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Vientos del pueblo, brisa de cambio

Jesús López-Medel

A los amantes de la poesía recordar “Vientos del pueblo” de Miguel Hernández nos evoca mucha historia, personas e ideales. También en otro poeta, como el zamorano boticario León Felipe, la invocación al Viento es constante en “Ganarás la Luz”.

Pero permítanme, a propósito de un político que se dice admirador del Papa Francisco, como es Pablo Iglesias, que recomiende un bello texto (Libro de los Reyes del A. Testamento) sobre el profeta Elías. Este, en una cueva, esperaba dormido la aparición de Dios. Vino un huracán, pero Yahvé no estaba allí; después surgió un terremoto y tampoco; tras ello, cayo un rayo, y nada. El volvía dentro. Hasta que, ya solo dormitando, sintió una suave brisa. Salió Elías de la gruta. Y en esa brisa, descubriría la presencia de Dios.

El viento es algo purificador. Limpia y puede arrasar despojos aunque acaso sea incómodo por su brusquedad. Tienen un lado bueno y otro no tanto, como entre nosotros, el cierzo aragonés, los alisios canarios, la tramontana balear o del Ampurdán, etc. Junto a esa manifestación eólica, vuelvo a la brisa la cual tiene capacidad de generar algo muy placentero, vivificador y que, asimismo, da limpieza al ambiente… también al interno. Además, cuando es prolongada -y a aquellos que somos de valle o, especialmente costeros, lo sabemos bien- tiene unos efectos beneficiosos para el cuerpo y, aún más, para el espíritu. Como una caricia.

Tras muchos años de estancamiento y polución alarmante, por vez primera, se percibe que pudiera haber vientos de cambio o brisas purificadoras en un país que ha envejecido mucho desde la transición. Y esas nuevas expectativas tiene un nombre y una razón: Podemos.

Frente a la prolongada resignación, la movilización social y ciudadana de miles de personas profundamente demócratas, y apelando a la dignidad, generó una ilusión colectiva inusitada. Al igual que a los atléticos hace dos años, se empezó a creer que sí que era posible que las cosas cambiasen y que no fuesen los de siempre los que, sobre su poderío económico y de influencias, siguieran apropiándose de todo.

Lo vivido el 15-M en Sol (eran tiempos del Procónsul de la U.E, Zapatero) es algo histórico. Motivos y hartazgos tan variados como abundantes, confluyeron. Una ola y otra y otra, empezaron a juntarse y converger en una marea de cambio frente al inmovilismo de los que llevan años. Desde el desprecio, estos les dijeron: “Es muy fácil protestar; creen un partido y preséntense a las elecciones”. Así lo hicieron.

Trabajaron desde la base, aun con lo que suponía configurar una estructura en la cual lo que era hasta entonces era más parecida a una asamblea universitaria o vecinal deliberativa. Pero debían constituirse en alternativa cierta y real. Organizarse aunque supusiese alejarse algo de principios originarios muy participativos, ajenos hasta entonces a los partidos. El gran resultado en las elecciones europeas hace año y medio, provocó el temor y reacción de la importante oligarquía que gobierna este país. Esa es la gran traición del PP y PSOE: haberse sometido a la dictadura de unos poderes oscuros ajenos al pueblo y a la democracia.

Se produjo entonces un gran despliegue de los poderes financieros para frenar aquella nueva fuerza. La apuesta decidida del IBEX y lo que controla (entre ellos todos los medios informativos, salvo los digitales), lanzó lo que el presidente de un banco (el de Sabadell) declaró pública y muy sinceramente hace año y medio: “Hay que crear un Podemos de derechas”. Parafraseando al Génesis, pasó una tarde, pasó una mañana y creose Ciudadanos. Acaso, mirándose permanentemente en el espejo, su líder piense que es suyo el mérito. Pues no. La idea, la financiación y todo era un medio de evitar que el ideal de cambio fuese asumido en exclusiva por unos jóvenes “peligrosísimos”.

La campaña de los medios en este tiempo ha sido inauditamente favorable a un partido nuevo que venía a sostener la caída de los otros dos de siempre. Al tiempo, fue inusitadamente hostil frente a los también nuevos pero “subversivos”. En algunos casos, junto con errores propios de éstos, eso produjo efectos. No obstante, también sé de personas que ante lo burdo de tanto ataque constante, se acercaban más a Podemos en la medida en que eran atizados con tanta saña.

