que habla de otro país. En la España imaginada por Rajoy todo son buenos datos, todo va bien; se ha salido de la crisis, se crece, ¿dónde?, por doquier, parece responderse a si mismo.

Hace tres años España naufragaba y llegó Mariano salvador gaviota y le dio la vuelta a todo; ahora manan leche y miel por las calles de la España que Mariano ensueña. Me imagino la sensación indignada y alucinatoria que habrán tenido miles de españoles al contrastar las palabras de Rajoy con la realidad de su vida diaria. Esta todo tan bien que Rajoy dedicó ¡sólo dos minutos! a hablar de la corrupción, y eso a pesar de haber reconocido que es un asunto que escuece a los españoles. Hablo casi nada Rajoy de corrupción y lo hizo en términos de hemos hecho lo necesario para que no vuelva.

La apoteosis de ese país imaginado llegó cuando Rajoy dijo que habíamos salido de la crisis sin el más leve recorte del Estado de bienestar. Nacionalista perdido, vinculó sus éxitos con los de los españoles y dijo que negarlos era negárselos a los españoles.

Al prometido ritmo de medio millón de puestos de trabajo al año, hasta llegar a los tres, Rajoy vino a pedir a los españoles que le voten no ya para las próximas generales, casi también para las siguientes. Tres millones largos de puestos de trabajo es lo que habían prometido (González Pons) para esta legislatura.

Hizo Rajoy unas cuantas promesas, como quien vende billetes a bajo precio en el último minuto, algunas lloviendo sobre mojado de incumplimientos anteriores.

Rajoy introdujo en el hemiciclo a quienes no estaban, dio una cornada al brillante economista de Ciudadanos, Luis Garicano, al que le han colgado el sambenito –falso– de haber pedido el rescate, creyendo que taparan así el boquete de votos que se le ha abierto y se puede ensanchar del PP a Ciudadanos. Citó al líder de Podemos, expresamente y de manera elíptica, por facilitar que le quite votos al PSOE. No citó, ni por su nombre, ni por su cargo, a Bárcenas.

Las sonrisas extrañas, autosatisfechas –como diciendo, mira lo que he dicho– con las Rajoy remataba alguna de sus propias expresiones me han llamado la atención como reflejo de un estado de nerviosismo.

Sánchez entró en tromba, golpeando con acusaciones y muy entonado, sabiendo que para él era una cita decisiva. Creo que salió airoso. Cometió el error de llevar una replica escrita y no estuvo rápido para echarle en cara a Rajoy que hiciera lo propio.

Alberto Garzón tuvo una intervención contundente, brillante y muy dura contra Rajoy. La acusó de cargarse el estado de bienestar creado en España desde el fin de la dictadura y le dijo que no vivía en la realidad. Mariano le contestó contándole su vida, en sentido estricto: las ciudades en las que vivió, donde estudió, donde hizo la mili… Se hacía difícilmente soportable seguir escuchando.

No sabemos cómo será el debate del estado de la nación del próximo año, pero seguro que será muy distinto de este.

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