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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Podemos y CCOO, una pareja con futuro

Ana R. Cañil

Algo está pasando entre Podemos y CCOO. Se miran, se tocan, se acercan, se exhiben sin miedo, porque como quizá le cantaba Iglesias a Toxo mientras avanzaban del brazo por las calles de Getafe en la manifestación por los ocho de Airbús, “no me importan tus canas ni el sentir de los demás, lo que me importa es que sepas que te quiero de verdad”.

Puede que Iglesias no sepa quién fue Marifé de Triana, pero seguro que ha oído la copla en boca de Carlos Cano. Por eso, ambas organizaciones avanzan cada día, profundizando en las ventajas mutuas de una larga amistad, que puede terminar en una pareja desfasada en edad, pero precisamente por ello más apasionada y rentable.

Para el joven partido que lidera Pablo Iglesias sería un golpe de mano que las Comisiones Obreras luchadoras contra el franquismo, las de Marcelino Camacho, reconocieran como organización “compañera” de viaje a una fuerza nacida en el ámbito universitario, entre profesores y jóvenes sin futuro, víctimas de la austeridad, pero transversales, ni de izquierdas ni de derechas, en lenguaje de su líder hace unos meses. Ahora Iglesias vuelve a referirse a la izquierda y a la derecha.

Con CCOO, de la noche a la mañana, Podemos entraría en el mundo del trabajo, ese que de alguna forma ha tenido abandonado porque consideraron más urgente primero ocuparse de los cinco millones de parados, de los excluidos al borde de la pobreza y de una generación de jóvenes pérdida.

Mientras las confluencias de las mareas dentro de la organización quitan el sueño a Carolina Bescansa y a Iglesias, una relación de preferencia con el viejo sindicato que aún pilota Ignacio Fernández “Toxo” -que está de salida- les daría un gran respiro. Esa amistad no se ha ocultado nunca y los puentes están a la orden del día en diferentes ámbitos. Dos de los economistas de referencia del partido morado son valores clave de CCOO, Eduardo Gutiérrez y Bruno Estrada. Solo por citar los casos más conocidos. Sus trabajos académicos y documentos, tanto para el sindicato como para el partido, han tenido amplia difusión e influencia en el programa de Podemos.

Si los beneficios para el partido de Pablo Iglesias son evidentes, para el sindicato –el más grande de España- la vinculación a los aires jóvenes de Podemos no sería menos rentable. Aunque hubiera que convertir en rap una copla del siglo pasado. Lo vetusto, el olor a rancio de las centrales ya ni se notaba. Simplemente, habían desaparecido de la vida pública, no solo por méritos propios –en su estructura y hábitos son organizaciones más jurásicas si cabe que los viejos partidos-, sino por el efecto brutal, demoledor de la reforma laboral impuesta por el Gobierno de Rajoy, que relegó a las dos grandes centrales a un sótano negro, llevándose con ellos derechos de los trabajadores que costó décadas conquistar.

En la superficie han dejado a la nueva clase social, los trabajadores pobres, junto a los sin convenio, a merced de la voluntad o de la gestión del empresario, a destajo. Si tras la marcha de Toxo y la vieja cúpula, CCOO es capaz de renovarse –sin perder el frente de unidad sindical que desde hace décadas mantiene con UGT- aprovechando la necesidad que tendría un posible nuevo Gobierno de elaborar otro estatuto del trabajador, de una reforma laboral que enmiende los abusos de los últimos años, quizá los sindicatos volverían a ocupar el espacio que no debieron abandonar en la vida pública. Pero renovados, así no tienen sentido.

Cuando al joven  Iglesias y al canoso Toxo les vieron en Getafe, “del brazo, bajar platicando la Calle Real, pa las comadres del pueblo fue la letanía de nunca acabar” entre los despechados de Izquierda Unida y del PSOE. Se han desatado los nervios de los miembros añosos de Izquierda Unida, que temen ser arrinconados por Podemos también en el sindicato hermano de toda una vida. Pero no menor ha sido el cabreo en el entorno del aspirante a presidente Pedro Sánchez, cuyo equipo es incapaz de contrarrestar las jugadas de Iglesias, que un día sí y otro también, les roba plano allá donde más lo necesitan.

Por eso a Pablo (Iglesia) ya no le creen ni aunque les remate la copla jurando a Pedro (Sánchez): “Por mi salud, yo te juro que eres pa mí lo primero, y me duele hasta la sangre de lo mucho que te quiero”. Embustes y más embustes susurran los asesores al oído de Pedro. 

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