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Pivotando a la derecha

Un partidario del Brexit protesta en las calles de Londres

Economistas Sin Fronteras

Alejandro Vázquez —

¡Ojalá vivas tiempos interesantes! Puede parecer mentira pero esto es una famosa maldición china y sinceramente me pregunto si realmente no hemos sido maldecidos por un chino porque verdaderamente vivimos tiempos sumamente interesantes. La actualidad nos sacude con una marea de acontecimientos que pueden llegar incluso a desorientarnos, pero que sin duda, nos brindan la gran oportunidad de vivir tiempos interesantes. 

Permíteme sin embargo, y una vez superada esta pequeña introducción, que te presente el verdadero motivo de este artículo, que no es otro que tratar de entender por qué la extrema derecha ha ido ganando posiciones en más y más países. Para ello, lo primero que debemos hacer es despojarnos de nuestros propios prejuicios y sumergirnos en las siguientes líneas con la mente abierta. Destierra las palabras populismo e ignorancia si quieres llegar a capturar el fenómeno, porque éste no tiene nada de lo anterior, y si alguna vez lo llegaste a pensar es porque seguramente tú mismo estabas siendo un poco populista. 

El origen de este fenómeno es económico, como no podía ser de otro modo, y más concretamente, camina de la mano de lo que mal llamamos globalización económica. Y digo que mal llamamos, porque en realidad deberíamos hablar simplemente de capitalismo. Sin embargo, no cabe duda de que globalización es una palabra mucho más amigable y por tanto más fácil de aceptar, por lo que yo también hablaré de globalización ya que creo ayudará a captar mejor el mensaje. 

Hablar de más globalización puede hacer que mucha gente empiece a sentir miedo. Para un gran número de personas, puede significar que sus trabajos se subcontratan y sus salarios se rebajan; significa tener que sentarse mientras observan cómo cambian sus comunidades a su alrededor mientras ellos juegan un papel completamente secundario. 

En estos últimos años, estamos siendo testigos de una nueva reacción contra la globalización económica. Los que están a favor de la salida de Reino Unido buscan recuperar parte del poder político que entregaron a Bruselas, y mientras, el nacionalismo económico de Trump promete poner a los Estados Unidos primero. Es decir, que estamos presenciando un resurgimiento de oposición a la globalización, pero esta vez desde la derecha. Durante la década de 1990 la oposición a la globalización tenía un origen completamente distinto. Entonces los opositores eran activistas y organizaciones no gubernamentales de muy diferente índole: pacifistas, ecologistas, comercio justo y otros movimientos de izquierdas, como siempre atomizados y con escasa o mala coordinación entre ellos. Sin embargo, con el cambio de milenio, este primer embrión de resistencia comenzó a organizar protestas significativas y visibles, Seattle 1999 y Génova 2001, donde reclamaron de forma tumultuosa que ellos también deseaban participar en la organización del nuevo orden financiero mundial. Se los conoció como el movimiento alter-globalización, y no buscaban hacer retroceder la globalización, sino estar presentes en ésta para darle voz a los olvidados. 

Las convulsiones sociales de Trump y el Brexit son las últimas respuestas a la globalización económica. Pero estas respuestas han sido dirigidas por políticos y medios de comunicación hacia un nacionalismo aislacionista, enfrentando a grupos sociales y culpando, como otras tantas veces en la historia, a los extranjeros de todos los males que acechan a sus economías. Los precedentes históricos a este respecto son alarmantes y están muy bien documentados. 

Y esta es la principal diferencia entre los espasmos anti-globalización de hoy y el movimiento de alter-globalización. Todos sus movimientos demandaban la regulación de los mercados globales y mejores formas de garantizar que los beneficios de un nuevo mundo globalizado se compartieran adecuadamente. Al mismo tiempo, reclamaban una continua globalización social, intelectual y moral. Pidieron la continua difusión de las ideas, una humanidad universal, la dignidad central de toda vida humana y la solidaridad entre los pueblos que sería necesario para enfrentar los problemas globales del siglo XXI, como el cambio climático. 

Entonces, ¿qué ha motivado este cambio? 

Si observamos los cambios en la distribución de ingresos reales en los últimos 30 años en las economías occidentales, podemos afirmar que se ha experimentado un retroceso de la clase media-alta dentro de sus fronteras. Por contra en los países en desarrollo, y especialmente en Asia, el porcentaje que estas economías suponen en el PIB mundial es cada vez mayor. Paralelamente, ha tenido lugar un robustecimiento de sus clases medias, lo que se puede observar en indicadores tan claros como el aumento de la esperanza de vida o la disminución de la mortalidad infantil. 

A la luz de los acontecimientos resulta evidente que el aumento del comercio global ha desempeñado un papel fundamental en el estancamiento económico de los países occidentales, lo cual puede verse reflejado incluso en unas tasas de crecimiento vegetativo negativas. Sin embargo, no toda esta situación de estancamiento puede atribuirse a la globalización económica. El cambio tecnológico y las decisiones en política nacional sobre impuestos y redistribución de riqueza han jugado un papel clave en la aparición de un incremento de la desigualdad dentro de sus propias fronteras. En tal sentido la globalización se ha utilizado como un chivo expiatorio por parte de algunos políticos especialmente en Europa y Estados Unidos. Mientras tanto, en muchos de los países más pobres del mundo, la globalización no ha traído ninguna mejora en su calidad de vida en los últimos años, por lo que ahora son mucho más marginales si cabe, y son el origen de muchos de los movimientos migratorios de sur a norte que tanto asustan a nuestros políticos. Nunca debemos olvidar esto.

La indignación que sacude de nuevo nuestra sociedad en los últimos años debe orientar a la política occidental en una nueva dirección, y para cambiar de rumbo es hora de revivir los ideales de los globalistas alternativos. Deberíamos estar inspirados no solo por lo que estaban en contra, sino por lo que estaban a favor: un movimiento transnacional de personas que no buscaban más que la dignidad de todos los seres humanos a través de todas las fronteras. 

La lección que podemos extraer de todo lo anterior es que debemos ser muy cuidadosos con los ataques y las defensas de la globalización económica del siglo XXI. Quedando patente la gran dificultad de establecer un mecanismo que garantice la solidaridad entre perdedores y ganadores en las diferentes partes del mundo, el desafío de nuestro tiempo consiste en ser capaces de incorporar los valores del movimiento alter-globalización a un proceso que, sin duda, es inevitable nos guste o no. Esta es una visión de progreso social que necesitamos urgentemente y que puede quedar plasmada en una de las frases más usadas entonces por este movimiento: otro mundo es posible. 

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autora y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

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