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Toro de la Vega: alegría y prudencia en el camino de la abolición

Ruth Toledano

Hemos empezado llorando con cierta alegría muchos de quienes hemos llorado con tristeza cierta por Vulcano, por Platanito, por Elegido, por tantas otras víctimas de la barbarie en Tordesillas. Son los toros que fueron sometidos a un salvaje linchamiento público en esa localidad vallisoletana. En septiembre de 2015, Rompesuelas fue el último. Jon Amad, el fotoactivista que asistió a su alanceamiento final y sufrió agresiones por haberlo registrado con su cámara, contó que, ya incapaz de levantar de la tierra su cuerpo desgarrado, su mirada de incomprensión era la de un niño acosado.

Contra la injusticia atroz de ese dolor llevamos años luchando. Los que hemos ido a Tordesillas año tras año a manifestar nuestra repulsa nos hemos jugado, literalmente, el pellejo ante la violencia desatada por los defensores de esa inmoral escabechina declarada Bien de Interés Turístico. Nos han pegado, nos han insultado, nos han amenazado, nos han multado. Hay que haber estado allí para hacerse una idea del grado de agresividad de esa gente. Una agresividad que, contra el toro, se volvía saña hasta la muerte. Pero nada nos iba a detener. Seguiríamos yendo a defender a los indefensos de sus crueles verdugos.

Y en esa certeza, la de que seguiríamos yendo, podemos encontrar ciertas claves para entender nuestra parte de alegría y nuestra parte de prudencia.

Pues de ahí que muchos celebremos el anuncio por parte del Consejo de Gobierno de Castilla y León del decreto-ley por el que se prohíbe la muerte de las reses de lidia en presencia de público en los espectáculos taurinos populares y tradicionales en Castilla y León. No porque sea suficiente, que no lo es: los que defendemos a los animales seguiremos luchando por la abolición de unos festejos en los que estos sufren maltrato físico y psicológico, aunque no concluya con su muerte pública (es el caso también del Toro Jubilo de Medinaceli, del Toro Enmaromado de Benavente, de la suelta de vaquillas, de las becerradas). Lo celebramos porque lo consideramos un paso más hacia la abolición. Un paso de gigante, pues el Torneo del Toro de la Vega se ha convertido, a través de las campañas del Partido Animalista (PACMA), en símbolo mundial de una lucha mayor. Lo celebramos porque en esa lucha está pasando algo que acabará por erradicar el mal.

También lo celebramos porque la exposición de motivos del decreto-ley viene a dar la razón a esa valiente colectividad, a ese imparable y pacífico movimiento que nos ha llevado año tras año a Tordesillas. Los motivos del Consejo de Gobierno son claros: diciendo que “el ordenamiento jurídico no puede ser ajeno a la realidad y a la ética social de cada momento histórico”, reconoce las razones animalistas, las que defienden que nuestro tiempo debe regirse por unos presupuestos éticos en los que no cabe el maltrato a los animales. Más aún, viene a legitimar las protestas activistas, al reconocer que esos festejos “hoy se encuentran confrontados con la voluntad y sensibilidad de una sociedad que se manifiesta de manera reiterada y creciente, a través de diferentes medios, incluidas las movilizaciones públicas durante la celebración de algunos festejos, para insistir en la dignificación de la vida en todas sus manifestaciones”.

El nuevo decreto-ley no prohíbe el festejo del Toro de la Vega pero de lo deja vacío de sentido, ya que está concebido para dar muerte al toro. No es por tanto una victoria, pero supone cambios que modifican del tal modo la esencia del Torneo que su adecuación a la ley va a resultar muy difícil a los lanceros y sus secuaces. Creemos que las limitaciones que impone el nuevo decreto-ley pueden suponer la muerte del festejo. No obstante, habrá que estar atentos a qué clase de modificaciones decidan los organizadores del Torneo, ya que no matar al toro en público no significa que no se siga acosándolo y torturándolo. Cualquiera de esas modificaciones supondrá, en cualquier caso, un intolerable maltrato. Y seguiremos yendo a Tordesillas a denunciarlo.

Así pues, nuestra alegría se vuelve prudencia. Por ese y otros varios motivos. Porque, si bien aplaudimos al PP por esta medida (que si es electoralista, bienvenido sea el electoralismo, pero que también puede esconder otros intereses), nos cuesta creer, dada su posición en lo que a la tauromaquia respecta, que ese partido dé esta puntada sin hilo. El decreto-ley podría ser un lavado de cara que apoyarían muchos taurinos de los llamados de plaza, que en los últimos años han querido desmarcarse del Toro de la Vega -un festejo que rechaza la inmensa mayoría de la sociedad- precisamente para defender las corridas de toros. Han querido hacer creer que el Toro de la Vega es una salvajada mientras que las corridas son arte, aunque ninguna diferencia hay entre que el toro muera alanceado o atravesado por una espada, después de que las banderillas y la pica lo conviertan en un despojo dolorido y sanguinolento.

Prudencia también porque podría no ser más que un respuesta temerosa a lo que se avecinaba en la próxima edición, en septiembre de 2016, del Toro de la Vega. El llamamiento de ciertos grupos, dispuestos a ir a Tordesillas y a responder a los agresores de la misma manera, ha tenido una acogida masiva que convertía la fecha en un polvorín mayor de lo que ya era. El Gobierno de Castilla y León sería responsable de que allí pudiera suceder algo muy grave, aparte de lo que le pasa al toro. Muchos llevamos unos cuantos años pensando que podría haber víctimas humanas a manos de los violentos y, por otro lado, soltar a un Rompesuelas aterrorizado con el recorrido lleno de gente pudo haberlo provocado en 2015. Las autoridades autonómicas no podían quedarse de brazos cruzados. Y este decreto-ley puede hacer las veces de cortina de humo que confunda a la opinión pública. De hecho, mientras escribo esto recibo decenas de mensajes y llamadas de felicitación.

Nos felicitaremos el día que no se celebre ningún festejo que suponga maltrato, del tipo que sea, a los animales. No felicitaremos el día que los animales no sean matados, ni ante el público ni en un mugriento cajón veterinario tras haber sido linchados pero dejados con un hilo de vida.

Pero lo cierto es que hoy también nos felicitamos porque el Ayuntamiento de Tordesillas ha anunciado que recurrirá la ley. Y eso significa que la medida les ha hecho daño, mucho daño. Y que el camino de la abolición no se recorre en un día pero, una vez emprendido, no admite pasos atrás. Y es el camino de nuestro tiempo. El camino de una sociedad más ética.

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