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Sánchez llama, Torra comunica y ERC hace una perdida

Pedro Sánchez en el Congreso

Raquel Ejerique

Las expectativas de un gobierno rápido y sin la lenta agonía de julio emitida en directo se han quedado heladas. El tiempo puede ser inversamente proporcional a las posibilidades de éxito en una negociación: hay más tiempo para meter la pata, impacientarse, dejar al destino un nuevo hito informativo que acabe dando la vuelta a la baraja.

Aunque sea absurdo, los humanos necesitamos fechas señaladas para hacer cambios y balance de lo mucho o lo poco que se avanza. Hemos celebrado un cumplemés de las elecciones y estamos sin gobierno. Ha pasado rápido porque hubo un pacto inicial rápido con Podemos y fuegos de artificio, ha habido declaraciones, reuniones, negociaciones y ronda real con todos los grupos. Ahora la noria se empieza a ralentizar y vamos camino de afrontar otro mes en el que no hay prevista más agenda que otra ronda de reuniones, más declaraciones, unas llamadas a presidentes autonómicos, una sentencia del tribunal Europeo, un congreso de ERC y el fin de año y su cotillón de políticos en las televisiones. Puede parecer mucho, pero supone poco avance para lo que los ciudadanos hemos sido aquí convocados (dos veces en ocho meses).

El presidente de Gobierno está echando el freno a las declaraciones porque teme quemarse y tiene que llenar con migas esa agenda de avances en blanco. Eso supone hablar poco y responder menos. En la última rueda de prensa, y van tres, optó por limitar a dos las preguntas de los periodistas ante la indignación de todos, incluido el PP, al que se le olvida que su presidente inventó la comparecencia por plasma. Se acaban los recursos para fingir que Moncloa lleva la iniciativa, porque ya es evidente que los tiempos los marca ERC con el calendario catalán. Aunque se impida en la sala de Moncloa verbalizar la pregunta, hay respuestas que ya conocemos. Si vamos a otro mes en blanco, a los agoreros del fin de España habrá que sumar ahora a los mosqueados y los impacientes, mientras baja la simpatía por un gobierno en formación crónica.

Después de que el presidente en funciones anunciara que contactará con los presidentes autonómicos, Quim Torra se ha apresurado a decirle que no le sirve como gesto. El independentista comunica, después de que Sánchez no le cogiera el teléfono. He tenido relaciones de adolescencia más maduras que eso. Los más optimistas opinan que también puede acelerarse el amor ante el miedo a perderse y acabar con beso final y boda antes de pisar el 2020.

Se aviene un mes de disección de gestos y palabras, ante la ausencia de noticias y el parón navideño. De agitar el miedo a Sánchez y de preguntar éste a la derecha por qué no hace nada si tanto le molesta la abstención de ERC. En los límites del campo de juego se frota las manos Vox, que ha podido mantener intacto su discurso y que no pierde nada con este desgaste de todos. Un mes puede ser poco -son solo treinta días-, pero es lo suficiente para aumentar el “hastío e indiferencia en este tiempo hostil propicio al odio”.

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