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Rajoy se la puede pegar de nuevo

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. / Efe

Carlos Elordi

Sus asesores están trabajando a fondo con Rajoy. Han conseguido que ofrezca una imagen más enérgica y confiada que la tenía hace algunas semanas. También le han convencido de que tiene que dar más la cara, aunque sea siempre en condiciones muy favorables. Y, además, le han redactado una serie de mensajes redondos y muy impactantes con los que debería transmitir la idea de que las cosas han cambiado de verdad, de que vamos a mejor sin retroceso posible. Los tenemos hasta en la sopa. El último es el de que “la crisis económica es historia pasada”. Y es tan grande el despliegue propagandístico, que no pocos de los que están en su contra empiezan a pensar que la maniobra les va a salir bien, que Rajoy y el PP han iniciado una marcha imparable hacia la victoria en las generales de 2015. Pero el artefacto tiene un defecto: el de que todo indica que la gran mayoría de la gente no está dispuesta a tragarse una nueva mentira.

En primer lugar, y sobre todo, si viene de Rajoy. Un político del que desconfían cerca del 85% de los encuestados, según el CIS, carece del bagaje mínimo de credibilidad necesario para que sus mensajes triunfalistas modifiquen la percepción que la gente tiene de lo que está ocurriendo. Y ésta, como cada nuevo sondeo confirma tajantemente, es malísima. Y no mejora ni un ápice desde hace mucho tiempo.

Ninguna campaña propagandística, por formidable que sea, va a borrar de un día para otro el pesimismo generalizado de la gente y su desconfianza hacia quienes mandan, con Rajoy a la cabeza. Haría falta una base real en la que apoyar esa estrategia publicitaria. Y los tímidos crecimientos del PIB en los últimos trimestres, el aumento de afiliados a la Seguridad Social o la buena marcha de la prima de riesgo no llegan, ni de lejos, a ser algo parecido a eso. Esos datos hacen seguramente felices al gobierno, pero a buena parte de la gente les resbalan. Porque en nada mejoran, salvo en casos puntuales, la difícil situación que vive la mayoría ni la percepción subjetiva que se tiene de la misma.

Es muy posible que los expertos de Rajoy lo sepan. Si así fuera, ¿por qué han lanzado al presidente por un camino de resultado tan incierto, como poco? En primer lugar, y probablemente éste es el motivo principal, porque no tenían más remedio que hacer algo ante el deterioro sistemático y cada vez más intenso que el gobierno, el PP y su líder vienen sufriendo desde hace ya muchos meses. Y que ha sido tan fuerte que en algún momento alguien pensó que podría provocar el adelanto electoral y hasta la dimisión de Rajoy. “Hacer algo y rápido”, esa debió de ser la consigna. Y así les ha salido.

Pero detrás de ella seguramente hay también una intención estratégica. La de influir en el estado de ánimo del electorado potencial del PP o mejor, en los millones de votantes populares de 2011, casi la mitad, que desde hace tiempo dicen y vuelven a decir en los sondeos que no repetirán ese voto en 2015. Sin optar por otro partido, es decir, absteniéndose. El futuro político del PP se juega en ese ámbito. Si lo pierde, se va a la calle, hagan lo que hagan los demás. Si lo recupera, gana sin paliativos. Si se queda a medias, puede pasar cualquier cosa, pero no todas necesariamente malas para Rajoy.

Y ante ese desafío la campaña del Gobierno adquiere su sentido. Sobre todo si se observa en su totalidad. Porque el triunfalismo económico es sólo uno de sus ejes. Para nada despreciable, porque no va a cejar y seguramente se va a intensificar. Contando con un aliado muy importante. El del silencio de los dirigentes y expertos económicos que con argumentos muy sólidos, comprobados cada día por ellos mismos, podrían pintar un panorama económico mucho peor del que presenta el Gobierno.

El pesimismo sobre las posibilidades de crecimiento real y significativo de la economía sigue siendo muy amplio en esos ambientes. Lo que ha caído, y en algunos casos no del todo, es el grado de angustia ante la eventualidad de un desastre inminente. Pero nadie ve el futuro el color de rosa. Ninguno lo confiesa. Los más apretados por los compromisos con el gobierno, se suman incluso a la propaganda oficial. El poder manda demasiado como para esperar otra cosa.

Pero, además de la economía, hay otros dos elementos en la campaña del gobierno. Uno es la que éste llama la lucha contra la corrupción. Rajoy y los suyos saben que este es el asunto que más daño le ha hecho entre sus votantes. Y para hacerle frente han llegado las medidas que en los últimos días llenan los telediarios y los grandes periódicos y también los manejos que están haciendo en la estructura judicial para que los sumarios más peligrosos, y otros, no golpeen al PP en plena campaña electoral. Están tratando de controlar el calendario. Sin embargo, una nueva revelación, un nuevo escándalo, podría echar por tierra esos cálculos. De golpe.

La tercera pata de la estrategia del PP para recuperar votantes es seguramente la que más posibilidades políticas tiene. Su objetivo es que los electores hasta hoy indignados por la corrupción lleguen a creer que es mejor votar a un partido corrupto –pero que dice que quiere dejar de serlo, así se están vendiendo las últimas medidas- que dejar el poder en manos de la barahúnda de izquierdas que viene dispuesta, dice el PP, a dar la vuelta a la tortilla. Y a quitarle la segunda vivienda al probo funcionario que estuvo ahorrando toda la vida para adquirirla.

Hay ya algún indicio de que esa táctica ha empezado a dar resultado. Es imposible atisbar hasta qué punto va a llegar. Pero lo que está claro es que los ataques sistemáticos del PP a Podemos y al PSOE, éste de menor intensidad que el primero, están destinados más a agrandar los peligros de un cambio político, con el fin de movilizar a los votantes de derecha, que a frenar el proceso de captación de electores del PP por parte de Podemos. Que sí parece haberse detectado en las encuestas, pero en dimensiones demasiado pequeñas como para dar miedo a Rajoy.

En definitiva, que Rajoy y sus asesores están metidos de lleno en una guerra limitada sustancialmente a su mundo. Fuera del mismo van a convencer a muy pocos –de ahí también que sus mensajes, ofensivos o ridículos para quien esté fuera del mismo, puedan ser más digeribles, o incluso eficaces, dentro sus propias filas–. Pueden incluso fracasar dentro de casa. Lo que sí podría deducirse de lo anterior es que la tarea prioritaria de Podemos, del PSOE, de IU, etc. es ir también a lo suyo, a sus propuestas y a sus estrategias de captación de votantes. Y dejar un tanto en segundo plano lo que diga y haga Rajoy.

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