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El dedo señala al 'procés' mientras peligra la Democracia

Puigdemont y Rajoy, en una imagen de archivo.

Rosa María Artal

Cuesta creer que haya personas en España que se levanten por la mañana angustiadas porque Catalunya quiera hacer un referéndum. De independencia o no. Incluso que la unidad de España afecte sus vidas mucho más que los grandes atropellos que se suceden en ella. Ni las políticas que los provocan. Las encuestas del CIS no reflejan en absoluto esa inquietud: en el último Barómetro publicado, de mayo, citan la independencia de Cataluña como problema el 0,9% de los encuestados. Menos aún de lo habitual. Todos ellos deben tener un puesto en alguna tertulia en el o staff directivo de un medio.

El 'procés' pasará a la historia como uno de los más grandes errores de la intransigencia de Rajoy y la huida hacia delante de Artur Mas. Alguien algún día habrá de buscar cauces a la realidad, fuera de intereses, como aconsejan hasta desde el New York Times. Por citar a algún medio que contrarreste a la cerril Caverna española.

Lo realmente preocupante es la sistemática y acelerada cruzada contra la Democracia que se observa en el mundo desarrollado. Donald Trump tiene a la Democracia como un calzoncillo sucio que es imagen adecuada al interfecto. Tal como avisó, podría  plantarse en la Quinta Avenida disparando a la gente que no le pasaría factura. Es inaudito que se tolere lo que está haciendo y en el Partido Republicano, el auténtico cáncer ultra, su gestión es aprobada por el 80%. El astrofísico Stephen Hawking afirma que Trump puede hacer un daño irreversible a la Tierra: “Convertirla en Venus con temperaturas de 250º y lluvia de ácido sulfúrico”. La mirada corta, estúpida y sin escrúpulos es lo que tiene. 

La deriva en suelo patrio también es alarmante. El consejero Jordi Baiget es expulsado del Govern por dudar del referéndum. Homs, su compañero del PDeCat, se manifiesta harto hasta donde los hombres como él sitúan el nivel de hartazgo: más o menos por la mitad del cuerpo, vista frontal. Y los medios nos lo cuentan sin descanso. Como las cada vez más esperpénticas metáforas que asemejan el procés a un globo pinchado que –oh, maravilla– conserva el poder de “golpear cosas”. Rajoy crea estilo en el PP.

Punto y aparte merece la invocación al ejército de Cospedal, al frente de Defensa, emulando a Margaret Thatcher en ese desestabilizador retorno al involucionismo. O las censuras, menos guerreras sin duda, como la que expresó el Ministro Íñigo Méndez de Vigo. Porque, veamos, los independentistas catalanes se proponen redactar una Constitución que, en la versión de El País para la edición nacional, es “bolivariana”, y “asamblearia” en la dedicada a Catalunya. Terrible para ellos, en cualquier caso. El ministro de Educación, Cultura y Deportes dice que tal procedimiento es propio de “otras latitudes”, señalando con el ojo oculto a Latinoamérica. A la de Maduro, no a la Temer en Brasil, como suelen hacer nuestros clásicos.

La aversión por la Democracia se está extendiendo. Recojo a menudo manifestaciones que evidencian rechazo a las urnas por lo que traen de incertidumbre a los negocios que tantos de nuestros políticos y medios representan. Estemos alerta a lo que prepara Macron en Francia porque apunta a una Tecnocracia de nuevo cuño. El  mensaje general que se está mandando es que sobre la democracia directa hay una “aristocracia” que sabe más que nosotros, los implicados.

Méndez de Vigo, por su cargo actual y sus puestos anteriores en Europa, debería saber que Islandia elaboró su nueva Constitución de forma asamblearia. Es cierto que son “otras latitudes”, al norte y de Europa. Esa zona que suele gustarnos tanto. Y lo hicieron al convertirse en la primera víctima de la estafa neoliberal que llamaron “Crisis del 2008”. El fraude y la corrupción de sus gestores –que suelen venir unidos– les dejaron en completa bancarrota. Y con deudas a pagar a sus bancos –como nosotros, los españoles– y además a sus acreedores británicos.

Pasaron de ser el país número 1 en Índice de Desarrollo Humano a perderlo todo. No podían vivir dentro y su dinero no servía fuera, suspendida su cotización. Dicho para desmemoriados. Se negaron a pagar los fiascos de sus bancos, lo negociaron, los encausaron. Juzgaron también a sus políticos. Por eso su Constitución es resultado de un movimiento asambleario, hubieron de tomar las riendas. Y aun así tienen que quitarse de vez en cuando a presidentes pringados en Paraísos Fiscales.

A los españoles no se les ocurre citar la independencia de Catalunya como problema pero muchos son sensible a las directrices de los jefes de pista en el circo mediático. A las alharacas por el empleo récord que se crea y se alaba la propia ministra Fátima Báñez. A “la economía” que tapa la corrupción, aunque las facciones del PP estén ya a navajazos ante nuestros ojos. Pero no mire, no escuche. O sí.

Es una cantinela constante desde que despunta el día a la noche. La mañana de este martes me ha deparado esta pesca textual radiofónica: Puigdemont, como un burro amarrado en la puerta del baile, deporte sí pero tomando Flexium, Montoro investiga a los tertulianos, ahora y en la hora de nuestra muerte amén, la Generalitat y muchos otros cargos de la Generalitat, todavía hay mucho humo me están diciendo mis compañeros porque tengo que estar aquí y no lo veo, así se lo hizo saber al club merengue, llama al 902, quiéreteme, quién se resiste a un 40% de descuento, Puigdemont, Homs, Baiget, Manuel Benítez, el cordobés, era un torero viva la vida, Manolete era un torero viva la muerte.

Trump, los Republicanos, los votantes de Trump. El PP, sus socios, los votantes del PP y de sus socios. Los corruptos, sus voceros, sus tramposos. La convivencia social supeditada a intereses empresariales. La política ejecutiva, la justicia ilícita. La censura, la pérdida de derechos y libertades. La moral desaprensiva. La mirada corta y estúpida.  

Gracias a la Democracia, están destruyendo la democracia y no tienen derecho a hacernos esto a los demás. Ustedes verán.

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