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La expulsión de Lidia Falcón de IU y la brecha en el feminismo

Imagen de 2015, cuando el Partido Feminista se integró formalmente en IU.

José María Calleja

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La expulsión de Lidia Falcón y de su Partido Feminista de Izquierda Unida es un síntoma explícito y grave del tremendo enfrentamiento desatado entre el feminismo que reclama desde hace muchos años el protagonismo de las mujeres como sujeto político que lucha por la igualdad y los movimientos trans, queer y de defensa de los vientres de alquiler, que forman un todo, en opinión de las expulsadas de IU.

Lleva Lidia Falcón toda su vida luchando por el feminismo, por la igualdad. Desde la clandestinidad, cuando fue detenida y torturada por el repugnante González Pacheco, Billy el niño, cuando sufrió delaciones falsas que la llevaron a la tortura y a la cárcel (Véase el libro “Viernes 13 En la calle Correo”). Desde IX Congreso del PCE, en 1978, cuando Falcón lideraba la ponencia de Feminismo y se quejaba del machismo que había en su propio partido. Desde la creación del partido Feminista, en 1979, cuando el término no era de uso común y ella contribuyó a ensancharlo y establecerlo en la agenda pública.

Este currículum en la lucha por la igualdad es considerado por algunas, hoy en posiciones de poder, como un síntoma viejuno, que serviría para desautorizarla por tener 84 años y estar, al parecer, desfasada.

Echan a Lidia Falcón, pero el debate de fondo es cuál es el papel de las mujeres como sujeto político, mujeres que después de trienios de lucha no han logrado aún la igualdad plena.

Las feministas que se pueden parecer a Lidia Falcón, sienten que hoy se quiere anular su papel, que se quiere poner en cuestión su discurso de igualdad, aún no culminado, y que estamos en puertas de la efervescencia de los vientres de alquiler, de lo que definen como “loby trans” y de la hegemonía queer.

La fragmentación del movimiento feminista, sostienen estas feministas, no vendría de la derecha machista de toda la vida, hoy con renovados bríos para poner en cuestión el discurso de igualdad, e incluso la propia terminología, que pretende decir “violencia intrafamiliar” a lo que es violencia machista y nombra con adjetivos que me niego a reproducir a las feministas. La fragmentación vendría del movimiento trans, de las que quieren legalizar la prostitución y de los que defienden los vientres de alquiler sobre la base de que tener hijos es un derecho, y no sencillamente un deseo, por intenso que sea.

Se quejan de que las mujeres desaparezcan y se hable de “progenitores gestantes” y “progenitores no gestantes”. No hay padres ni madres, ni mujeres ni hombres. No se nace con un sexo, sino con un género. Desaparecen las mujeres y con ello, el feminismo.

Esta especie de lucha fratricida estaba larvada desde hace años y se pone ahora de relieve con todas sus aristas con la llegada al Gobierno de España de las que defienden una puesta en cuestión del discurso feminista que habíamos conocido hasta ahora. Esto va para largo y asistimos a las primeras escaramuzas de lo que será una lucha a bayoneta calada, muy lejos de la hermosa sororidad, valor feminista.

Además de otras muchas luchas entrecruzadas, hay aquí una lucha también con un componente generacional. Y de poder, desde luego. Y está esa capacidad ínsita de IU para devorar a sus mayores; ya lo hicieron con Marcos Ana, no fueron suficientes sus treinta años de cárcel en tiempos de Franco para que el aparato no lo defenestrara. Ahora han purgado a Lidia Falcón, 84 años, que desde que tiene uso de razón esta luchando por la igualdad. Esta loca, dicen, les falta añadir que es una histérica y que chochea.

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