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Por despertar mañana...

Papeletas para la jornada electoral

Elisa Beni

“Los que mandan no sólo no se detienen ante lo que nosotros llamamos absurdos, sino que se sirven de ellos para entorpecer la consciencia y aniquilar la razón”.

José Saramago. Ensayo sobre la lucidez

Hay cosas que están por encima de nuestros designios personales. Hay cuestiones que tienen que ver con la esencia del futuro y con el respeto al nuestro y al de los que nos suceden.

Despertar mañana en un país con los mismos horizontes de libertades y de derechos que tenemos hoy es una de ellas. Yo os dije un día –enfadada, cabreada, indignada– que no iría a votar más por el capricho y el narcisismo de unos líderes políticos. Si esto fuera todo, os juro que no iría. Sigo enfadada y estupefacta por que los que han tenido en sus manos la aritmética democrática de las urnas hayan decidido volver a lanzar los dados al aire de forma incomprensible y poco responsable. Aun así me parece que es más importante irme a dormir y levantarme en un país tan defectuoso como el de hoy, pero tan seguro de las normas de las democracias liberales y de que podremos denunciar las violaciones de las mismas.

Lo hago todo por no despertar mañana en un país en el que la coyuntura vaya a dejar espacio a los que quieren, desde la ultra derecha, destruir la esencia de nuestra Constitución que, antes de hablar siquiera de unidad de España, proclama en su preámbulo que la nación española desea establecer la justicia, la libertad, la seguridad y “proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los Derechos Humanos, sus culturas, sus tradiciones, leyes e instituciones”. Y es que antes de la indisoluble unidad, la Constitución que ha promovido el mayor periodo de paz, libertades y progreso de nuestra historia reconoce que hay pueblos en España que tienen sus leyes e instituciones y que eso es tan primordial como lo son los derechos humanos.

Por no despertar mañana con la certeza de que los que desprecian hasta ese pronunciamiento básico e inolvidable de la Carta Magna nos van a empujar a una deriva que nunca deseamos, en la que no se discuta cómo encajar a esos pueblos de España en un proyecto común, sino en cómo imponer el proyecto de unos sobre todos los pueblos de España. Por no dar lugar a que pretendan destruir todo lo que hemos construido, aún imperfecto y mejorable, y tan humano, y que está basado en la tolerancia de lo diferente y en la asunción de la naturaleza prolija y diversa de nuestra nación. Proponer acabar con el estado autonómico es colocar Goma 2 en la base ideológica de nuestro pacto social y en los cimientos constitucionales de nuestra convivencia.

Por no despertar mañana en un mundo en el que las ideas delinquen y en las que deben ser ilegalizados aquellos que sostienen posturas que no gustan a quienes gobiernan. Por no asumir que nadie ha hablado de acabar con ellos aunque jueguen en una liga que se divorcia en cada propuesta en las bases aceptadas mayoritariamente, mientras que ellos han señalado directamente a los que impedirían participar en el juego democrático porque sus propuestas políticas no les gustan. Y eso es solo el inicio. ¿Solo los nacionalistas? ¿Y después quién más?

Por no abrir los ojos en un país en el que se crean problemas ficticios a base de datos falsos. Un país en el que los inmigrantes son el problema, a pesar de que haya cultivos sin recoger por falta de mano de obra; en un país en el que son los extranjeros los que amenazan el Estado del Bienestar y no las políticas insolidarias y las recetas erróneas para salir de una crisis a cuenta de una clase. Por no renegar de un país en el que no hay piedad para los niños, sean de la raza que sean y hayan nacido donde hayan nacido y en el que no haya piedad para las madres, porque sean las llamadas a surtir a la patria de bebés ibéricos a los que todo les es debido.

Por no abrir los ojos a la pesadilla de que nos gobiernen los que no aceptan un consenso democrático tan básico como es el respeto a los Derechos Humanos. Los que pretenden que ese logro de toda la humanidad civilizada, conseguido a consta de tanta sangre y tanto dolor, es sólo un capricho inútil. Los que hablan de cadenas perpetuas, de detenciones ordenadas desde el poder, de soluciones ilegales para las ilegalidades que ellos decidan.

Por no permanecer en vela perpetua en un país en el que se señala a la prensa y a los periodistas en función de su ideología, en el que se desconozca que la democracia son controles y son contrapesos, y entre ellos la prensa libre es la llamada a preservar y contrarrestar los efectos de un poder que sueña con ser omnímodo. Por no ver cómo se veta y se persigue a mis compañeros o a mí misma por mor de negarnos a ofrecer los datos y los hechos y la verdad que no les favorece.

Por no volver a respirar la España estrecha del nacional catolicismo, por no volver a sentir que ser mujer es ser un ciudadano de segunda, por no aceptar que nos impidan seguir protestando y exigiendo nuestro papel en el mundo y en la vida de las naciones. Por no soportar que la injusticia se cierna sobre nosotras como se cernió sobre nuestras madres, convertidas en vientres obedientes del régimen y del pensamiento único.

Por no ver cómo intentan derribar todo lo que hemos construido en cuatro décadas y por no ser testigo de que para ello también quieran dinamitar el único salvavidas que ahora mismo nos protege: la Unión Europea. Porque sé que pretenden alegar que la supra nacionalidad de sus instituciones es un freno a esa España imperial que pretenden. Por estar segura de que cuando logren romper esa barrera, todo irá después por el sumidero.

Por no amanecer mañana en un país que ya no es este de hoy. Solo nos queda una papeleta y un sobre. Dirígelo a quien prefieras, pero dirígelo a un futuro que, al menos, no sea peor que el presente que disfrutamos. Nos queda una urna o un horizonte de pesadilla. Por no despertar mañana en el abismo.

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