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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Díaz Ferrán: todos callados, y él más que nadie

Isaac Rosa

Supongo que el problema es la distancia: como esta semana estoy fuera de España no me llegan bien las noticias. Así que estoy deseando regresar para recuperar toda la prensa, radio, televisión y webs de estos días y así leer y escuchar todo lo que empresarios y políticos dicen estos días sobre Díaz Ferrán y sus hazañas.

Estoy convencido de que los dirigentes de la patronal actuales y quienes lo fueron con Díaz Ferrán compiten estos días por ver quién es más contundente al desmarcarse del expresidente y censurar sus maneras de delincuente. También estoy seguro de que sus valedores políticos no desaprovechan ningún micrófono a tiro para confesarse horrorizados por lo que ya sabemos de sus manejos. Incluida esa expresidenta “cojonuda”, que supongo está tuiteando a todas horas sobre el granuja Díaz Ferrán, con esa locuacidad que siempre le impide estar callada.

Lo dicho, guárdenme todos esos comunicados, artículos y declaraciones, que a la vuelta los leo. ¿Cómo? ¿Que nadie dice nada? ¿Todos callan? ¿La CEOE no dice nada sobre lo podrido que está su expresidente? ¿El Partido Popular no suelta palabra sobre su empresario modélico? ¿El Gobierno prefiere no hacer valoraciones sobre su ideólogo laboral de cabecera? ¿Esperanza Aguirre lleva tres días sin tuitear?

Esperen, esperen, no todos callan: aquí leo que el portavoz del PP madrileño dijo, al ser preguntado, que Díaz Ferrán “no está afiliado al PP”. Ah, bueno, ya está todo dicho con eso, no tengo más preguntas, señoría. Y leo también que el vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández -para más señas cuñado de Díaz Ferrán-, ha dicho sentirse “sorprendido”, y ha asegurado que su encarcelamiento no daña la imagen de la patronal. Hombre, si pillan a mi cuñado con un maletín de billetes, un kilo de oro, y tratando de disimular casas, yates, coches y cuentas en Suiza, yo podría estar espantado, cabreado, decepcionado, pero ¿sorprendido?

En cuanto a la imagen del empresariado, más aún que el caso Díaz Ferrán la daña el silencio de los grandes empresarios y dirigentes patronales estos días. Todos se acogen al respeto a la justicia y la presunción de inocencia, faltaría más. Pero hay cosas que ya están demostradas, como sus prácticas contables, su burla a los acreedores, su desprecio a los trabajadores y clientes, sus relaciones privilegiadas con el poder político, por parte de quien pretendía dar lecciones de gestión empresarial y política laboral. ¿No tienen nada que decir?

Entre tantos y tan estridentes silencios, hay uno que vale por todos los demás, que vale su peso en oro (mucho más que ese kilo encontrado en su casa): el silencio del propio Díaz Ferrán. Que la CEOE o el PP callen por la caída del otrora triunfador no es tan importante como que el propio detenido mantenga la boca cerrada. Porque si la abriese, imaginen lo que podría contar. Díaz Ferrán ha sido el perejilillo de muchas de las salsas más podridas de los últimos años. Aparte de sus propias estafas ya sabidas, tiene líos con Caja Madrid, de la que fue consejero; contribuyó a la financiación del PP madrileño vía Fundescam; y además sabemos que es aficionado a la escopeta y gustaba organizar grandes cacerías y safaris con invitados de alto copete, tan dados a intimar cuando huelen sangre.

Así se entienden ciertos silencios. Mejor no hablar, para que tampoco hable quien más tendría que contar.

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