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El 15M se escribe en la periferia de Sol

Elena Cabrera / Elena Cabrera

Cuando un turista llega a una ciudad lo primero que hace es buscar el centro. Localiza la plaza mayor y observa. Vuelve a casa y dice yo estuve allí. Esta breve historia del visitante nos sirve para explicar el 15M: el turista del movimiento se acerca a la Puerta del Sol y observa; agita las manos en señal de apoyo o cruza los brazos en disconformidad; habla con un desconocido sobre democracia y vuelve a casa diciendo yo estuve allí.

Un viajero, en cambio, que no quiere sentirse turista sino imaginarse que esa ciudad es la suya, aunque sea por cuatro días, sabe que la vida no sucede en plazas mayores sino en las menos concurridas, no en la gran avenida sino en los callejones sin interés histórico. El 15M no es lo que pasa en Sol, es lo que se piensa y se habla en sus plazas secundarias. Esto no lo dice nadie, pero es una evidencia después de pasar una tarde en el Grupo de Feminismos de la Plaza de las Descalzas, asentado entre un convento y la sede central de un banco recientemente nacionalizado.

more“Hay que desvincular el chantaje emocional que dice que si no me cuidan no me quieren” dice una mujer de manera muy directa. El grupo ha decidido hacer un juego de roles para forzar, con un sistema crítico, la contraposición de intereses en los cuidados, que es el tema estrella de la tarde. Hay más de cincuenta personas, por lo que el colectivo ha sufrido mitosis y se deshace en corrillos por toda la explanada, que se mantiene limpia y con un solo cartel pegado en la pared: “vino un vigilante de seguridad y nos dijo que en realidad la plaza es propiedad de Caja Madrid, que solo podemos pegar aquel de allí”, explican más tarde, señalando una cartulina amarilla con la agenda para estos días. El juego propuesto nos lleva a escenarios probables: una madre que deja a sus hijos a cargo de su hermana mientras trabaja en otro país, un hombre de 39 años que se ha quedado paralítico tras un accidente y no quiere volver a casa para ser cuidado por su madre, una hija que decide no participar en la atención a su madre octogenaria. “Además de las dependientes, debemos darnos cuenta de que todas somos interdependientes”, se analiza en las conclusiones.

En relación a una asamblea general, como la de Sol, un grupo de trabajo es un microorganismo, pero es la célula más vital de toda esta compleja estructura civil. En la genética de este en concreto se encuentra la Acampada Sol del año pasado y ha sobrevivido al verano, al otoño y al invierno con altibajos, como es lógico. Una de las dinamizadoras coge el megáfono y anuncia que “aprovechando este interés popular por los feminismos voy a explicaros qué es lo que hacemos y cuándo y dónde nos reunimos”. Se oyen algunas risas y se cruzan miradas: hoy el grupo ha crecido mucho. También saben que esto es excepcional. Se piden voluntarios para diferentes comisiones de próximas acciones pero cuesta llenar los huecos.

Desde Feminismos se preguntan “¿cómo se hace para que lo que se habla aquí no se quede aquí y se integre en el 15M?”. En el vídeo, Chus explica cómo las propuestas llegan a la gente “desde lo cotidiano”.

La asamblea del grupo se prepara a las ocho de la tarde para la Asamblea General. Más conclusiones: no naturalizar a las mujeres en los cuidados, no aceptar una relación entre cuidados y clase y cuidados y migrantes. Cuando se ponen estos conceptos sobre la mesa la imaginación se activa y surgen ideas, chispas brillantes. La Comisión de Feminismos de Sol busca cómo visibilizar estos temas y, de esa intención, surgieron los Comandos de Cuidados, una especie de pasacalles realizado el Primero de Mayo con el que entraban en mercados y proponían tanto a hombres como a mujeres que dejaran de cuidar, ¿qué pasaría?, les preguntaban. Piden a los que están allí que extiendan este Comando a sus barrios y municipios, que hagan la prueba.

Unas horas antes, allí mismo, se había realizado otro método de trabajo en grupo, en este caso un taller sobre el aborto. Con la experiencia de algún debate agrio el año pasado, han aprendido ahora a explicar sus reivindicaciones de una manera más exacta: “no defendemos el aborto sino el derecho a decidir sobre los embarazos no deseados”. Del taller salieron claves que se expondrían más tarde ante miles de personas. Entre ellas, que la anticoncepción tenga la misma consideración farmacéutica que otros productos necesarios o la denuncia de la hipocresía del poder que considera que 16 años no son suficientes para decidir sobre el propio cuerpo pero sí para formar una familia. Otra de esas chispas que saltan cuando se hace fuego en común surgió de ese taller. El 27 de mayo, coincidiendo con el Congreso Mundial de Familias cuyo lema es “matrimonio y familia, el futuro de la sociedad”, se propone una acción en El Retiro, donde en esos días tendrá lugar la Feria del Libro. Quieren que la gente envíe fotos de lo que consideran su familia —“tus compañeras de piso, tu pareja no heterosexual, tú con tu perro”— para demostrar que existen otros modelos de familia no heteronormativos. Se propone empezar la jornada con una misa laica, unas tonadillas, para lo que se solicitará el refuerzo musical de la Orquesta Solfónica, una comida popular y una asamblea.

Una hora después dos portavoces hacen un resumen en Sol, pero en absoluto resulta tan apelativo y conmovedor como cuando se explica en Descalzas. Funciona, en cambio, el grito de guerra de una de ellas, que moviliza a los concurrentes con un enérgico “¡nosotras parimos, nosotras decidimos!”. El estribillo de esta canción protesta se canta en Sol pero las estrofas se escriben en sus aledaños.

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