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¿Están de broma?

José María Calleja

La brillante idea del PP  de convertir con urgencia al Tribunal Constitucional en un agente del conflicto político que se vive en Cataluña, es un atropello y un error que facilita munición a la lista en la que Mas se esconde.

El procedimiento de urgencia adoptado para ese cambio de enorme envergadura, el que no haya habido el menor debate con ninguna otra fuerza política, el que se haya presentado ante los medios por alguien (Albiol) que no es diputado, sino candidato de un partido, ofrece una imagen en la que se mezclan el electoralismo, la torpeza y la falta de escrúpulos democráticos.

No se si el anuncio, en un mismo día, de la reforma express del TC y la foto de Rajoy en vaqueros con Merkel forman parte del mismo paquete informativo electoralista con el que el PP pretende recuperarse de la hemorragia de votos sufrida en el último año. No se si esta urgencia contundente dará votos a Rajoy, pero parece evidente que permitirá a Mas volver a tirar de victimismo.

“La broma se ha terminado”, ha dicho Albiol con un tono chulesco que en él es redundante.

No se quién pensaba que esto era una broma. Yo me encuentro entre los que ven este asunto como algo muy serio, que causa preocupación y que exigía desde hace años vías políticas de solución, o por lo menos de arreglo ante la imposibilidad de encontrar una solución.

Me preocupaba que en Cataluña hubiera un grupo creciente de personas que quisiera romper con el resto de España.

Me preocupa y me duele que gente que es de izquierda, progresista, defensora de lo público, vaya mezclada en una misma lista con un liberal, con un Mas que ataca lo público, que ha desmantelado buena parte de la sanidad pública catalana, que es un pijo, muy de derechas. Que gente honrada vaya de la mano con un elitista que forma parte decisiva de un partido corrupto hasta los tuétanos.

Parece seria también la posibilidad de que Cataluña quede fuera de la Unión Europea, como ha dicho un integrante de la lista en la que Mas va el cuarto.

Me preocupa el deterioro de la convivencia, hasta ahora ejemplar, que se pueda estar produciendo en el seno de la sociedad catalana y el rechazo y el enconamiento que se pueda dar en el resto de España.

Nada de esto, y muchas más cosas que se pueden decir, es una broma. El asunto es tan grave que el PP no debería intentar aprovecharlo para hacer electoralismo con su candidato en Cataluña, omnipresente día tras día en las televisiones; para hacer electoralismo con Rajoy, que esta hablando más en los últimos quince días que en toda su vida política anterior.

El Tribunal Constitucional tiene como misión regular el conflicto entre instituciones, resolver sobre asuntos de inconstitucionalidad, actuar como árbitro, pero no puede ser 'el primo de zumosol'. Y, sobre todo, no se pueden cambiar las reglas del juego en el último minuto del partido, solo, sin consenso, de forma grosera y tosca.

Ya existen tribunales ordinarios, ya existe la posibilidad de inhabilitar a alguien que cometa un determinado delito. No se pueden cambiar a empujones las tareas del Tribunal Constitucional, sin contar con ningún otro partido y con un puro afán electoralista. Es un atropello y es un error.

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