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Rajoy y el relato de la víctima. Del sainete a la épica

Rajoy declarando como testigo en la Audiencia Nacional

Imma Aguilar Nàcher

Por primera vez parece serio el tema de la corrupción política que envuelve al PP,

al gobierno y a su presidente. Parece épico. Lo cierto es que tanto mote, —El Bigotes, El albondiguilla—, tanta historieta con los pen drive, el peinado del tesorero y todo el imaginario de la corrupción, nos situaban en el ámbito de la comedia. En definitiva, tanta anécdota nos ha alejado de la categoría: un caso grave de corrupción política de un partido que gobierna, con un presidente de un país que se sienta en el banquillo de los testigos a responder de sus amistades y de sus responsabilidades no asumidas. Una vez más, las formas y las imágenes nos condicionan. Lo saben los expertos que aconsejan a Rajoy. Y hoy el presidente parecía la víctima. Era muy importante sacarlo de su papel de cómplice en el sainete y llevarlo al papel de víctima de la historia épica del gran Mariano Rajoy.

En todo relato, el público empatiza con la víctima, con el bueno acosado por las artimañas de los malos. La víctima entonces recorre el viaje de todo héroe hasta llegar a vencer a sus oponentes. Esa era hoy la estrategia de Rajoy: un relato de víctimas y héroes.

El escenario

La imagen de Rajoy en esa mesita de funcionario experto en ofimática, con un agujerito para introducir los cables de los periféricos del ordenador, con ese fondo de Cuéntame, con las banderas y el escudo, nos lleva inevitablemente al universo de Berlanga, el maestro del costumbrismo político de la transición.

Desde hace unos años, en España vivimos en un permanente guión de cine, a veces es realismo italiano o comedia francesa y otras, drama anglo-hispano. Y en alguna ocasión, estamos ante un documental del National Geographic sobre especies políticas en extinción y depredadores.

El género

Ayer asistimos a una sesión de puro Berlanga. Todo empezó hace unos días en una cacería de La Escopeta Nacional y hoy estamos en Todos a la cárcel. Todo nace con un planteamiento de sátira, con la comicidad que conlleva la historia de corrupción de medio pelo y personajes algo torpes que no parecen peligrosos. No hay ninguna épica. Tampoco hay tragedia. Se necesita una situación para que el héroe se defienda: la comparecencia de ayer.

El planteamiento y el nudo

El desarrollo de la trama es una sucesión episódica de situaciones, con ministras despistadas, jaguars aparcados en garajes, comuniones y confeti, un señor que se traga un pen drive... La perfecta comedia italiana, ligera y asequible.

Los diálogos

Algunos dicen que es por ser gallego, pero realmente están diseñados así para crear una atmósfera de epicidad del héroe. No, nunca, no lo recuerdo, absolutamente ninguna, no lo sé, no, no no. Su fortaleza emerge entre tanta interrupción del presidente de la sala, inflexible. Algunos de los preguntadores se pierden en sus momentos de gloria, formulando protestas. Pero el héroe avanza firme.

Los personajes

Hoy está claro que el protagonista de este relato es el presidente. Solo, valiente, víctima de una conspiración de necios sin estilo. Los abogados son las máscaras de los malos, un antagonista coral, como el coro de togas en la sala de la Audiencia Nacional. Bárcenas es el malo principal, rodeado de personajes más bufos, condenados a la derrota deplorable.

El público

La sala estaba llena hoy en el estreno del final de la trilogía, que Berlanga tituló Todos a la cárcel. O, si prefieren, el final de la última temporada. Colas de periodistas para asistir a la escena del desenlace. Así lo ha dejado claro Rajoy con sus constantes “Y punto”. El final. The End.

Sólo nos queda felicitar al director /guionista de la película por su dirección de actores y por su acertado montaje, a la espera de que reciba el premio que le corresponde a su acertada producción narrativa.

¿Continuará…?

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