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PSOE octubre 2016: ¿necesita el PSOE un sastre o un estilista?

Miembros de la gestora del PSOE, presidida por Javier Fernández, presidente de Asturias.

Euprepio Padula

Cuando la crisis de un partido acaba de manera tan dantesca, caben todos los errores. Ningún conflicto en una empresa o partido puede acabar de una forma tan bochornosa si está dirigida por líderes competentes. Y en el PSOE ha habido una brutal crisis de liderazgo. Más que líderes se han visto 'antilíderes'. Esta crisis nace en el momento en el que Susana Díaz y otros barones deciden, en primarias, oponerse a Eduardo Madina. Y para ello utilizan a un desconocido, Pedro Sánchez, que provenía de la política municipal madrileña y que carecía de experiencia para ser elevado a una responsabilidad como la de secretario general. 

¿Buscaban los barones en 2014 un líder débil?

Este parecía ser el pensamiento de Díaz y quienes auparon al joven profesor de Economía a la Secretaría General. Creyeron que Sánchez iba a ser manipulable pero se equivocaron. Ya elegido, él 'se creyó su puesto' y empezó a mandar. Y a cometer errores notables. Se mostró como un líder autocrático basando su mando en la potestas y no en la autoritas. El ejemplo más claro de ello se produjo cuando el nuevo líder comenzó a separar a los dirigentes de su partido de los militantes y a crear una brecha con los votantes. Un secretario general debe actuar como una 'cremallera', que enlace a los cuadros con las bases y no como un 'divisor'. Sánchez debió unir las piezas, no 'trocearlas'.

Aquí cabe preguntarse por qué se rompió la comunicación con los barones. La respuesta es evidente: desde el momento en el que Sánchez aspiró a ser también candidato a la Presidencia del Gobierno. Había faltado al pacto, tácito o impuesto, por y con quienes un día fueron sus apoyos y más tarde se convirtieron en sus 'Judas'.

¿Se cometieron también errores de comunicación?

Se cometieron. Y en una doble dirección. Interna y hacia la sociedad. Sánchez no fue claro con su propia gente. Les trató como a subordinados. Y los barones no le respetaron, se alejaron. De cara a la sociedad Sánchez ha sido un líder poco carismático, frío, distante y sin un discurso claro e inspirador. Sus barreras emocionales han sido siempre evidentes y nunca se ha alejado de esa imagen de chico guapo que no llega a la gente, no enamora.

Las derrotas electorales del PSOE son claramente su responsabilidad, pero también de sus barones. El exsecretario debió ofrecer su dimisión pero ellos debieron también exigírsela. No fue así. Se trató además de convocatorias electorales en las que el PSOE, por primera vez, ya no tenía garantizada la hegemonía de la izquierda. En esta ocasión había otro líder, Pablo Iglesias, y un partido, Podemos, que sí supo leer lo que la calle y una generación perdida, la del 15-M, pedía. Sánchez y el PSOE no. Por ello perdieron el tren de reivindicar, socialmente, el papel de la izquierda en España.

Ahí nace, ideológicamente, el gran drama del PSOE. La falta de unión no hizo más que pasarles una factura aún mayor. Sobre todo entre los votantes urbanos y menores de 45 años. Ni Sánchez, ni los barones ni el Comité Federal, fueron capaces de construir un discurso, un programa. La crisis de la socialdemocracia es un hecho en toda Europa, pero en el caso de España es aún peor porque va acompañado de un brutal 'guerracivilismo'. Las batallas personales han arrasado al partido. Javier Fernández, líder de la gestora, debe ahora utilizar toda la fuerza de que sea capaz y trasladar una imagen de vida, de una formación que quiere seguir luchando hoy, mañana y siempre.

A la política, como a las empresas, se viene de casa 'llorado'. Más si cabe a la política porque en ella, millones de personas dependen de los líderes y estos no pueden permitirse el lujo de dedicar demasiado tiempo doliéndose por los errores cometidos porque son, simplemente, pasado.  La prioridad hoy en día de la Gestora es mantener unido el partido.

¿Sánchez tenía realmente una hoja de ruta alternativa? ¿O era el ‘no’ por el ‘no’?

