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Los desahuciados bien, en la calle

José María Calleja

Cada uno de los días del año pasado 106 familias españolas se han ido por la ventana de sus casas por no poder pagar la hipoteca que en su momento firmaron con unos bancos lanzados vorazmente a dar crédito incluso a quien no podía pagarlo.

Suman 38.961 las familias que en 2013 perdieron su vivienda habitual (datos del Banco de España), lo que no deja de ser un síntoma de que España va bien por las mañanas y mejor por las tardes, según nos cuentan los voceros del PP y sus mariachis mediáticos, siempre dispuestos a decir una cosa y su contraria, según toque el argumentario/consigna del PP.

¿Qué hacen los bancos con esas viviendas con las que se quedan? De momento, acostumbran a no pagar la comunidad de vecinos, ejercicio comunitario como pocos, prueba del nueve de civismo.

La nueva ley del PP, regate del último minuto a la presión ejercida por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) con su propuesta de dación en pago, no ha servido para propiciar acuerdos entre bancos y desahuciables, que se han quedado sin casa de forma regular, sistemática, imparable: más de cien al día.

Ahora viene el estadístico de guardia y dice que la cifra es menor que en el mismo periodo diferido, o indemnizado, del año anterior, y no digamos si la comparamos con el año simulado que viene. Pero lo cierto es que la cifra de desahuciados, ese hecho diferencial español, no tiene parangón con ningún otro país de la Unión Europea. Ahí sí que ganamos por goleada.

Mientras, los muy directivos de Caixa Penedés, justifican ante el juez el atraco que cometieron con su corbata y su traje para hacerse con pensiones millonarias –30 millones de euros sin anestesia, sin necesidad de emplear en el asalto escopetas con los cañones recortados–. Atraco cometido al mismo tiempo que el Estado corría en socorro de sus desmanes, su gestión impresentable y sus pensiones insultantes.

Mientras, Blesa –el de Caja Madrid, Bankia y las escopetas de caza de a millón– se aloja como invitado preferente en la casa del cónsul de España en Londres –ya dimitido–, igual de facha y estirado que él, con el pequeño detalle de que la ronda de su viaje hortera –¡¡¡con fotos a pavos reales!!!– la pagamos nosotros, la liga de los sin corbata, desahuciables o no.

Pero no hay que indignarse: ni en la calle, ni en la red, ni en el papel; España va como una moto y en cuanto Cañete entre a matar desde el Parnaso, manará leche y miel por las avenidas de lo que queda de España.

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