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La globalización de la democracia

Antón Losada

Nada se globaliza hoy tan fácil y tan rápidamente como el odio y la violencia. Seguramente aún quedarán muchos convencidos de que las guerras pueden controlarse y asegurar que la gente se mate entre sí allí donde nos convenga. No querer ver siempre ha supuesto la peor ceguera del género humano. Sólo la globalización de la democracia puede hacer frente a la globalización del odio.

Si los terroristas invocan una guerra para justificar sus asesinatos a sangre fría ¿qué lógica se impone cuando presidentes y ministros anuncian solemnemente una guerra ante las cámaras insuflados de retórica militar? No se honra a las víctimas empleando el lenguaje de los verdugos.

Presidir un gobierno es una cosa. Protagonizar una película de acción supone otra muy distinta. No se parecen en casi nada y confundirlas lleva a cometer errores dramáticos y dolorosos, sobre todo para los demás.

Ya sabemos para qué sirvió y qué nos trajo la primera “Guerra contra el terrorismo”. Insistir en la misma lógica y perseverar en la misma respuesta no va a conducirnos a ningún lugar diferente. El terrorismo se combate con democracia, la tiranía se derrota con democracia y la libertad se asegura con la democracia.

Más saturados de horror que de información permitimos que vuelvan forzarnos a elegir entre libertad y seguridad, como si fueran incompatibles, cuando en realidad no es posible tener la una sin la otra.

Alguien debería recordarle a muchos mandatarios que su trabajo consiste en gobernar, no en atemorizar. Alguien debería recordarle a muchos medios de comunicación que su responsabilidad continúa siendo informar, no conmocionar y horrorizar. Cuánto más nos repiten que no se trata de una guerra contra un religión o un pueblo, más hacen que se le parezca.

Los mismos gobernantes que se muestran incapaces de ponerse de acuerdo para dar un trato digno a los miles de personas que se agolpan en nuestras fronteras huyendo del mismo terror y la misma tiranía que han asaltado Paris, reclaman unidad y sacrificio y nos anuncian ahora la derrota del terror. O nosotros o ellos, nos dicen; y seremos nosotros, nos prometen.

La libertad y la civilización se hallan igualmente amenazadas por las bombas y disparos que resuenan en Damasco, Bagdad, Madrid o Paris. Mientras sigamos pensando que allí suponen un daño colateral inevitable y necesario mientras que aquí representan un peligro intolerable para la libertad y el progreso, la gente seguirá muriendo a manos de los mismos asesinos y tiranos a quienes ayudamos para que derrotaran a los asesinos y tiranos sufragados por otros. Es una guerra que jamás podremos ganar.

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