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Prospecciones

Arkaitz Terrón

Jose A. Pérez Ledo

Cómo estará el país que la Audiencia Nacional ha tenido que enmendarle la plana a la Guardia Civil. El mérito (indirecto) es de Arkaitz Terrón, un tuitero que escribió, entre otras cosas, esta: “No entiendo por qué la placa de Carrero no se la ponen los productores de cava. El día que ETA lo hizo volar se descorcharon muchas botellas!”. Ya ve qué combinación: Carrero, ETA y cava. A la Benemérita le faltó tiempo para tocar en su puerta.

Hace una semana, sin embargo, el tribunal le absolvió. Según la sentencia, sus tuits “no enaltecen ni justifican (…) ni instigan a la violencia terrorista”. Más aún, la Audiencia Nacional concluyó que “la mejor demostración de la ausencia de riesgo alguno es que los tuits [de Terrón] solo fueron detectados cuando los investigadores realizaron prospecciones en la red social”.

Quédese con la muy cuidada elección semántica: “prospecciones”. Según la RAE, “exploraciones del subsuelo”. Podría inferirse de esto que en el Grupo de Delitos Telemáticos están excesivamente entusiasmados con el scroll. Que, ante la ausencia de ilícitos penales en la superficie, se ven empujados a escarbar. Y, de tanta pasión, de tanta entrega que le ponen, acaban confundiendo a bromistas con terroristas. Es normal. Al fin y al cabo, ¿cómo distinguir un chiste de una amenaza al Estado de derecho?

Antes era más sencillo. Hasta mediados del siglo XX, la diferencia entre el genio del mal y el simplemente gracioso estaba al alcance de cualquiera. Pero entonces llegó el posmodernismo (y el poshumor y la posverdad) y todo se volvió confuso, particularmente para los agentes del orden.

Hay, no obstante, varias estrategias para afrontar este problema. La primera consiste en prohibir la ironía y cualesquiera herramientas expresivas que puedan resultar equívocas para las fuerzas policiales. Facebook ya está en ello.

La segunda estrategia, menos lesiva desde un punto de vista constitucional, pasa por crear un cuerpo de agentes entrenados en semiótica. La Pospolicía, un grupo de élite formado en las doctrinas de Marshall McLuhan, Umberto Eco y Roland Barthes. Así, cuando detengan a alguien por una broma, tendrán, al menos, un corpus teórico en el que apoyarse.

Dice la sentencia de la Audiencia Nacional: “Una sociedad democrática que se organiza sobre los valores de la libertad y el pluralismo político no puede sofocar, impedir o censurar todo tipo de mensajes de crítica o de disenso”. Por algún motivo, se les olvidó añadir: “Pero a veces, ya ves tú, lo hace”.

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