Pero tras esos “muchachos”, o mejor dicho, junto a ellos, estaban millones de gente corriente y muy variada. Ante todo, los más excluidos pero no solo ellos. También, como movimiento trasversal, aquellos que desde diversas opciones en el pasado y diferentes profesiones se rebelaban ante el secuestro de la democracia. Ese debate de apertura les debió costar jirones internos en esos jóvenes muy mayoritariamente provenientes de una izquierda muy ideologizada y teórica.

Hubo gente que perdió el miedo y en el sistema de “círculos” ellos retroalimentaban su ilusión y de los que desfallecían. Y se abrieron a otros. Renunciaron o retocaron algunas propuestas iniciales (los q les criticaban, volverían después a hacerlo por matizarlas) y encarnaron la idea de revitalización de un “Estado Social y Democrático” y el propósito de construir una “sociedad democrática avanzada”, términos estos que emplea la Constitución de 1978, revisable para fortalecer aún más los derechos sociales.

La incorporación de algunos candidatos provenientes de sectores profesionales “respetables”, sería después una apelación a la tranquilidad. Pero junto a esos, otros también colaboraban de forma diversa, libremente y ejerciendo una responsabilidad cívica. Hace casi un año, observando esto, cualquiera fuese su resultado posterior, en este diario.es publiqué un artículo titulado “Podemos, indispensable”. Era una reflexión objetiva aunque inevitablemente hecha desde la subjetividad que todos tenemos en nuestra mirada, en nuestras percepciones. El que quiera aparentar absoluta objetividad, miente.

Tanto entonces como después e incluso ahora, tal y como a veces lo critiqué, hay cosas que deben mejorar, corregir errores y contradicciones y riesgos que evitar en ese partido político con elementos de movimiento social. Pero ahora es ya el momento decisivo de buscar no lo perfecto (que no existe) sino de generar empatías. Y como también escribí en este medio hace meses, solo dos son las opciones que hay en estas elecciones: El continuismo y el cambio real. El primero lo representan los fosilizados de cartón piedra del PP y el PSOE. Y también Ciudadanos.

Lamentablemente para muchos votantes de buena fe estos últimos representan, bajo una apariencia de disfraz, más de lo mismo. Son muletas del PP y, en este sentido, son, aún incluso, más de derechas y socialmente peligrosos porque los favores se pagan y ellos deben mucho a los poderosos. Las desigualdades, no les preocupan, cuando es una de las peores lacras que deja este PP. En otros temas son pavorosos como la idea de que para acabar con la politización en la justicia, lo mejor es cargarse la independencia del Poder Judicial y atribuir las competencias del Consejo al Gobierno. Junto a ello, es estremecedor su silencio en criticar cosas evidentes como que el acortamiento de plazos de instrucción procesal va a generar más impunidad.

Es muy claro que no existiría Ciudadanos como fuerza emergente si Podemos no hubiese levantado en solitario, aún con errores, reitero, la bandera de la regeneración profunda. No habrían sus inspiradores diseñado aquel, ni financiado ni nada. Sólo existiría una elevada abstención, nada de emoción ni incertidumbres en cuanto a resultados electorales y la gobernabilidad ni en cuanto a futuros pactos, si la movilización del pueblo desde la educación, la sanidad o los servicios públicos, no hubiese puesto en marcha ese viento fuerte y purificador, ni esa brisa que ha calado en muchos corazones y cerebros.

En esos mantras que se repiten como diseño electoral, frente a la broma del PP de presentarse como un partido de “una España en serio”, Podemos, sin colgarlo de unos carteles que no tiene en las farolas, está insistiendo en sus actos de cierre electoral, en una idea “id a votad con una sonrisa”. Es, dicen ellos, la sonrisa del creer que se puede, que es posible hacer realidad un sueño, en la sonrisa de la confianza. Tengo dudas cuantos voten PP y PSOE puedan hacerlo con una sonrisa sincera en el futuro y no con resignación histórica o puramente a la contra. También se aprecia que la sonrisa del líder del sucedáneo que es Ciudadanos es impostada, muy estudiada y puramente telegénica, aunque votantes a los que respeto profundamente, le crean.

Son escasos días y no sabremos lo que las encuestas (que han sido como nunca, más actos de manipulación que termómetros fieles) nos depararan este domingo. Acaso, los resultados para aquellos que apuestan por el cambio, no son los que les gustarían pero es indudable que ha sido el llamamiento constante del “¡Sí se puede!” lo que ha dinamizado, al menos, el presente y que llevó a otros hasta copiar algunas propuestas Y solo eso, ya es meritorio. Que unos y otros, quienes ganen, quienes pacten, quienes influyan, ojala las cumplan. En todo caso, dejen a quienes quieren soñar con el Viento y la Brisa purificadora.

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