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Que se besen

El beso en la boca entre Pablo Iglesias y Xavier Domènech

Cristina Pardo

De todas las estampas que nos ha dejado el debate de investidura, que han sido muchas, me pareció realmente divertida la cara de estupefacción de Luis de Guindos ante el morreo de dos diputados de Podemos. Se mezclaban en esa foto dos generaciones, dos maneras radicalmente distintas de vivir la política. De un lado, el Ministro de fuertes convicciones religiosas poniéndose como un tomate ante el beso entre dos hombres, casi sufriendo. Recordaba a esos padres que se sentaban ante la tele con sus hijos adolescentes y sin percatarse de cuántos rombos tenía el programa en emisión, se encontraban de pronto con una teta en la pantalla. Frente a los calores del Ministro, dos personas de una generación que es más tolerante y abierta, dos diputados que además saben cómo acaparar portadas y que parecen disfrutar de la timidez de sus mayores.

Es en parte comprensible lo de Luis de Guindos. Acostumbrado a los números y a los pasillos grises y anodinos de Bruselas, no se lo imagina nadie asaltando los morros del Presidente de la Comisión, ni siquiera para celebrar una relajación en los objetivos de déficit. Quién sabe. Igual nos hubiera ido un poco mejor...

Al final, detrás de ese beso y del impacto que lo eleva a primera línea en los medios de comunicación, se esconde un debate de investidura que no ha servido para casi nada serio. No vale que diputados de un mismo grupo se profesen semejante muestra de afecto, cuando lo que necesitamos es un beso con lengua entre parlamentarios de partidos distintos. En nada se traduce que se quieran entre iguales, si luego no se mezclan con el resto en la mesa de negociación. Lo que hace falta para que haya gobierno es una gran bacanal. Sobre todo cuando los partidos nuevos defienden que estamos ante un momento histórico equiparable al de la Transición. Si de verdad se lo creen, habría que contar con todos en mayor o menor medida, poner en valor el pacto y las concesiones sensatas al contrario.

En todo caso, no termino de entender por qué nadie quiere facilitar un gobierno, simplemente una investidura, para sacar rédito de manera inmediata. Permites con tus votos que haya un Presidente, que a partir de ese momento queda a tu merced por las limitaciones aritméticas. Le tumbas las iniciativas parlamentarias que consideres oportunas, le cambias las que te parezcan aceptables y encima, puedes ejercer una firme y cabal oposición frente al desgaste de la bancada azul. No digo que sea la mejor solución, pero tampoco sé por qué ningún grupo la contempla con cierta naturalidad.

En esta situación de bloqueo, que si nadie miente nos llevará a otras elecciones, no me sorprendería que haya quien se debata entre dos posibles opciones: gritar que se besen, que se besen para animar la fiesta y propiciar el acercamiento del personal; o hacer como Labordeta, que era un tipo único, serio, entrañable y consecuente, y una noche terminó mandando a sus señorías directamente a la mierda.

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