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Con las bragas en la mano

José María Calleja

En un verano aciago por los crímenes de género, cuando la policía investiga si el último asesino machista, que estranguló a dos mujeres en Cuenca, lo hizo sólo, o con la cobertura de otros, va una concejala del PP de Málaga y dice que “las niñas van con las bragas en la mano para que se sequen”.

Estas palabras no parecen una muestra precisamente de sensibilidad, ni de solidaridad, ni de leve empatía, con las mujeres asesinadas por hombres en este verano y que nos lleva a 32 -25, según otras contabilidades- las mujeres que han sido asesinadas por hombres en lo que va de año. ¡32 mujeres asesinadas en ocho meses aún no concluidos!

Este diario ha informado por extenso de los detalles de esta matanza, que de haber afectado a cualquier otro tipo de personas hubiera provocado una reacción entre políticos, en los medios de comunicación y entre ciudadanos de incomparables  mayores proporciones.

Las palabras de Teresa Porras, así se llama la concejala machista, me recuerdan aquella sentencia en la que un juez fue capaz de escribir: “la mujer se puso en disposición de ser utilizada sexualmente”; es decir, que vestía una minifalda, se explicaba después en el mismo fallo. O a aquellos supuestos consejos difundidos hace un par de años por el todavía ministro de Interior -el que habla con Rato-, cuando desde su departamento se lanzaban propuestas del tipo :“cierra los visillos”, “cómprate un silbato”, si quieres evitar las violaciones, en el primer caso; o quieres impedir que se consume la violación, en el segundo.

La concejala malagueña del PP, prototipo del modelo argumentario  derechista “sin complejos”, se ha reafirmado en sus palabras cuando ha sido repreguntada. Da la sensación de que contestará lo mismo si le hacen la pregunta cien veces y que no piensa que en ninguna de sus respuestas debería denunciar los asesinatos machistas que se producen casi a diario este verano.

Asesinatos machistas que son la primera causa de muerte violenta en este país, mal que les pese a alguno de los lectores de este periódico, que es leer frases como esta y lanzarse raudos a echar la culpa a las mujeres, o ponerse a empatar asesinatos de mujeres con otros de los que nunca revelan la contabilidad.

Las mujeres víctimas de abusos, malos tratos, o intentos de asesinato, son las únicas víctimas en este país que tienen que dar explicaciones. Cualquier otra víctima es comprendida, reparada, indemnizada, puesta en la tele para que pida venganza no revisable entre el aplauso general.

En las mujeres víctimas de la violencia de género nos encontramos con que muchas de ellas aún no existen como tales víctimas, que cuando vencen el miedo paralizante y denuncian, es probable que en alguno de los escalones policiales, o judiciales, se tope con alguien que enarque la ceja y, por ejemplo, le haga repetir la denuncia varias veces, por si coinciden las palabras, no vaya a ser un infundio histérico.

También se puede encontrar la mujer agredida con gente que le anime a retirar la denuncia, que no trae mas que líos, dirán; o con presiones familiares para que desista y perdone una vez más. Mejor callada y torturada que habladora en la plaza pública.

Ya sabemos, hasta la náusea, que a las mujeres las asesinan hombres con los que tienen o han tenido un vínculo; ya sabemos que hay mujeres que una vez dado el salto de denunciar maltrato, en demasiadas ocasiones retiran las denuncias, asustadas por el Himalaya que se les presenta; ¡sabemos que hay hombres que asesinan a sus hijos como forma de matar en vida a sus mujeres! Método vicario de ejercer la violencia de género. Sin embargo, las mujeres siguen siendo percibida como culpables de sus torturas en demasiados casos.

“Marina lo calentaba”, ha dicho el presunto encubridor Istvan Horvath para referirse a Marina Okarynska, asesinada presuntamente por quien fue su novio, Sergio Morate. Éste ha dicho que la otra mujer asesinada, Laura del Hoyo, “no tenía culpa”. Lo que implica decir que Marina sí la tenía, que algo habría hecho para merecer ser estrangulada.

Los asesinatos de mujeres a manos de hombres con los que tienen o han tenido un vínculo constituyen la principal causa de muerte violenta en España. Un destrozo que no llega al discurso político ni a las conversaciones de la gente y que en demasiadas ocasiones es abordado por los medios de comunicación como si de un suceso se tratara, recreándose en lo escabroso.

En este clima de terror que sufren tantas mujeres no puede haber un cargo público, una mujer concejala, que diga que las niñas “llevan las bragas en la mano”.

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