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Rajoy ya sabe que es su enemigo

Rajoy: la nueva Ley de Seguridad nos equipara a los países más avanzados

José María Calleja

La metáfora más acabada, por ahora, de la política y del ser de Mariano Rajoy la constituye la inauguración de una oficina vacía.

Una denominada oficina contra el fraude que Mariano ha inaugurado en los minutos basura, en el último día en que se puede inaugurar algo, con el agravante de estar recién aprobada la puesta en marcha de la oficina ausente por el consejo de ministros que él mismo Rajoy preside.

Esta inauguración de la nada roza el onanismo político, retrata al personaje y demuestra que Mariano trata de hacer la media entre el cero de su parálisis de los tres largos primeros años de gobierno y el buscado diez de la efervescencia, en modo sprint, en la que pedalea Mariano en las últimas semanas. Por mucho que se empeñe ahora en alcanzar el sobresaliente, Mariano no pasará de cinco, aprobado raspado.

Ha hecho Mariano ante Ana Blanco un repaso de los lugares que ha visitado por España -a lo largo y ancho, que se decía antes-, en la antigua línea de frases suyas del porte: “el plátano es importante en Canarias, donde hay muchos plátanos”; y los nuevos: “en Martorell, precisamente, acabo de estar”; “ajos negros en Pedroñeras, Cuenca”; “en Alicante son muchos”, que se suman a los ya clásicos: “los catalanes hacen cosas” y el insuperable, por ahora, “los españoles muy españoles y mucho españoles”. (Le ha faltado enunciar: Machichaco en Vizcaya, Ajo en Santander, Peñas e Asturias…). Un catálogo tautológico que cabalga entre el Un, dos, tres, pasado reciente; y el Cesta y Puntos de Manuel Vindel, pasado remotísimo, pero sin la menor gracia y el talento de aquellos en cualquier caso.

Así, una frase pensada (¿?)por Mariano para negar la existencia de sus competidores más directos, Sánchez y Rivera, con la idea de lo que no se nombra, no existe y con la que pretendía ponerse a sí mismo como gran timonel, se ha vuelto en contra suya. Reconocer, como hace Mariano en la misma entrevista, que el principal enemigo de sí mismo es él mismo, no solo sigue la línea onanista de, digamos pensamiento; sencillamente confirma lo que creen muchos en su propio partido: sin Mariano ganábamos claramente; con él, vamos al desastre.

El PP puede ser la minoría más votada -quédense con la frase- en las elecciones del polvorón y la zambomba, convocadas justo ese 20 de diciembre para que los jóvenes no voten, para que cuantos menos jóvenes voten, mejor. En las próximas elecciones generales se estrenarán como electores un millón y medio de jóvenes, ese sector en el que el PP apenas tiene un votante de cada diez.

Mariano esta nervioso. A su inacción política del primer trienio, a su nula comunicación, a su idea de que los problemas se “arreglan” dejándolos pudrir, se juntan ahora las declaraciones procedentes de Cataluña, para las que no parece saber qué decir, y el riesgo, ya palpado, como un sudor persistente, de poder quedar segundo en las generales. Es decir, perder. Perder o quedar primero sabiendo que eso no le garantiza gobernar. Un planazo.

Rajoy y Mas, unidos en el tres por ciento de la corrupción (con Pujol y su prole en modo banda criminal), separados en casi todo lo demás, nos van a dar el próximo trimestre, como mínimo. Hasta entonces, Mariano seguirá haciendo frases inolvidables, demostrando que es su peor enemigo.

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