Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El hombre que lo calló todo

Alfredo Pérez Rubalcaba

Gonzalo Cortizo

Lo supo casi todo durante muchos años y aún así respondía con la misma coletilla cuando un periodista le preguntaba qué iba a pasar en las horas siguientes: “No tengo ni puta” era su respuesta habitual.

Si la llamada caía a la hora de la cena, Rubalcaba subía el volumen del televisor mientras decía algo del europeo de atletismo o de un partido de la liga inglesa. Cualquier cosa.

A estas alturas estoy convencido de que acercaba el teléfono a la tele para dar más presencia a la retransmisión de turno y avalar su reivindicación de ignorancia.

Lo hacía con tanta naturalidad que muchas veces le he imaginado en batín, abriendo la segunda cerveza y dando cuenta de unas aceitunas, mientras todo pasaba.

Al día siguiente de esas conversaciones: un gran pacto parlamentario, un nuevo Estatut para Catalunya, una crisis de Gobierno, una operación contra ETA, la abdicación del rey o su propia dimisión.

Durante las vísperas de cualquier hecho histórico en la España de las últimas décadas, en la tele del salón de Alfredo y Pilar daban deportes a todo volumen y uno solo se preguntaba cada cuánto hay europeos de atletismo y cómo puede este hombre no tener nunca idea de nada.

Un día me dijo: “Si no piensas en las cosas que sabes, callarás porque es como si no las supieses”. Para tratarse de uno de los ministros de Interior, que encaró algunos de los momentos más duros en la lucha contra ETA, la estrategia parecía perfecta.

En el Congreso de los Diputados se movió con similar sigilo. Casi nunca salía al patio. Un lugar donde los periodistas esperan que el tabaquismo de los parlamentarios ofrezca conversaciones y tal vez alguna noticia. Como me recuerda Esther Palomera, “las pocas veces que se dejaba ver por allí salía haciendo como que hablaba por el móvil y siempre llevaba prisa”.

Es cierto que le he visto enfadado alguna vez. Casi siempre por la publicación de algo sin su control relacionado con ETA. En esas ocasiones gritaba y decía cosas como “no sabéis lo que estáis haciendo”, “acabáis de reventar una operación importantísima”, “estáis poniendo la lucha contra ETA en la casilla de salida”. Eran momentos de exageración que venían seguidos de un castigo telefónico: durante semanas ya no atendía llamadas, pero al cabo de un tiempo todo volvía a la normalidad: al “ni puta” y al sonido de retransmisiones deportivas en segundo plano, a la hora de la cena.

Últimamente también se enfadaba con su partido y con Pedro Sánchez, aunque lo vivía todo con más distancia: “Hay cosas que ya no podemos entender, sencillamente porque corresponden a un tiempo nuevo”, decía a sus amigos. Le molestó que la biografía del presidente diese por bueno que su dimisión como secretario general del PSOE respondió a una orden de Susana Díaz, pidiendo paso. Frente a esa teoría, él aseguraba que decidió marcharse tras el fracaso electoral de 2014 pero que esperó a que el rey Juan Carlos I abdicase, antes de abrir un nuevo tiempo de incertidumbre en el PSOE.

Tras dejar la política, Rubalcaba volvió a la universidad. Allí había conocido el activismo en los últimos años de Franco, al frente del movimiento de los llamados profesores no numerarios (PNN). “Nunca pudimos imaginar que esa dedicación exclusiva, a la que llegamos interrumpiendo nuestras carreras profesionales en la universidad, iba a durar treinta años” aseguró en el obituario que le dedicó a un compañero de partido hace unos meses.

“Estoy en prácticas de laboratorio. Puedo hablar con calma”, me dijo una de las últimas veces que hablamos. Durante la charla me interrumpió para advertir a uno de sus alumnos de que no mezclase alguna sustancia con nosequé reactivo: “No queremos saltar por los aires”, le reprendió. Me sonó a cuando subía la tele, a su escenografía sonora al otro lado de un teléfono.

Esta noche un montón de melancólicos repasan sus mensajes de whatsapp. Yo acabo de encontrar uno del 5 de agosto de 2017 que dice: “Lo peor es que ya no veré otro récord del mundo de los cien metros”.

Etiquetas
stats