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Los 'cuñaos'

Cristina Pardo

Los españoles sabemos un poco de todo. Salvo cuando estamos acodados en la barra del bar o nos abrimos una cuenta en Twitter, que entonces ya nuestra sabiduría no tiene límites. Nuestros conocimientos son tan amplios, que incluso nos permitimos cuestionar al tertuliano que prefiere apoyar el codo en un plató de televisión. Opinamos que nos parece mal que opine de todo. Da igual que nosotros, a la segunda cerveza, ya hayamos solucionado el problema de Siria y tengamos tres o cuatro planes infalibles para combatir el radicalismo en Bélgica. Pediremos entonces una de bravas y, mientras miramos de reojo el telediario, pondremos de manifiesto nuestros conocimientos oncológicos aprovechando la noticia de que a un cantante le han diagnosticado un cáncer. Explicaremos a nuestro selecto auditorio que los médicos cometieron un error con nuestra prima del pueblo. Porque claro –ponme otra caña, Manolo-, al cirujano le tocó el título en una tómbola.

Nos quedamos callados un segundo (por error) y pillamos al vuelo la conversación del cliente de al lado. Está disertando sobre las medidas de seguridad de los aviones y no podemos resistir la tentación de confraternizar. “Yo creo que tendrían que poner cuatro pilotos por aparato, que eso ya existe en Finlandia –explicamos-. Lo leí el otro día en el Gugle”. Sin embargo, nuestro interlocutor tiene otra opinión. Él es más de la güisquipedia y tiene entendido que los finlandeses hicieron un referéndum y ahora ya solo viajan tres por avión. Y tiene la certeza de que es muy poco, porque dos pueden estar tarados y entonces son mayoría.

Alguien tiene ganas de ampliar sus conocimientos y pone otro tema sobre la barra. “Kevin, ¿y tú a quién vas a votar?”. Kevin no lo ha decidido aún, porque todos los políticos son iguales. ¡Una caña con limón, Manolo! Son unos mamarrachos, que solo miran por lo suyo y al pueblo que le den. La que lleva tres vinos dice que aún se lo está pensando, porque Rajoy tiene un par de cojones, pero que a su hija le parece muy guapo Pedro Sánchez. “Mi madre dice que va a votar a Albert Rivera. Mira que es listo el tío. ¿Y Pablo Iglesias? Yo al coletas no le voto, porque me han dicho que es del Betis”.

Dime qué te debo. Y nos vamos para casa deseando llegar a la sobremesa para explicar que, según han contado en el bar, hay que bombardear Siria con aviones que tengan tres pilotos (como en Finlandia) y que has estado viendo el partido del Madrid a pesar de Benítez, que no tiene ni puta idea y no está ni para entrenar al equipo de su pueblo.

Y es que el saber sí ocupa lugar. Está aquí, entre nosotros. Porque los ingleses no tienen ni puta idea y por eso tragan con la reina esa a la que no ha votado nadie. Tener dudas ya no se lleva, salvo si eres político y español, en cuyo caso pides el voto diciendo una cosa y la contraria. No como los franceses –piensas, mientras entras al bar de Manolo- que lo tienen todo muy claro y ahí los tienes, cantando juntos La Marsellesa y ganando dinero porque exportan queso.

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