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La conmemoración de la liberación de Auschwitz ¿qué nos aportará a los españoles?

Coronas conmemorativas en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau./EFE

Elsa Osaba

Querellante en la causa contra crímenes franquistas* —

Sí; este año se cumplen 70 desde que las tropas rusas, soviéticas entonces, liberaron, el 27 de enero de 1945, el campo tristemente famoso de Auschwitz-Birkenau, en el que todavía permanecían varios miles de hombres, mujeres y niños con un soplo de vida, a la espera de ser masacrados como otros, ya vilmente asesinados en días, meses, años anteriores.

Esta conmemoración, ¿qué nos aportará a los españoles?

Mantener viva la memoria es importante. Nos permite no olvidar y no repetir. Rechazar la negación y sobre todo aprender cómo la discriminación en todos los niveles afecta y daña a la sociedad. Enseña cómo podemos, a través del ejemplo de discriminación, odio y olvido, desaprender esos hábitos segregativos que hemos adquirido y construir una sociedad más sana y unida. La memoria viva no es únicamente la de las víctimas y familiares, sino que tiene que ser asumida por las instituciones del Estado, sea de la ideología que sea, como ocurre en otros países.

Hoy, en la memoria del Holocausto, el mundo rinde honor a los casi seis millones de víctimas judías y de otros grupos étnicos; prisioneros de guerra; gitanos; discapacitados; disidentes políticos alemanes y austriacos; homosexuales; republicanos españoles; en fin, de todos aquellos que sufrieron la persecución y la barbarie nazis. Hoy y aquí, pasados ya 70 años, y con pocos sobrevivientes, las instituciones administrativas españolas –salvo la tímida y sin desarrollar Ley de Memoria Histórica y el único homenaje en Mauthausen del presidente Zapatero– no reconocen a las víctimas del Holocausto español encuadrado en los crímenes que durante la guerra civil y después de ella cometieron los golpistas del franquismo.

Hace falta aplicar una ley de Memoria Histórica mucho más profunda, creíble, a todas las víctimas del genocidio franquista y reparar a las víctimas directas –¡qué pocas quedan!– y a sus familiares, que han sufrido tal tragedia y han heredado los traumas transgeneracionales.

Desmemoria y desprecio

Desmemoria y desprecio es lo que siguen sufriendo las víctimas y sus familiares. Hace dos años, en el Senado, se hizo referencia a los deportados españoles como “disidentes ideológicos”. Los disidentes fueron los sublevados franquistas, de cuyo ámbito descienden muchos políticos actuales. Los republicanos españoles fueron leales a su sistema de gobierno constitucional y legítimo y lucharon en inferioridad de condiciones por la democracia libremente elegida. En el 2010 las Naciones Unidas recomendaban que se debían preservar las historias de todos los deportados con sus testimonios orales en institutos, foros diversos y a través de monumentos... Cada Estado tiene el deber inalienable de proteger esos lugares de sufrimiento, mientras que en el caso de España el memorial de Mauthausen se erigió gracias a donativos de las víctimas y familiares.

Todos los años se rinde homenaje a las víctimas en Mauthausen, donde el Campo de los Españoles, de grado III, fue de los más duros. Veintiséis nacionalidades acuden allí con importantes delegaciones, formadas por autoridades civiles, cuerpo diplomático, militares y soldados de los tres ejércitos, flores, banderas… altos dignatarios y familiares rodeando a los sobrevivientes y honrando la memoria de las víctimas.

España da la nota discordante en cuanto a los honores; tres funcionarios: el embajador, el chófer que lleva el mástil de la bandera nacional y un tercero desconocido. El año pasado el Embajador no asistió, porque el viaje costaba 500 euros… Entre los familiares y el Amical de Mauthausen, se agradece la presencia de representantes catalanes.

Dijo el Secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en 2008: “Debemos también hacer algo más que recordar y velar porque las nuevas generaciones conozcan esa parte de la Historia. Debemos aplicar las lecciones del Holocausto al mundo actual y hacer cuanto podamos para que todos los pueblos gocen de protección y de los derechos humanos por los cuales luchan las Naciones Unidas.”

España sigue siendo diferente, como se decía en tiempos de Franco, y no ha cambiado. A todos los deportados, al llegar a los campos de exterminio y trabajo esclavo (Mauthausen; Gusen; Dachau; Büchenwald; Ravënsbruck; el famoso Castillo de Hartheim de experimentos humanos, etc.) se les arrebataban sus escasas pertenencias; se les despersonalizaba cambiando el nombre por un número; se les clasificaba en función de un supuesto delito.

Pero además los españoles recibían el “triángulo azul” de apátridas, pues Franco les borró hasta su nacionalidad. Dijo: “no hay españoles tras los Pirineos” e incumplió un precepto de todo gobernante: el de proteger a todos sus ciudadanos, allí donde estén. Pero no podía esperarse eso de él, que fusiló hasta poco antes de morir; que convirtió España en un gran campo de concentración de presos esclavos; que permitió que se robara a tantos miles de bebés; que apresó incluso a sacerdotes; que infligió torturas y permitió someter a experimentos biológicos; que hizo exiliarse a centenares de miles de españoles; que practicó el miedo como mejor instrumento de control de la población… El franquismo perdura, y por ello hay agresores, que se crecieron en la violencia y en la impunidad, que no conocieron el miedo, el terror o pánico, pero exigen de las víctimas olvido y perdón.

Víctimas, pero ¿qué víctimas?

Un Estado democrático tiene la obligación de garantizar protección y reconocimiento a las víctimas de crímenes de genocidio y lesa humanidad que no son prescriptibles. Así lo dicen las Naciones Unidas; la juez argentina María Servini de Cubría; las más prestigiosas asociaciones de derechos humanos españolas e internacionales....

Pero este año no debe limitarse a la celebración de un acto conmemorativo de un año más. Son 70 años sufridos, casi 40 de olvido democrático. Este año debe de ser un año en que el Estado cumpla el objetivo de conmemorar a todas las víctimas de aquellos años, sin hacerse cómplice de esos crímenes por un olvido intencionado.

Dice el Secretario de la ONU, Ban Ki-moon: “Las Naciones Unidas están plenamente empeñadas en esta causa. Prometamos pues cumplir el cometido de recordar el Holocausto y defender la dignidad humana de todos”.

No hay rencor de parte de las víctimas en la petición de verdad, justicia y reparación ni en el deseo de un reconocimiento equitativo. No quieren ser olvidadas ni relegadas. Exigen equiparación con otras víctimas, víctimas del terrorismo por las que se interesa –y está bien que así lo haga- el gobierno. Pedimos igualmente que la Ley de Amnistía deje de ser un escudo protector para los represores. Y que se cumpla en el Senado y en las Comunidades Autónomas el mandato de las Naciones Unidas de conmemorar el Holocausto de todos: judíos, gitanos, homosexuales, discapacitados, disidentes políticos, ¡y republicanos españoles!

*Elsa Osaba es hija de una republicana deportada en Francia. Tres de sus tíos acabaron en campos de exterminio nazi.

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