La tenía y podría haber intentado un Gobierno alternativo. Pero no se atrevió. Pudo plantear un acuerdo razonable con los nacionalistas catalanes no independentistas, pero fue cobarde al no plantearlo en un Comité Federal.

¿Qué es lo ideal para este PSOE ahora?

El PSOE no sólo tiene miedo a empeorar sus 85 escaños sino a sufrir un gran batacazo. Lo ideal para este PSOE de Javier Fernández y las sombra de Susana Díaz sería una abstención técnica a Rajoy, un Gobierno 'a la italiana', alrededor de dos años, y rehacer el partido desde la oposición. Una vez reconstruido, Díaz podría ser candidata, ahí sí, en la siguiente convocatoria y después de unas primarias en condiciones.

Los malos resultados de las elecciones vascas y gallegas coadyudaron a que todo explotara. Felipe González apareció en la SER dando el pistoletazo de salida al fallido golpe de 'partido', todos comenzaron a opinar… y a cometer más errores de comunicación. Hasta la tristemente famosa reunión del último Comité Federal en el que, por no haber, no había ni orden del día y para el que Susana Díaz  y Pedro Sánchez debieron haber acordado votar a las diez de la mañana y punto. Ellos eran los culpables de la situación y, por tanto, responsables de solucionarla. Habrían evitado el drama y la vergüenza que los socialistas de toda la vida sintieron después. Ahora, todo ya ha cambiado. Nadie podrá borrar de la memoria coleciva ese 'Bloody Saturday'.

¿Habrá terceras elecciones o el PSOE se abstendrá para evitar una hipotética debacle?

Como he dicho antes, la prioridad en este momento es la unidad del partido. ¡Es clave! Si en el próximo Comité Federal para dar la abstención al PP hay que renunciar a la unidad del partido, mejor ir a terceras elecciones. ¡La unidad lo primero! Si la hay, el PSOE deberá aceptar una abstención técnica nunca con condiciones. No puede dejar gobernar el PP con tranquilidad, no puede comprometerse a dar un cheque blanco. Sería la muerte. El PSOE necesita volver a tener un mínimo de serenidad y decidir cada paso con cierta frialdad y cabeza.

¿Qué pasa si finalmente vamos a terceras elecciones?

Existe también la posibilidad de buscar un 'hombre bueno', un candidato de consenso, tal vez un 'histórico' respetado por todos. Es evidente que su recorrido será corto, pero suficiente hasta a las próximas primarias.

En cualquier caso, el PSOE no debe albergar el miedo que está evidenciando. Faltan dos meses, para unas hipotéticas elecciones y eso en política es una eternidad. Hay tiempo para crear un estupendo relato.

Lo que debe quedar claro es que el término 'coser', utilizado por Díaz, es inadecuado o por lo menos insuficiente en este momento. No se trata solo de suturar las rupturas que esta guerra ha provocado; los socialistas necesitan 'comprar un traje nuevo' o buscar un estilista capaz de diseñarlo y luego fabricarlo. El PSOE no tiene programa, ni proyecto. No sabe qué quiere ser de mayor. No tiene una idea clara, única, de qué modelo de España quiere, no sabe cómo luchar contra Podemos. Pero tiene que volver a ser el 'alma roja' de un país que es de centro-izquierda.

Si no le da tiempo a encontrar ese Armani o ese Balenciaga, si no llega ese ‘vestido nuevo’, debe hacer un llamamiento emocional a su gente. Apelar al dramatismo de la supervivencia. Es difícil pero si lo consigue no perderá muchos más de esos 85 escaños que cosechó el pasado 26-J. Podemos, sus 44 partidos, están también muy divididos y con un líder muy cuestionado. El PSOE tiene que perder sus miedos y no caer en el chantaje de aceptar una abstención con condiciones por parte del PP. Si al final hay unas terceras elecciones, tendrá que salir a ganar. Es complicado pero nadie que salga simplemente a perder o empatar consigue la victoria.

Lo que está claro que si no tenemos elecciones en víspera de Navidad las tendremos pronto, mayo del año que viene o como muy tarde en un año y medio. Los partidos han demostrado falta de capacidad a lidiar con el pluralismo parlamentario y con 137 si el PP gobierna lo hará con grandes problemas, con una gobernabilidad muy limitada.

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