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Los echan

Imagen de archivo de una protesta de un grupo de expatriados españoles contra el voto rogado. | MAREA GRANATE

Jesús Cintora

Compañero que vuelves a casa por Navidad, que estás entre esos cientos de miles de emigrantes que se fueron a trabajar al extranjero: parece que eres un aventurero travieso. No sabes parar en casa. En vez de quedarte en España a disfrutar de nuestro pluriempleo, dejaste a la familia y te alejaste para darte la vidorra. En lugar de gozar de nuestras subidas de sueldo, nos dejaste aquí con Mariano, sus raíces vigorosas y no damos abasto.

Tú te lo pierdes. Ahora, que vuelves unos días, verás que hasta tenemos un nuevo ministro de Exteriores que os dice que os vais para “abrir la mente, fortalecer habilidades sociales y porque viajar enriquece”. Te fuiste “por inquietud, amplitud de miras y apertura de nuevos horizontes”. En definitiva, que oyendo al ministro cualquiera diría que eres un trasto curiosón, querido emigrante.

No importa si huiste del paro y la precariedad. De la desigualdad y la corrupción. De que prácticamente uno de cada dos jóvenes no tenga empleo, de que sea temporal y no sustente un proyecto de vida. En vez de quedarte a vivir de tus padres, te fuiste de España por “adaptabilidad”, que dice el ministro. Que rima con “movilidad exterior”, que decía la ministra de Empleo. Lo dicho, eres un culo inquieto.

No estás, luego no existes, alegre emigrante. Tantas veces he visto a los gobernantes de este país negar las cifras de los que os fuisteis a trabajar al exterior… Es fácil, porque no tenemos esos datos. Será porque no convienen. Solo si te apuntas en el consulado, que debéis de ser como una cuarta o una quinta parte. Y si pierdes el derecho a la sanidad o votar se convierte en algo prácticamente imposible, será porque eres un trasero de mal asiento, agitado emigrante.

Por eso, si vuelves a casa estos días, como el turrón, no te pillará de nuevas si ves que el enchufismo sigue cotizando fuerte para trabajar en este país. Si constatas que el currículum vale menos que tus contactos. Si recuerdas que estudiaste y curraste duro, pero descuidaste hacer despachos. Por cierto, tampoco te ilusiones con el que deja Aznar, porque era el único donde no tenía sueldo.

Inquieto emigrante, cualquiera con dos dedos de frente sabe que no te fuiste de Livin’ la vida loca. Perdónalos si oyes chorradas desde un escaño, porque a veces parece que no sienten. Tu familia, tus amigos y un montón de gente más sabe que no hay mayor inquietud que la de buscar un empleo digno. Por eso, hace tiempo que aprendimos que, con este paro y esta precariedad, los que son como tú no se van, los echan.

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