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Mr. Marshall en el Reino de Borboña

Suso de Toro

A veces veo muertos. Y están muy vivos, los cabrones, pero nadie me cree. Me dicen que el franquismo está muerto y enterrado, que ya es pasado, pero sintonizo las cadenas de televisión y escucho lo que dicen presentadores y comentaristas y dicen lo de siempre. España viviendo una jornada perpetua.

Esta semana pasada acabo de ver y oír lo mismo que oía por la radio y luego vi por televisión cuando era niño. Estos días pasados volvieron a emitir un NO-DO que celebraba que el Jefe del Estado recibía a un Presidente americano y paseaban en el Rolls-Royce de siempre, el que regaló Hitler. Los mismos comentarios, el mismo paletismo arrastrado, la misma miseria moral, la misma abyección servil. No puedo creer que el franquismo esté muerto, sigue aquí pero en vez de ser en blanco y negro se vistió de colorines. Veo toreros y futbolistas, la llegada de los millones de turistas que buscan “nuestro sol y nuestra alegría”, el mismo odio al comunismo y el separatismo... Sólo echo en falta los denuestos contra los masones, pero estoy seguro de que Franco está en el mismo palco con su compinche Santiago Bernabéu.

Aunque no todo está igual, claro. Por ejemplo, unos años después de morir el Jefe del Estado había muchos españoles que repudiaban las bases americanas que suponían una ocupación militar y en contra de la OTAN, pero esa gente desapareció. ¿Dónde van aquellos millones de personas? ¿Hubo una limpieza étnica por motivos ideológicos? ¿Los deportaron? ¿O se entregaron a los encantos de New York y California? ¿O, simplemente, se han quedado sin expresión política porque sus opiniones eran “viejas”?

En eso tuvo un papel determinante Felipe González. No entendimos en su momento a que venía aquella frase sin contexto aparente “Prefiero morir apuñalado en el metro de Nueva York que vivir en las calles seguras de Moscú”. El odio a Rusia nos era familiar pero no comprendíamos a qué venía a cuento lo de desear morir a cuchilladas, tanto era su amor por los EE.UU. En realidad, aquello encerraba una consigna para nosotros y hacía visible lo que nos era inadvertido, el programa político e ideológico que se estaba realizando por debajo: la aceleración del proceso de colonización cultural que ahora es una realidad. La hegemonía absoluta de la ideología colonialista norteamericana sobre una sociedad entregada.

Hace unos días se ha paseado por territorio español y por territorio ocupado militarmente un presidente a punto de jubilarse, fue festejado con un entusiasmo absurdo por sus lacayos locales y únicamente hubo una manifestación en Sevilla contra el representante de un Tratado de Comercio colonial y de una potencia que en los últimos años ha ocupado completamente toda Europa y que con su OTAN lleva a cabo un cerco y una agresión continua a Rusia.

Por aquí hubo una vez un político que no se levantó al paso de las tropas estadounidenses que desfilaban por la capital del estado, pero eso ya pasó. Como repitieron Rajoy y sus ministros, esa etapa en las relaciones entre los dos estados ya está superada, ya se han “reconstruido” las relaciones de sumisión sin reparo alguno. Sigue gobernando el mismo político que defendió en el parlamento el ataque a Irak, Rajoy. El que por encargo de Aznar dejó en acta parlamentaria, sin que nadie lo recuerde ahora, que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva.

Efectivamente, esto no es una república bananera, es un reino platanero, la España de Borbón, Borboña. Obama volvió a su modélico país, faro a imitar, con su jamón y su suscripción al canal de televisión “Gol”. Y se marchó asombrado, nunca antes en sus años de presidencia había tenido la oportunidad de pasar revista en un cuartel norteamericano instalado en una colonia a tres políticos “de la oposición”. Se presentaron, se cuadraron y saludaron, tras orden de “descanso” los escuchó amablemente unos minutos. ¿Los cachearon antes de entrar al besamanos? Cuando Eisenhower confirmó a Franco y su régimen en el año 1959 no fue tan humillante, el canalla solo se humillaba él para conservar el poder pero esos políticos representan a buena parte de la ciudadanía española. Lo que es definitivo en esta estampa es que a los catalanes y vascos el Rey no les reconoce esa nacionalidad, son intrusos en su reino de Borboña, y los dejó aparte.

No hace falta haber votado a alguna candidatura presidida por esos políticos para sentirnos igualmente humillados. No crean que existe el grado cero del vacío político y la falta de dignidad, aquí se baten marcas continuamente.

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