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El PP, sin discurso para explicar el fin de ETA

Rosa Paz

El fin de ETA le está pillando al PP sin plan B. Sin un discurso alternativo a aquel que agitan desde su derecha interna dirigentes como el exministro Jaime Mayor Oreja, Esperanza Aguirre o el propio expresidente José María Aznar. Un discurso que ha acabado por provocar una grave crisis interna en el PP, ha llevado a la escisión de unos cuantos militantes pata negra –Ortega Lara, Vidal-Quadras, Santiago Abascal– y alienta ideológicamente a buena parte de las asociaciones de víctimas, que se sienten traicionadas porque el Gobierno no actúa conforme a lo que se esperaría de la machacona afirmación de que “ETA ha ganado, porque la izquierda abertzale está en las instituciones”.

Claro que el Gobierno no piensa que ETA haya ganado, sino todo lo contrario. Al menos, así lo admiten algunos de sus miembros en privado, e incluso a veces en público, aunque, como suelen aderezar sus declaraciones con una sarta de ambigüedades, es difícil sacar una conclusión clara. Pero cabe recordar, por ejemplo, que el propio Mariano Rajoy celebró como una gran noticia el anuncio del cese definitivo de la violencia de ETA y destacó que el abandono de la actividad armada se produjera sin mediar “ningún tipo de concesión política”.

Eso ocurrió el 20 de octubre de 2011, en las últimas semanas de gobierno de Zapatero, un mes antes de las elecciones generales que llevaron al PP a La Moncloa con una mayoría absoluta aplastante. Así que, de entonces aquí, Rajoy y su Gobierno han tenido tiempo de sobra para desarrollar un discurso diferente del que utilizaban para atacar a Zapatero y al proceso de paz de 2006.

No hay que olvidar, además, que han pasado más de dos años del anuncio de cese definitivo de la violencia, que el último atentado etarra, perpetrado como tal y que les costó la vida a dos guardias civiles, se produjo en julio de 2009 en Palma de Mallorca, y que el último asesinato fue el de un gendarme en Francia en marzo de 2010. Casi cuatro años sin matar, sin extorsionar, sin kale borroka y sin visos, afortunadamente, de que vayan a volver a hacerlo. Falta, claro, que anuncien la entrega de las ramas y su disolución.

Pero el Gobierno piensa –y así lo admiten en privado– que el final es irreversible, que no habrá más atentados. ¿De qué, si no, hubieran retirado las escoltas a las miles de personas amenazadas antaño?

El Ejecutivo no ha sabido, o no ha querido, sin embargo, hacer un discurso pedagógico que le ayudara a desandar tantas acusaciones falsas contra Zapatero, aquellas en las que se afirmaba, por ejemplo, que el entonces presidente había entregado Navarra a ETA. Rajoy, incluso, encabezó una multitudinaria manifestación en Pamplona con tan engañoso lema. Por no citar afirmaciones que le espetó en sede parlamentaria, como “ha traicionado usted a los muertos”.

En fin, frases con las que se buscaba el desgaste del Gobierno socialista, el aplauso de las víctimas y de sectores de la derecha político-mediática, y de las que no han sido capaces de regresar para trazar un relato público que se aproxime más a la realidad. Se deben de sentir maniatados por aquellas exacerbadas declaraciones, y es posible que también en esta cuestión se siga esa estrategia que se atribuye a Rajoy de dejar que pase el tiempo.

El tiempo pasa, ETA se está diluyendo y, sin embargo, un sector relevante de la derecha española cree más a Mayor Oreja que a un Ejecutivo que no ofrece una explicación razonable, ni razonada, de lo que está ocurriendo. Ni de la excarcelación de los etarras afectados por la doctrina Parot, ni de cómo la organización terrorista está dando pasos hacia su desaparición definitiva.

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