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“La chanson des caganers”

Maruja Torres

Hoy tengo que confesar a la querida parroquia que sufro uno de los males transitorios -espero- más feroces que pueden atacar a un o una columnista: el arrasado de neurona por invasión de tema chorra, pero omnipresente, a la par que ingrávido. También llamado obstrucción de colu.

De veras, gente, estoy poseída, pero con muchas eses. Posssseída.

Sirva como ejemplo este mismo día miércoles en que, mientras escribo, vago y peno porque no hay sesión en el Parlament. Me duelen los ojos de mirar sin verlo, reniego de mí: y os envidio a vosotros, los no socios que me leeréis en jueves, porque ya tendréis la radio o la tele conectadas para mirar la función en directo. ¿Lo veis? Regreso al futuro para añorar el presente y poder así seguir los pasos con que nos regresamos o hundimos en el ayer.

¿Qué puedo hacer para aliviar la espera?, os pregunto desde mi miércoles. Me pongo imágenes de miles de banderas independentistas ondeando en el Camp Nou y me calmo un poco, pero no consigo dar con primeros planos certeros de las maniobras cartoneras de la multitud en el último 11-S. Por fortuna, obtengo una grabación muy perfeccionada de Singapur simulando océanos de cartulina, en su fiesta nacional de banqueros y tenderos. Intento recuperar los diálogos de una resistente del Born (1714) hablando de su desgracia con una rata (una actriz y dos ratas, que se turnaban para hacer gestos de desolación), que por las mañanas conmovieron a este país desde TV3. Los post del programa no aparecen, quizás algún infiltrado del enemigo los saboteó, pero, en compensación, hallo en Youtube aquella magnífica perorata de un economista local y entregado a la causa, que anunció que la Marina de Guerra china y la Marina Mercante china se liarían a hostias por hacerse con el puerto de Tarragona y convertirlo en la base desde la cual se apoderarían de Europa (y a todos pareció bien, un dolado polvenil, por así decirlo).

Necesito más alimento patriótico. Os prometo que ahora mismo, quizá mientras me hacéis la caridad de leer esto, estaré enchufada a la retransmisión en vivo -es un decir- de la reunión de vivos con que se nos obsequiará desde el máximo local de poder de Catalunya, aparte de la Caixa. Nunca me perdí uno de los debates del Parlamento libanés en torno a cómo no elegir presidente, o primer ministro -en eso están ahora- o gobierno, o todo a la vez: llevan años en ese juego fatuo de vanidosos enconados. Pero como hablan en libanés tenía que conformarme con interpretar su lenguaje corporal (lo mismo que hice con la rata, o ratas). Esto lo entiendo más. Vaya si lo entiendo. Como que nací y crecí aquí.

Necesito conocer el desenlace, pero también preciso -criatura criada con Hollywood que soy- que me cuenten lentamente lo que va a pasar. The longer, the best. Deseo que la trama se complique, que aparezcan otros personajes:

-¡Alto, en nombre de la ley, quiero hablar! -se levantaría Alicia Sánchez Camacho-. ¡Confieso que Xavi García Albiol es hijo mío y de Trías Fargas!

Sería fantástico, aprovechando que el pobre Trías Fargas (bella persona, añado) está muerto y no puede desmentir. De este cristiano, poco pujolista y poco amado por el padrinet, se cuenta que murió porque, cuando notó que su corazón fallaba durante su discurso en un mitin de CDC, pidió las pastillas, y Pujol mandó a su chófer a por ellas: “Pero da primero una vuelta a la manzana”, dicen los malvados que le aleccionó. No debemos creerla, pero es una calumnia salvaje muy catalana, que denota cómo se las gasta también aquí la clase política. Sucedió cuando el oasis -1989-, imaginad ahora.

No es verdad que los catalanes seamos sosos. Ya podéis verlo, somos divertidos hasta hacer sangrar.

Es una lástima que Rajoy y su frente múltiple todavía no hayan entendido que el mejor colofón para este evento, más que aplicar cansinamente Tooooda la Ley, sería que se nos comieran a besos.

Sólo introduciendo toda la lengua podrían, unos y otros, desatascarnos el colon.

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