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Otro corralito no, por favor

Natalia Chientaroli / Natalia Chientaroli

A ver si les suena. Un Gobierno ahogado por la crisis, que supedita sus decisiones al pago de la deuda, que baja los salarios de los funcionarios y las pensiones, que alarga la edad de jubilación, que flexibiliza el mercado laboral para atajar un paro desbocado, que recorta en educación y sanidad, que elimina prestaciones sociales, que paraliza inversiones y que establece por ley el déficit cero. A mí, y a los cerca de 100.000 argentinos que vivimos en España, nos suena mucho más.

Todo esto pasó en Argentina en 2001, en vísperas de la suspensión de pagos más grande de la historia. Un hundimiento económico que dejaría a más de la mitad de sus habitantes bajo el nivel de la pobreza y una trampa financiera que se haría famosa en el mundo por su nombre: el corralito. En él se quedaron atrapadas 18 millones de cuentas bancarias.more

Desde hace semanas, las conversaciones que tengo con mi familia y mis amigos al otro lado del Atlántico empiezan indefectiblemente con una pregunta: “Che, ¿qué pasa con el corralito en España?”. Incluso algunos periódicos han hablado de la “preocupación europea” por la posibilidad de que Grecia (y detrás España) traten de frenar una eventual fuga de capitales acorralando los depósitos.

En todo caso, recordar cómo ocurrieron las cosas en Argentina puede ser más útil que pronosticar el futuro.

Cualquier parecido razonable…

  1. En 1999 toma posesión el Gobierno del presidente Fernando de la Rúa, que lidera una alianza progresista. Uno de sus primeros anuncios oficiales es que su predecesor, el peronista Carlos Menem, había maquillado las cuentas para presentar un déficit menor que el real, que era de 7.350 millones de pesos (o dólares, por la paridad cambiaria).
  2. Poco después de llegar al poder, y para sanear las cuentas, el Gobierno anuncia un aumento del IRPF, del IVA y de otros impuestos.
  3. El Fondo Monetario Internacional exige una serie de ajustes como condición sine qua non para renegociar la deuda y, más tarde, dos rescates: uno en diciembre de 2000 y el segundo en agosto de 2001.
  4. En 2001 el FMI rebaja las previsiones de crecimiento. El Gobierno anuncia un plan económico de ajuste que consiste en recortar el gasto público en 1.962 millones en 2001 y 2.485 millones en 2001. Entre otras medidas, se paraliza la obra pública y se eliminan partidas sociales. Se recorta el presupuesto de las universidades, los salarios de los docentes y el dinero destinado a becas.
  5. Se reducen también las transferencias del Estado a los gobiernos provinciales.
  6. Se promulga la Ley de Déficit Cero, por la que el Estado no puede gastar más de lo que ingresa.
  7. Los sueldos de los empleados públicos y pensionistas se reducen hasta el 15%. La edad de jubilación ya se había aumentado en 1994 para garantizar la viabilidad del sistema. En los noventa también se había modificado la legislación laboral para flexibilizar el mercado de trabajo ante una tasa creciente de desempleo, que en 2001 alcanzó el 18,6%. Los recortes profundizan la recesión.
  8. En noviembre de 2001 De la Rúa hace un llamamiento al “esfuerzo colectivo” para “defender y mejorar la marca Argentina” mientras crece el descontento social. En diciembre, y ante una descontrolada fuga de capitales (ese año salieron de Argentina unos 15.000 millones de dólares), el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, anuncia restricciones para la retirada de efectivo: 250 pesos-dólares a la semana. Sí se puede pagar con tarjetas de crédito y débito.
  9. Los depósitos a plazo quedan inmovilizados. Para evitar la parálisis económica, se permite comprar con ellos sólo viviendas y coches.
  10. En diciembre, el FMI niega un nuevo crédito a Argentina por el incumplimiento de sus objetivos fiscales. La prima de riesgo se dispara. El país entra en una quiebra virtual.

La clase media sale a la calle espontáneamente y cacerolas en mano al grito de “Que se vayan todos”. Las protestas y disturbios acaban con casi 40 muertos. Fernando de la Rúa hue de la Casa Rosada en helicóptero. Y tras él desfilan otros cuatro presidentes en 10 días. Uno de ellos declara el mayor default de la historia económica internacional una semana antes de renunciar. Los depósitos terminan devaluados: el que tiene 30.000 dólares pasa a tener 30.000 pesos, que valen tres veces menos. Algunos no terminaron de recuperar el dinero hasta el año pasado. Y unos pocos afortunados recuperaron sus dólares a golpe de sentencia judicial.

Pero la España de 2012 no es la Argentina de 2001. Aunque sólo sea porque está en la Unión Europea y no aislada en el fondo de Suramérica. O por las grandes diferencias de renta per cápita entre uno y otro país. O porque sus crisis financieras se han gestado de manera distinta. En cualquier caso, la buena noticia es que aquella Argentina devastada y sin rumbo estaba creciendo un año más tarde. Y que en 2011 creció al 8,6%. O sea, que de infiernos peores se sale. Que no cunda el pánico.

Pero juro que si vuelvo a ver, como me pasó en Buenos Aires, a un señor en chanclas y bañador tomando el sol a las puertas de su banco porque no puede sacar su dinero para irse de vacaciones, entonces sí que me da un ataque.

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