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Simulacro Andaluz

Susana Díaz en un mitin de la campaña electoral

Antón Losada

Como cabía esperar, el arranque de la campaña electoral andaluza se parece más a un ejercicio de simulación de una campaña de elecciones generales que se intuyen próximas e inexorables. Excepto en el caso de las comunidades con identidad nacional y sistemas políticos propios, Euskadi, Catalunya y, cada vez menos Galicia, resulta inevitable que la política estatal colonice y fagocite un espacio significativo de la competencia electoral en las diferentes autonomías, aunque no hasta este extremo de convertir la campaña en un ensayo general de otras elecciones, donde Andalucía solo parece parte de paisaje, proveedora de extras para las escenas de masas.

 El Partido Popular y Ciudadanos están tan absortos en su batalla por ganarse mutuamente que apenas tienen tiempo para hablar de otra cosa. Sus candidatos son Pablo Casado y Albert Rivera, su agenda de campaña es Catalunya y su objetivo es atizarle a Pedro Sánchez lo más duro que puedan, para impulsar sus posibilidades de quedar primero en la batalla por ser segundo. Recuerdan tanto al PSOE y al Podemos a los que derrotó dos veces Mariano Rajoy que resulta enternecedor. Que Vox tenga siquiera unas líneas en el guión o que Inés Arrimadas seas la estrella invitada solo confirman que, para la derecha, las elecciones andaluzas son un simulacro.

En el lado de la izquierda, resuelta ya la batalla por el liderazgo, al menos de momento, andan también con sus propios líos. En Adelante Andalucía, además de la batalla por el liderazgo interno morado, parece poderles el presentimiento de que, de una manera o otra, no les quedará mas remedio que facilitar la investidura de Susana Díaz y ya andan más preocupados de explicarlo antes incluso de que hayan votado los andaluces.

El PSOE y Susana Díaz dicen y repiten a diario que quieren unas elecciones donde se hable de Andalucía, incluso hacen cosas coherencia como dosificar la presencia del presidente del Gobierno. Pero luego les traiciona el subconsciente y el eje de su discurso se centra en contraponer estabilidad frente a bloqueo e ingobernabilidad, exactamente el marco de la dos últimas generales; o quitan el logo del PSOE de parte de la cartelería, no vaya a ser que los electores les confundan, por cierto, una decisión de alto riesgo en una organización con más de 100 años de historia y donde las bases suelen entender mal que alguien se crea más importante que el partido.

Tiene su lógica que así sea. A fin de cuentas no está claro que a Susana Díaz le convenga realmente un campaña centrada en una Andalucía gobernada por los socialistas desde hace cuarenta años, con todas las explicaciones que eso obligaría a dar, o una campaña centrada en los meses de gobierno de Pedro Sánchez, con todas las explicaciones que eso ahorra. Lo que no resulta tan nítido es qué impacto puede tener tanta simulación y ensayo sobre la movilización y las decisiones de los electores andaluces. 

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