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Puedes ser tú mismo

Portada 'Trapped'

Barbijaputa

Una chica ha denunciado a los miembros de un grupo de whatsapp por escribir frases como “¿Y si nos marcamos una manada?”, “¿cuál es nuestro oficio? violar, violar, violar” o “¿Quién trae la burundanga?”

No creo que a nadie le queda duda a estas alturas de que esto no es algo puntual que ha pasado en un lugar en concreto. Pasa en todas las ciudades y en cualquier momento, pasa fuera y dentro de redes sociales. Lo único fuera de la norma en esta historia es que ella ha decidido denunciarlo. El resto es la misma historia de siempre, esa historia que muchos siguen tomando como “cuentos victimistas” del feminismo. 

Lo que pasó en ese grupo de Whatsapp va más allá de un chiste machista. Incluían nombre y fotos de una mujer en concreto, y el deseo colectivo de los hombres del grupo era claramente el de ejercer poder y control sobre el cuerpo de la chica: violarla, dejarla “media muerta” y entre “espasmos”. 

Ellos mismos, al igual que los integrantes del grupo de Whatsapp de La Manada, usaban nombres de animales para hacer analogías, como para justificar su “instinto”: 'El águila mata y el buitre folla'.

¿Qué decir a esto, cuando son las instituciones muchas veces las propias encargadas de fomentar el especismo y achacar las conductas de los hombres a animales que nada tienen que ver con ellas?

Por supuesto, ninguno de ellos son animales, ni locos, ni tienen ningún problema de adaptación social o similar. Son hombres. Pertenecen al 50% de la población los que hablan, sienten, piensan y actúan así. Es machismo. Es la prepotencia de creerse mejor y más poderosos que las mujeres. Es misoginia interiorizada a base de escuchar a otros, de inflarse a porno machista (como el 99% del porno existente), de ver situaciones de abuso y normalizarlas, de ser educados para mostrarse muy macho, muy agresivo, muy varonil, muy “sexual”. 

Son simplemente hombres, y todas y todos conocemos o hemos conocido a muchos así.

Puede ser tu sobrino, después de haber visto a su padre tratar toda la vida a las mujeres con condescendencia, de escucharlo soltar bufidos y bravuconadas con mujeres en la tele. 

Puede ser el marido de tu hija, ese que monopoliza las comidas con temas como el fútbol, su trabajo y el tuyo, e ignora a las mujeres de la mesa para mirarte sólo a ti o a los hombres presentes. Ese que cuando acaba se echa hacia atrás y espera a que las mujeres recojan.

Puede ser tu compañero de trabajo, ese que te pasa fotos de mujeres hipersexualizadas en posturas imposibles -a veces-, humillantes para ella -siempre-.

Puedes ser tú mismo. Con tus pocas ganas de “jaleo”, callándote con el marido de tu hija, siguiéndole la corriente y esperando a que acabe y se vaya. Puedes ser tú sin responder a tu compañero de trabajo que no te vuelva a enviar emails misóginos.

En el machismo, o tienes un actitud activa contra él, o eres parte del problema. Porque todos nos encontramos con situaciones parecidas en nuestro día a día, nadie se salva. Lo que nos diferencia a unos de otras es que las consecuencias las pagamos sólo nosotras.

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