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Un regalito en la mesa de negociación

El déficit público acabó 2015 en torno al 5 % del PIB, 8.000 millones de más

Isaac Rosa

Estuvo bien la comparecencia de ayer del ministro Montoro, pero eché de menos un poco de puesta en escena, a la altura del momento político. No sé, que antes de su intervención hubiese hecho el mismo paseíto frente al Congreso que se dieron Sánchez e Iglesias el día antes; y que luego se hiciera unas fotos delante del cuadro de Genovés ante el que Sánchez y Rivera firmaron su pacto. En plan: “hola, chicos, ¿queréis formar nuevo gobierno? Tengo algo para vosotros que os va a encantar.”

El día que por fin tome posesión un nuevo Consejo de Ministros, el presidente Rajoy hará entrega de la herencia que deja. Tras cuatro años de matraca con la “herencia recibida” de Zapatero, empezaremos a hablar de la herencia de Rajoy, con la que tendrá que convivir el próximo gobierno: deuda pública cercana al 100% del PIB, crecimiento débil, poca capacidad de ingreso en todas las administraciones, un mercado laboral precarizado y con el paro por encima del 20% para largo, un buen agujero en la Seguridad Social, la hucha de las pensiones llena de telarañas… “Ahí os dejo eso, buena suerte con el gobierno del cambio, eh”.

Pero por ahora, hasta que alguien esté en condiciones de hacerse cargo de la herencia, va como adelanto un regalito, para alegrar las reuniones de PSOE, Podemos y Ciudadanos. Un regalito sorpresa, el que ayer dejó sobre la mesa de negociación de pactos un Montoro al que solo le faltó su famosa risita mefistofélica de las grandes ocasiones.

“Chavales, ya que estáis negociando planes de gasto público y previsiones de ingresos, tomad este regalito… ¡Sorpresa!” Un déficit superior al previsto, y muy por encima del comprometido con Europa, fruto de un alegre año electoral en que todo se relajó y hubo rebajas fiscales y bonificaciones de la Seguridad Social que pocos resultados han tenido. El resultado: la obligación de recortar más de 20.000 millones nada más entrar en Moncloa. Toma, moreno.

Eso, o plantarte en Bruselas y suplicarles un aplazamiento (el enésimo, pues año tras año hemos incumplido). Y esperar que haya buena voluntad política, que la ciencia económica que gastan en el norte es pura voluntad política, como se ha visto cada vez que hicieron la vista gorda con unos países y apretaron las tuercas a otros. Aunque todos saben que será imposible recortar más de 20.000 millones en un año, los jefes europeos no andan sobrados de paciencia y llevan meses advirtiendo: “sea cual sea el nuevo gobierno, tendrá que hacer más ajustes en 2016”. Que sí, que al final acaban aflojando un poco, pero nunca sale gratis, siempre es a cambio de nuevas “reformas”.

Entre tanto discutir que si 131, 161 o 199, no sé si los negociadores tendrán tiempo de hablar de esas cosillas: de la herencia a recibir, y del regalo de bienvenida, que les va a condicionar el programa de gobierno nada más llegar, cuando tengan que hacer unos nuevos presupuestos, firmar un calendario con Bruselas, y encima abrir cajones para encontrar las habituales facturas pendientes y déficits ocultos.

Para esto no solo hace falta un gobierno fuerte, que resista la presión de “los mercados”, aguante el pulso a Bruselas y pueda cambiar la actual política económica. Sobre todo se necesita un gobierno con respaldo social, porque vendrán curvas.

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