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Volver a la televisión de Zapatero

Zapatero: decisión sobre Aquarius es un mensaje a UE para afrontar migración

Javier Pérez Royo

De todos los presidentes del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero ha sido, en mi opinión, el que más sensibilidad ha tenido en lo que al ejercicio de los derechos fundamentales se refiere. En ningún momento desde la entrada en vigor de la Constitución hemos tenido una interpretación tan favorable del Título I como en sus años en la presidencia del Gobierno. La ley de igualdad, la ley de plazos, el matrimonio entre individuos del mismo sexo, la ley de dependencia... y la renuncia a la RTVE como una prima a la posesión del poder. Únicamente en los años de José Luis Rodríguez Zapatero RTVE se ha asemejado a lo que debe ser un servicio público de televisión en una sociedad democrática.

Una vez que el PP recuperó el Gobierno en las condiciones en que lo hizo, no solamente con una mayoría aplastante en las Cortes Generales en noviembre de 2011, sino habiendo obtenido también una mayoría aplastante en las elecciones municipales y autonómicas de mayo del mismo año, estaba claro que era cuestión de tiempo, de poco tiempo, que el Gobierno recuperara el control de RTVE e hiciera uso de la misma, como se había hecho en el pasado en general y de manera especial en el segundo mandato de José María Aznar, en el que la manipulación de la información llegó a tal extremo con Alfredo Urdaci al frente de los informativos que se produjo la primera condena judicial al ente público, con ocasión de la información sobre la huelga general de 2002.

La trayectoria de la RTVE en la España democrática ha sido manifiestamente mejorable, pero en los años de Gobierno del PP ha sido lamentable. Me permito recordarle al lector que Manuel Fraga premió a Alfredo Urdaci en enero de 2004 por la cobertura informativa de RTVE del desastre del “Prestige”.  Y en los últimos años de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno ha sido peor que en ningún momento anterior. En esta legislatura ha intentado por todos los medios torpedear cualquier posible respuesta razonable para que el servicio público de radio televisión fuera un auténtico servicio público. Votaba la necesidad de la renovación para no quedarse solo en el Pleno del Congreso y la torpedeaba a continuación. Ha impedido la renovación de la dirección del ente público, porque sabía que, con la composición del Congreso de los Diputados, era imposible que pudiera imponer su voluntad. De ahí la obstrucción. El cálculo que hacía el PP  para la renovación de la dirección de RTVE era el anticipo del resultado de la votación de la moción de censura. Solamente embarrando el terreno de juego, podía evitar su derrota. En juego limpio, perdía. La moción de censura vino a confirmarlo.

En lo que a la RTVE se refiere, la reacción del PP tras la moción de censura, con la ayuda de Ciudadanos, es volver a embarrar el terreno y jugar sucio, con la finalidad de que no sea la mayoría democrática del Congreso de los Diputados la que pueda decidir sobre la forma de renovación de la dirección de la RTVE. Haciendo uso de la mayoría de la que disponen en la Mesa han acordado unas normas para la designación de los expertos que tienen que fijar las reglas del concurso público, para prefigurar un contenido de las mismas que sea el más favorable para ellos.

Afortunadamente estamos en otro momento y me parece que la operación no les va a salir. Los ciudadanos en general y los trabajadores del ente público en particular no nos merecemos una radio televisión pública como la que hemos tenido que sufrir durante estos últimos años. Hay que volver a los años de José Luis Rodríguez Zapatero. Así debe ser desde el momento en que se aplique el Real Decreto-ley aprobado por el Gobierno en el Consejo de Ministros el viernes pasado. Ese va a ser si no el mejor indicador, sí uno de los mejores, sobre el compromiso del Gobierno presidido por Pedro Sánchez con la regeneración institucional que tanto necesita el país. Este compromiso, además, es gratis. Hay que tener simplemente la voluntad política de poner fin al juego sucio y de no utilizar la radio televisión pública como un botín.

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