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Rajoy quiere que Grecia se vaya a negro, cree que así ganará las elecciones

José María Calleja

Se frota las manos Mariano Rajoy con la ansiada posibilidad de que Grecia se vaya al garete. Dice con fruición, a pesar de la canícula, que ojalá haya referéndum, que ojalá lo pierda Tsipras y así su gobierno se irá a negro y él ganará las elecciones. Rajoy es el único presidente de los países de la UE que dice que estaría feliz porque el gobierno de uno de los Estados que la integra se pegue el batacazo.

Se ha comprado Rajoy una pértiga que le permite ir del deseado fracaso de Tsipras a endilgárselo a Podemos y de ahí a Pedro Sánchez y los socialistas, por pactar con ellos para desalojar al PP de ayuntamientos y comunidades. De manera que cuanto más destrozo tenga Tsipras, más siente Mariano que puede ganar las elecciones por destrucción de una alternativa a la que no hace más que promocionar a base de denostar, Podemos, y a un PSOE al que ha pasado de despreciar, a seguir despreciando pero con el temor de que le pueda derrotar en las elecciones. Sólo, o en compañía de otros.

Se deleita Rajoy, como diciendo, ¡qué listo soy!: si Grecia se hunde, yo gano; cuánto peor les vaya a ellos, mejor le irá al PP, por hundimiento contagioso de los que me quieren sustituir.

No parece pensar el todavía presidente del PP que si a Grecia le va mal, le acabará yendo mal a Portugal y a España, que, por ejemplo, exporta más a este país vecino que a China, sin ir más lejos.

Ya le ha dicho Aguirre a Mariano que con el voto del miedo no es bastante --si lo sabrá ella, que a base de sembrar pánico puso en órbita a Manuela Carmena--, que hace falta una política que entusiasme a los peperos y, antes, una refundación del PP que se lleve por delante a Rajoy, aunque esto último no lo dice explícitamente Esperanza.

Y en estas llega Aznar con el caloret, con sus FAES y su suficiencia, con su puesta en escena dolida, con sus frases apocalípticas, y en cada piropo que le dedica a Sarkozy se lee su desprecio concienzudo a Rajoy, su hartazgo ante la reiterada tarea de ponerle deberes que su designado sucesor no cumple.

Es significativo que cada vez que aparece Aznar no diga ni una palabra de la gigantesca corrupción que se creó, fomentó y llegó al cénit cuando él gobernaba, véase la lista de bodas de su hija escurialense. Y que frente a ese silencio ominoso, Aznar no pare de ponerle deberes al vago de Rajoy: refundar el partido, recuperar la ideología, no traicionar a las víctimas del terrorismo, no subir impuestos… ¡Qué bellaquería!, piensa Aznar cada vez que habla de Rajoy. Hay que recordarle : José María ¡le pusiste tú!

A pesar de las cuatro derrotas electorales cosechadas en un año, el PP no parece darse por enterado de que una parte de su otrora fiel electorado tiene un gigantesco cabreo con el partido y con Mariano; que prefieren quedarse en casa o votar a Ciudadanos antes que apoyar a un partido en el que han dejado de creer, ante un presidente al que rechazan de forma contundente.

Rajoy no contesta a Aznar. No lo cita, hace como que no escucha sus preguntas envenenadas, simula que no se da por enterado de los piropos a Sarkozy, que son el reverso del desprecio aznarista. Mariano se centra en el raca raca de que Syriza , podemos y el PSOE son lo mismo, brama para que le voten a él.

García Tejerina, una ministra de la que hasta ahora no sabíamos cuál era su timbre de voz, se acaba de estrenar diciendo que “las urnas son peligrosas”. Esto después de haber decidido que la mala comunicación era uno de los problemas del PP.

Menos mal que Rajoy ha demostrado sus inefables dotes de estratega, su inconmensurable manejo de los tiempos y los silencios, ¡cómo ha resuelto la crisis de Wert! “Jefe, que me quiero ir con mi chica. Pues vete Wert, vete, que la vida son momentos”. Después de Napoleón, no se conoce nada igual.

Que Rajoy piense que para ganar él, antes se tiene que hundir Grecia, refleja su catadura y su incompetencia.

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