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Trump, Macron y el resto del planeta

Donald Trump y Emmanuel Macron, estrechándose la mano.

José Luis Gallego

Según un despacho de agencia recogido el pasado fin de semana por los principales medios internacionales, Trump le ha dicho a Macron que se está pensando lo del cambio climático, por lo que el resto de habitantes del planeta podemos respirar más tranquilos.

En palabras del presidente galo, Trump le ha hecho caso y está dándole vueltas a “aquellas cosas que harían que volviera a formar parte del Acuerdo de París”. Además, ya tenemos incluso fecha “me ha asegurado que intentará encontrar una solución durante los próximos meses”. Eps! Tranquilos pues! Ta to pagao!

Ahora resulta que quien le dijo al pueblo americano, frente a la Casa Blanca y al más puro estilo John Wayne, que “es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París” ha visto la luz, y gracias al mago Macron se lo está pensando.

Los que seguimos la labor de los científicos que investigan el calentamiento global y nos alertan sobre sus efectos, con datos no con creencias, nunca olvidaremos la comparecencia de Trump del pasado mes de junio.

“Acepto que el cambio climático esté causando algunos problemas” llegó a declarar el ex presentador de reality shows, antes de emitir su veredicto final: “Para cumplir mi solemne deber de proteger a EE.UU. y sus ciudadanos, nos retiramos del acuerdo climático de París”. Pero es que entonces no conocía a Monsieur Le Président. Ahora todo es distinto.

Miren, quienes tuvimos la fortuna de asistir a la Cumbre del Clima de París y pudimos comprobar el complejo entramado de relaciones que dieron lugar al Acuerdo, nos estamos quedando perplejos ante el arribismo climático de Macron.

Me pregunto cómo se habrán quedado los cirujanos del Acuerdo: los Fabius, Royale, Figueras, Hollande o Ban Ki-moon, entre muchos otros. Cómo encajarán el “dejadme a mí” de Macron quienes durante tantas y tan largas jornadas estuvieron tirando poco a poco de los 195 cabos sueltos, tantos como países asistentes, que componían el ovillo de la Cumbre hasta desmadejarlo unos minutos antes de su final.

Si el Acuerdo de París se basó en el ejercicio de la diplomacia y la diplomacia es el arte de la discreción, Macron es exactamente lo contrario.

El presidente francés, que parece cada día más encantado de haberse conocido, ha entrado en las negociaciones del clima como un elefante en una cacharrería. Persiguiendo al malo y gritando todo el mundo fuera mientras va rompiendo vidrieras, tirando estanterías al suelo y desparramándolo todo ante la mirada atónita de quienes tardaron años en poner cada frágil pieza en su sitio.

Esperemos que este dúo dinámico, el del negacionista de Trump y el codicioso Macron, no acabe devolviendo las negociaciones del clima a la casilla de salida. Porque no tenemos tiempo, porque el cambio climático se nos está yendo del alcance para evitar lo peor.

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