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La cara oscura del Ratoncito Pérez

Loreto Arenillas/Julio Martínez-Cava

Candidatura Claro Que Podemos para el Consejo Ciudadano de Madrid de Podemos —

A quien haya caminado por la calle Arenal de Madrid no se le habrá escapado que en el número 8 hay colgada una placa conmemorando al Ratoncito Pérez. La historia de este entrañable roedor es bien curiosa: a los ocho años el rey Alfonso XIII perdió un diente y la Corte pidió al jesuita Luis Coloma que le escribiera un cuento al pequeño rey. En la historia, Pérez convierte al rey en ratón para poder invitarle a tomar el té en su casa – la famosa caja de galletas situada en la calle Arenal –. Tras un agradable rato, el ratoncito Pérez se lleva al rey-ratón a conocer la ciudad, tomando como primera parada  la casa de un niño pobre. El rey-ratón queda impactado y, desde esa tierna inocencia que nos caracteriza de pequeños, sufre el shock de descubrir que existe la pobreza. A su vuelta a casa, arropado aún por la sorpresa y la vergüenza, le pregunta a su madre: “¿pero si somos hermanos por qué yo tengo todo y ellos nada?”, a lo que ésta le responde: “porque tú eres el hermano mayor, y tienes más para garantizar que ellos no se queden sin nada, para cuidarles”. Detrás de una costumbre de la que tantos hemos disfrutado se asomaba una realidad social que hoy no nos resulta tan lejana.

Como a la generación de la preguerra, a los que crecimos en los 90 nos han contado muchos cuentos. Cuentos que decían que si nos esforzábamos y estudiábamos, viviríamos mejor que nuestros padres y abuelos. Cuentos que decían que el país iba muy bien, que no nos preocupásemos más que de trabajar y estudiar, porque la política ya la harían los que saben, esos “hermanos mayores” encargados de “garantizar que no nos quedásemos sin nada”.

Como la distancia que separa Disney de los Hermanos Grimm, nuestra generación tardó poco en encontrar la cara oscura del cuento: si al final el futuro no nos cubría de rosas es que estábamos “infectados de ninismo”; si sentíamos la necesidad de querer ser escuchados, es porque nos había devorado ese “totalitarismo asambleario” que decía la Tatcher española. No consiguieron pararnos, y seguimos protestando y movilizándonos por nuestros derechos. Y como con palabras no conseguían callarnos, promulgaron nuevas leyes, leyes para aumentar su seguridad y nuestras mordazas.

En un contexto social de lapidación de derechos sociales y libertades – cargando con uno de los sistemas de tasas universitarias más caros de Europa, con el bestial incremento de las tasas de formación profesional, con la tasa más alta de desempleo juvenil de la Unión Europea y concentrando especialmente la precariedad laboral – nos vimos obligados a volvernos expertos en el trabajo de buscar trabajo. Nos volvimos especialistas en nadar en el bucle que lleva de contrato basura a la falta de contrato ad infinitum. Licenciados en precariedad. Auténticas máquinas de fabricar silencios incómodos cuando nos preguntan qué planes de futuro tenemos. No podemos decirlo de otra manera: nos han robado el derecho a crearnos un proyecto de vida.

Para muchos jóvenes el día a día se ha convertido en un laberinto en el que te rompes la cabeza buscando las soluciones, entre expectativas frustradas y alguna que otra esperanza incierta. Como un puzzle al que le faltasen piezas, la juventud en la que más se ha invertido en la historia de este país mira hacia el mañana y sólo ve las escaleras de Escher. Según estimaciones – porque nunca hubo voluntad política de estudiar cifras reales – un tercio de millón de Indianas Jones sueltos por el mundo, puro espíritu aventurero, el orgullo de un país.

Por eso no seguimos esperando soluciones en las que no participemos. La vieja política huele a naftalina de despachos cerrados, nosotros queremos rejuvenecer la política. No tenemos “juventudes” en Podemos, porque no queremos que nos aíslen de las decisiones importantes de la organización, porque juntos/as queremos construir el proyecto político que saque a flote nuestro país. Nos vendieron la moto de que eran los jóvenes los que no se interesaban de lo político y miren, aquí estamos. Trabajamos diariamente, codo con codo, con gente de distintas edades, lo que nos posibilita compartir experiencias que nos enriquecen mutuamente, haciendo de Podemos una herramienta para las mayorías  y que vale igual a los jóvenes que a los mayores.

Desde el 15M la juventud tenemos la mala costumbre de colarnos en la fiesta sin que nos inviten, sabiendo que el vértigo que nos revuelve el estómago leyendo las encuestas, o el miedo que teníamos de gobernarnos a nosotros mismos, es parte del mismo juego que nos mantenía atrapados en ese laberinto. Apretamos los dientes: el año que viene llamaremos a la puerta del Ayuntamiento.

Que no nos cuenten cuentos, porque ya no tenemos miedo. No queremos “hermanos mayores” porque somos la ciudadanía en mayoría de edad política. Como bien recordaba Guillermo Zapata: “No pueden representar lo popular porque lo popular hoy son desahucios y recortes y [ellos] jamás han estado de ese lado de lo popular”. Se acabaron los futuros de arenas movedizas: 2015 será el año del cambio. Caminando con tantos otros compañeros/as a nuestro lado, haremos que Madrid sea ciudad para jóvenes

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