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Cuando el dedo señala la luna, la izquierda mira el dedo

Barbijaputa

Los votantes conocemos todos los partidos disponibles para las elecciones, esto es así. Bueno, a lo mejor no todos, porque son mas de 70 los que se presentan, pero sí conocemos muy bien a los principales. Bueno, a lo mejor tampoco mucho. Pero que conocemos más a unos que a otros, eso ya sí.

Al que más conocemos –a pesar de su poca antigüedad– es a Podemos, cuyos ideario y dirigentes han sido desglosados y desmembrados en platós, periódicos, programas de radio y plazas de pueblo. Yo misma he participado en el festín, vaya. Pues menudos somos los españoles para criticar.

Conocemos todo lo que queremos y lo que no queremos: nombres, apellidos, cuentas bancarias, relaciones amorosas, currículums, pasado, presente y futuro. Cuantos más datos nos daba la prensa, más queríamos. Cuanto más mostraban ellos mismos en su portal de transparencia, más dudas teníamos; cuanta más información, más críticas. “Ahhhmigo, conque una casa en Segovia en propiedad en vez de alquilada”. “Ah, conque una beca de 1.800 euros en vez de un trabajo de mileurista”. “Vaya, conque un Clio de segunda mano en vez de una bici”. “Si es que son como todos”.

Esa sed de saber con Podemos ha hecho que parezca hasta lícito el hecho de que se haya tachado de falsos y sin ninguna prueba los currículums de sus dirigentes en portadas de periódicos de tirada nacional e incluso innecesario que esos mismos medios rectificaran sus errores. Hasta que alguien, quizá del Gobierno, quizá no, se apuntó al carro del todo vale y filtró información privada de Juan Carlos Monedero –no olvidemos que Monedero aún es solo un ciudadano y, a este ritmo, es lo único que va a ser– para que los ciudadanos supiéramos hasta el mínimo detalle de las idas y venidas de este partido.

Pero bien está, porque los españoles merecemos saber, claro, pues solo faltaba... Igual nos hubiera gustado saber con esa profundidad qué se cocía en otros partidos, pero bueno, todo llegará. Seguramente. Esperemos. Sentados.

Mientras el todo vale del Gobierno y los medios valía, se nos olvidaba –y desde varios frentes nos ayudaban a olvidar– que la derecha no necesita organizarse ni debatir; que la derecha vota, y vota siempre. Y si no es a A, será a B. Da igual dónde se esconda B, lo encontrarán. Da igual que B esté dirigido por una cabra montesa o que su logo sea el Ojo de Sauron; da igual todo, si B es derecha, B está bien. La derecha no necesita que B lleve la cara de su representante en la papeleta, no necesita reuniones multitudinarias ni marchas de Neptuno a Sol, solo necesita un discurso con las palabras “inmigrantes”, “despido libre” y “aborto” colocadas en el orden correcto, y B estará bien. Y si su cabra montesa no parece salirse de los cánones de las cabras montesas, B es incluso perfecto. Y la derecha española ya ha encontrado a B.

Mientras el todo vale valía, se nos pasaba que a la derecha solo le importa una complementaria si hablamos de la renta de un rojo y que solo es terrible lo que sufre un extranjero si su Gobierno es socialista. Se nos olvidaba que, mientras nos señalaban Venezuela –preocupadísimos por lo mal que lo están pasando–, muchos abandonaban el barco del PP para alinearse con su marca blanca, cuyo discurso poco o nada cambia entre ellos, y que pretende las mismas cosas que ya tenemos, como no dar cobertura sanitaria a inmigrantes –¡aunque sean venezolanos!... Qué cosas–.

Al parecer, en la derecha y –en sus muchos medios de comunicación– los ciudadanos solo importan cuando están en su país de origen y dejan de importar cuando hacen algún movimiento migratorio. Por eso ponen el grito en el cielo cuando los venezolanos lo pasan mal en Venezuela pero retiran la tarjeta sanitaria a venezolanos en España. Por eso los españoles que vivimos en España tenemos tarjeta santaria pero te la retiran si te vas al extranjero. La derecha es un poco como las plañideras contratadas antiguamente en los funerales, lloraban y gritaban por la muerte de un fulano que no habían visto en su vida solo porque eso les daba de comer. Por eso, si quieres abortar, la derecha te criminaliza pero, si das a luz, se desentiende de ti y de las necesidades de tu criatura. A todo esto hay quien lo llama hipocresía y falta total de empatía, ellos lo llaman “responsabilidad” y “patriotismo”.

Mientras el todo vale valía, subestimamos –y nos ayudaron a subestimar– la capacidad de recuperación de un sector de la población huérfano de este voto –porque para muchos el PP ya no era una opción– cuya ideología se basa en la privatización de los beneficios y la nacionalización de las deudas y en el tanto tienes, tanto vales. Un sector de la población cuya convergencia no necesita de plataformas ad hoc ni de semanas y asambleas para debatir nada; solo un chico bien peinado con camisa blanca diciendo bien claro que los inmigrantes no tienen cabida en nuestro sistema sanitario y un partido cuyo programa electoral parezca dictado palabra por palabra por la CEOE en el apartado laboral. Un sector de la población que puede que no sean mayoría pero que se organizan de forma tan perfecta y autómata que han conseguido aumentar en un 30% el número de afiliados de Ciudadanos en un mes.

Lo innegable es que la derecha ha estado reagrupándose mientras que en la izquierda nos robábamos el nombre de agrupaciones como hienas, y, aunque ahora vinieran todos los medios que han tejido conexiones entre Podemos y Venezuela para mostrarnos las conexiones que sí hay entre Ciudadanos y el PP, da igual, porque la derecha ya tiene a B. Y B está bien. Y su cabra montesa y el Ojo de Sauron no importan, porque B es de derechas y no hay más que hablar.

Cuando el dedo señala la luna, los de izquierdas miramos el dedo y los de derechas, la luna. Y esto tiene que tener su recompensa.

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