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Sigan el ejemplo

Nadia Otmani, víctima de violencia machista, se enfrenta a Javier Ortega Smith por su negacionismo con la violencia de género.

Esther Palomera

Aunque no suenen, siempre hablan. Las hay que dicen mucho y otras, menos. Están las que escrutan, las que desafían, las que escanean, las que ocultan, las que temen, las que ríen, las que disimulan, las que mienten, las que huyen, las que odian, las que aman… Y cuando se esconden es por cobardía, por incomodidad, por vergüenza o por las tres cosas juntas. Las miradas transmiten mucho más que cualquier palabra. También las no miradas. 

Unos ojos incapaces de mirar a quien le habla siempre delatan. Y los del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, al esconderse han mostrado tanta indignidad como vergüenza y pusilanimidad. Cualquiera que haya visto las imágenes en las que una víctima de la violencia de género se dirige a él en el Ayuntamiento de Madrid para reprochar que su partido niegue una realidad aplastante puede comprobarlo. 52 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año, 1.028 desde que en 2003 existen estadísticas. Y él sostiene que es una ficción, que la violencia de género “no existe”, que todo es una cuestión que hay que circunscribir al ámbito “intrafamiliar”, que hay muchas “denuncias falsas” y que hay “demasiada gente que vive de este chiringuito”. 

Se llama Nadia Otmani y ha tenido los ovarios de decirle a la cara lo que no se ha atrevido jamás ninguno de sus socios de la derecha. Ni del PP ni de Ciudadanos. Desde la silla de ruedas a la que le condenaron los tres disparos que salieron del arma de su cuñado cuando intentaba defender a su hermana de una agresión, le gritó lo que deberían haberle dicho hace mucho tiempo aquellos que gobiernan con sus votos: “Con la violencia de género no se hace política. ¡Respete a las muertas!”

Ellos no respetan nada. Ni a muertas ni a vivas. Y quienes permiten que el negacionismo de la violencia machista campe a sus anchas por las instituciones, las televisiones o las calles de España son tan responsables como ellos. El silencio es el cooperador necesario para que el discurso de la ultraderecha se propague y quiebre consensos nunca antes cuestionados. Hay que decir ¡basta! y ¡hasta aquí hemos llegado! No es suficiente con mirar hacia otro lado ni con exclamar solemnemente “no vamos a dar un paso atrás” porque el Ayuntamiento de Madrid ya lo ha dado. Es la primera vez que en 14 años, el Consistorio no ha aprobado una declaración institucional solo porque la extrema derecha de Vox es clave para sostener al gobierno de PP y Ciudadanos. 

No se pacta, ni se acuerda, ni se guarda silencio ante quienes cometen semejante atrocidad. El sigilo siempre fue un factor de riesgo en las mujeres que sufrieron la violencia machista, ya que el 70% de la asesinadas nunca presentó denuncia. Callaron. Por vergüenza o por miedo, y hoy no pueden contarlo. Si las administraciones y los partidos hacen lo mismo, las consecuencias serán nefastas. Por eso resulta tan aterrador escuchar a Ortega Smith como a quienes con tal de mantener un gobierno, una vicealcadía, una concejalía de festejos o una dirección de bailes regionales son capaces de minimizar lo que escuchan y lo que está pasando. Quieren sacar de la agenda pública el debate para legitimar un machismo execrable que desgraciadamente aún no ha sido desterrado de nuestra sociedad. Está en la cultura y la educación, en las familias y en las empresas, en la política y en las redes sociales. 

Y aún así la derecha se tapa los oídos y los ojos cuando escucha a Vox hilvanar un relato manifiestamente falaz contra la ley de Violencia de Género ya que dicen que es una norma insólita en Europa que “colectiviza y victimiza a la mujer, vulnera la presunción de inocencia y establece tribunales sólo para hombres en contra de la igualdad constitucional de los españoles”.

Al menos, la otra derecha, la de PP y Ciudadanos, debería responder a sus socios que desde el 2008, el Tribunal Constitucional se ha manifestado en varias ocasiones al respecto para defender la constitucionalidad de la ley y decir que en absoluto conculca los principios de igualdad. ¡Cómo van a hacerlo si ni siquiera tienen claro que mientras no haya un “sí” siempre es un “no”!  Y tampoco creen necesaria la reforma del Código Penal en lo que se refiere a los delitos sexuales de tal modo que solo valga el consentimiento expreso para mantener una relación. Ni siquiera para que una violación sea una violación, y no un abuso porque la víctima no pueda forcejear con su agresor.

Señores políticos, sigan el ejemplo de Nadia, que ha dado una lección de dignidad que la derecha aún no ha sabido articular contra sus socios de Vox. Con la honrosa excepción ahora del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que cargó por primera vez con dureza contra Ortega Smith por reventar el acto organizado por el Consistorio en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres: “Aquí no hay ningún silencio negacionista, Javier”, dijo antes de retar al secretario general de Vox a nombrar “una sola de esas 21 medidas que no esté justificada... si es que sabes alguna. Sencillamente te has negado a saber”. A ver si cunde el ejemplo y la determinación y las palabras de Almeida marcan un punto de inflexión. Por ellas, por las muertas, por las vivas, por todas las mujeres y por una democracia decente.

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