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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

España y sus lobos

Abascal advierte: "Sin Vox no habrá gobiernos alternativos a la izquierda"

Elisa Beni

“Hitler se volvió loco en el 43 (...) Quiso mandar a los heridos a Bayreuth para que vivieran sus propias epifanías wagnerianas”

Alex Ross, El ruido eterno

Amo la música clásica a pesar de Prokofiev. Sí, Prokofiev estuvo a punto de matar mi incipiente afición. Nunca he llegado a comprender por qué en los colegios franquistas usaban con aquella fruición a Prokofiev para iniciarnos en la música sinfónica. Ya ven, la composición Pedro y el Lobo se la encargaron al camarada Prokofiev en 1935 desde el teatro central de Moscú y, con toda su pedagogía musical, Pedro es un joven pionero soviético, una organización creada por Lenin. Que digo yo que las monjas no debían saber de dónde salían aquellas flautas y aquellos oboes. Prokofiev y un joven leninista en pleno franquismo. El vinilo estaba en toda clase de música de primaria que se preciara. Lo que hay que oír.

Aun así quedaba claro, y grabado en el espíritu. que al lobo lo representaban tres trompas que te metían el miedo en el cuerpo, pero de verdad. Cuanto mejor hubieran hecho poniéndonos la Dance of the Knights de Romeo y Julieta. Pero a lo que íbamos es a ver si aguzamos el oído y nos damos cuenta de cuándo entran las trompas en nuestro espacio democrático, porque estoy convencida de que la banalización de la llegada del lobo sólo sirve a los intereses de éste y que tanto darle a las trompas y hacerlas entrar a trío en cada ocasión sólo hará que el aviso real y tonante que un día debamos hacer a los ciudadanos caiga sobre un inmenso vacío y sólo nos deje el silencio.

Últimamente veo que las trompas del lobo se hacen resonar a cada momento. Que cada vez más políticos hinchan los carrillos para llamar a su propio lobo, sin que ningún argumento racional les asista, que otros pretenden que el lobo ya nos ha devorado como democracia y como nación mientras resuena el viento y ya el pueblo se atruena y se acostumbra y convive con la fanfarria sin que vayamos a poder despertarlo ni tocarle a rebato cuando menester sea. Tanto habremos dicho que el lobo llega que, ya saben, nadie querrá oírnos mientras está a punto de devorarnos.

Es importante, decisivo diría yo, que lleguemos a un fuerte consenso sobre quién es el lobo y, sobre todo, sobre cómo y cuándo vamos a alertarnos para tomar medidas de protección contra él y cuáles será esas medidas. Nos va en ello la supervivencia. Me estoy cansando tanto de oír comparar a la democracia española con Turquía o incluso, madre de dios, con China como de escuchar lo peor de Prokofiev.

No, España es una democracia consolidada y llena de problemas. España, como el resto de las democracias occidentales está sufriendo una crisis y los embates de aquellos que quieren usar el sistema para destruirlo. España tiene las tensiones comunes entre poderes, los deseos de unos de invadir a los otros, el empeño por deshacerse de los controles establecidos y tantas otras disfunciones que son el caballo de las democracias desde siempre y que están pasados ahora por el tamiz de las tecnologías y de la geopolítica del siglo XXI. Una democracia que está sometida a críticas generacionales, a agotamientos estructurales, a protestas y exigencias de los perdedores de la crisis y la globalización y a la influencia desmedida del poder económico cada vez en menos manos. No hay nada que suceda en España que no suceda en Francia, Alemania o Gran Bretaña. Con sus matices, si uno va a la esencia de los problemas y de las inestabilidades, hay esquemas y parámetros que se repiten pero en ninguno de esos países la democracia presenta encefalograma plano.

No, Sánchez no es el lobo que nos convierte en turcos. No, Rajoy y el PP tampoco son el lobo fascista que devorará la democracia, aunque hayan intentado magrearla y dejarla un poco más a su merced. No, la separación de poderes no ha muerto del todo, y mucho lo desearían muchos políticos, por mucho que lo anunciara Alfonso Guerra. Ni era cierto entonces ni es cierto ahora. No, no saquemos las trompas a pasear por este camino. No, no es cierto como claman los independentistas, que el Estado de Derecho español esté desmoronado y merezca una salida rápida y en tromba hacia un país nuevo. Y eso lo digo a pesar de ser muy consciente de los abusos y pisoteos de derechos que se han hecho por considerar que la razón de Estado y la sacrosanta unidad de España eran más importantes que el respeto a los principios y a las normas. No, eso es una mierda que tenemos que mejorar, pero no es el lobo. No toquemos las trompas, ni en catalán ni en vasco, porque no van por ahí las cosas. Poca broma con el lobo. En España el lobo no se llama ni PSOE ni PP ni Podemos ni ERC ni... en España el lobo tiene voz desde hace poco y debemos reservar toda la fuerza de los pulmones para bramar y detenerle.

No, España no es Turquía ni Hungría ni Polonia ni Venezuela ni siquiera la América de Trump... aún. Lo que si corremos es el riesgo de deslizarnos rápidamente por esa pendiente. Por eso hay que estar pendientes de los síntomas para tocar las trompas sólo cuando sea necesario. Que la ciudadanía sepa que si se da la alerta es con causa y no con demagogia. La periodista turca, represaliada, Ece Temelkuran expone clarísimamente esos pasos en su libro “Cómo perder un país Los siete pasos que van de la democracia a la dictadura”. Y ella no es una teórica, como pueda serlo yo, sino una superviviente. Para perder un país hay que: “crear un movimiento, trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje, apostar por la posverdad, desmantelar los mecanismos judiciales y políticos, diseñar tu propio modelo de ciudadano, dejar que ese ciudadano se ría del horror y construir tu propio país a tu medida”. Y todos sabemos qué piel lleva el lobo que cumple con estos asertos y con los que se contienen en “Como mueren las democracias” de Levitsky y Ziblatt o en “Algo va mal” de Tony Judt o en tantos otros que nos han marcado las señales de alarma. Esos son los momentos de tocar las trompas porque ahí sí que viene el lobo. El lobo viene además acechando con desprestigiar a Naciones Unidas y después a la Unión Europea para finalmente dejarnos sin dique de contención frente a su dentellada final.

Así que, por favor, dejad de decir unos y otros que esto es Turquía o que es China o que es... cualquier hipérbole falsa para contentar a vuestros electorados y a vuestros lectores. Dejad de escribir, los otros, que el nuevo gobierno que se diseña será Venezuela o será Bolivia... porque ese fin del mundo ya los escribieron los más mayores cuando Felipe se calzó 202 diputados y ni el mundo ni la CEOE se han desplomado y el Ibex sigue gozando de buena salud.

Que no suenen las trompas sino cuando sea necesario. Que suenen con tino y con raciocinio y no con emoción. Dejad de tronitronar catástrofes y dictaduras mientras. Todos sabemos quién es el lobo y si al PP se le ha olvidado bueno será un esfuerzo democrático por volvérselo a mostrar.

En caso contrario, el día que las conjuremos para salvarnos, el pueblo estará dormido, como los niños de mi clase con Prokofiev, y nos despertaremos en el vientre de la bestia.

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