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Papel mojado

El exdirector de El Mundo David Jiménez.

Montero Glez

En estos días de cloacas y de falsas noticias, he leído el libro del que fuera director de El Mundo, me refiero al periodista David Jiménez. En su trabajo, recién salido de la imprenta, hace saltar los resortes de la opinión pública, denunciando que la información es tratada como una mercancía más, es decir, como un bien dispuesto para el comercio donde el valor de cambio llega a ser tan elevado que consigue absorber su verdadero valor, que es el valor de uso informativo.

Entre otras cosas, David Jiménez se sincera al reconocer que formó parte del acoso y derribo contra la jueza Rosell. Con ello, la información recibida diariamente por los lectores de El Mundo se convirtió en una mentira vendida como verdad. Tras la irrupción de Podemos, los medios se dedicaron a falsear información sobre la organización política con el fin de intoxicar a la opinión pública. A estas alturas no es para sorprenderse. En medios independientes como este, se ha venido denunciando la relación entre las cloacas del Estado y los pseudoperiodistas.

Por condición política, venimos aceptando que la información, al igual que la educación, la cultura o el trabajo, es una mercancía más y no un derecho. Craso error. De ahí que se silencie y margine a los buenos periodistas. El capital pone el ritmo y los regalos, las comidas, las putas, los chaperos y el licor. Con estas cosas, el periodismo se convierte en un oficio tan fácil como goloso y donde sólo los cumplidores con el sistema pueden llegar lejos ¿Hace una chapita?

Sin embargo, a pesar de reconocer sus errores, David Jiménez no ha escrito un libro valiente. El mismo David Jiménez, que se ha pasado media vida cubriendo conflictos bélicos, lo sabe. Porque periodismo valiente es el que se hace desde Tijuana o Sinaloa, por poner dos ejemplos de territorios donde el Capital se empolva con la merca del narco. Porque periodismo valiente no es el que evita dar nombres y apellidos por temor a las demandas judiciales.

David Jiménez debería haberse negado a presionar a la jueza Rosell o, en su defecto, contrastar la información antes de que apareciese en el periódico donde ocupaba el cargo de director. Cuando el mal ya está hecho no hay desahogo que valga aunque venga en forma de libro. Tan sólo es papel mojado.

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