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El ébola llama a su puerta, señora ministra

Antón Losada

Confiemos en que a la auxiliar de enfermería infectada por ébola y a su familia les vaya bien, igual que a todos quienes se pusieron en riego para intentar salvar las vidas de Miguel Pajares y Manuel García Viejo, las dos víctimas españolas en una epidemia catastrófica que ya ha costado varios miles de vidas en África mientras el mundo rico hace como que no se entera.

Además de confiar, hay algunas cosas que ya podemos ir haciendo y así adelantamos trabajo. Por pura decencia los medios de comunicación podían despejarse de técnicos del Ministerio de Sanidad que no tienen ni remota idea sobre qué ha pasado o qué ha fallado, pero ya aseguran que todo estaba bien hecho, los protocolos habían quedado niquelados y a ver si va a ser un error humano.

El riesgo cero no existe aunque nos guste engañarnos pretendiendo lo contrario. El contagio suponía una posibilidad que ningún protocolo del mundo puede asegurar que no vaya a producirse. Era verdad entonces aunque se silenció. Es verdad ahora que todo el mundo lo dice. También resulta igualmente cierto que siempre hay maneras de evitar correr más riesgos de los estrictamente imprescindibles.

Que el Hospital Carlos III acabase de ser desmontado por la Comunidad de Madrid como centro de referencia en tratamiento de enfermedades infecciosas con el pretexto del ahorro no ha provocado la infección. Pero desde luego no ha ayudado a prevenirla al obligar a montar a toda prisa una estructura de emergencia que acababan de desmontar.

Que llevemos tres años de recortes masivos en formación del personal y calidad y cantidad de los medios sanitarios no ha provocado la infección. Pero desde luego no ha ayudado a prevenirla al destartalar un sistema sanitario público que era referencia mundial sin más criterio que ahorrar, minar la confianza de los ciudadanos en su sanidad pública y derivar pacientes y negocio a la sanidad privada.

Que cerca de dos mil médicos con experiencia, referentes en sus especialidades, hayan sido jubilados a la fuerza en los últimos años en Madrid para ser sustituidos por profesionales más jóvenes y baratos no ha provocado la infección. Pero desde luego no ha ayudado a prevenirla privando a nuestra sanidad pública del valioso capital de experiencia y conocimiento que pueden aportar sus profesionales de referencia. Porque el saber sí ocupa lugar durante una crisis sanitaria.

Seguramente tampoco la incapacidad y la falta de preparación de la ministra Ana Mato han provocado la infección. Pero desde luego no ha ayudado a prevenirla padecer una ministra de Sanidad que sigue en su cargo únicamente porque Mariano Rajoy la ha convertido en un ejemplo vivo de cómo agradece la fidelidad cuando las cosas se tuercen, o gastas demasiado en confeti. Siempre ayuda que quien toma las decisiones sepa qué decide.

Una simple duda para terminar: ¿Qué pensarán en Guinea, Liberia o Sierra Leona sobre nuestras discusiones en torno a protocolos, aislamientos o trajes? ¿Qué pensarán allí, donde llevan meses tratando de parar el virus poco menos que con sus manos mientras todos miramos hacia otro lado y nuestros gobiernos siguen recortando en cooperación y ayuda internacional? ¿No deberíamos pedir la dimisión del Gobierno por esto? ¿No deberíamos plantearnos dimitir nosotros también como ciudadanos?

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