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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Mi impresora

Manifestación en favor de la educación pública.

Jesús Cintora

Animado por el tiempo que mediáticamente se dedica al tema catalán, decido escribir sobre algo distinto. Lo que ocurre en Catalunya es importante, pero también me preocupa la cantidad de horas, semanas y meses que dedicaremos a este asunto, quizás dejando en la sombra otros debates en profundidad. A mí, ver a Rufián con la impresora y a la vicepresidenta proclamando que “han matado la democracia” me ha llevado por estos derroteros.

No sé si es matador, pero sienta como una patada en las partes nobles saber que hemos recuperado el 6% de las ayudas a la banca. Rajoy acaba de considerar “muy positivo” el rescate. Y lo de “rescate” lo digo yo, porque el presidente sigue sin reconocer que hemos rescatado con decenas de miles de millones un sistema financiero que no iba a costarnos “ni un euro”. Así lo prometió Sáenz de Santamaría, con la misma firmeza con la que responde al “teatrillo” de Rufián.

La vida sigue y la banca española acaba de anunciar casi 7.000 millones de beneficios durante la primera mitad del año. Es casi un 20% más que en las mismas fechas del ejercicio anterior. Efectos de la “recuperación”. También recuperan un buen pico Telefónica, Repsol y esas empresas que, en un par de semanas, han logrado la anulación de unos 1.100 millones en multas. En los serpenteantes caminos entre Competencia y los tribunales ocurren cosas que no tendrán la relevancia de Rufián, pero imprimen carácter.

¿Quién manda? Cabría preguntarse al leer la letra pequeña de una “España en crisis”, donde se duplican los “nuevos súper ricos” y la desigualdad. En el mismo periodo, hemos perdido casi 2,4 millones de puestos de trabajo a tiempo completo. En lo que va de 2017, hay 1,1 millones de contratos temporales más que el año pasado. Son datos sin los grandes titulares del conflicto catalán, pero siguen acentuando un cambio de época, “herencia recibida” para una generación que lidera el paro juvenil en la OCDE, con más del triple de desempleo que la media.

Pensando en el futuro, inquieta ver que España invierte en Educación al nivel de Bulgaria. El curso arranca con la asignatura pendiente de Catalunya, pero también con 200.000 profesores menos en las escuelas públicas, despedidos en verano y pendientes de reincorporación. Cargado de interinos, el sector educativo pierde 2.600 millones en los últimos siete años. Cobran vigor los centros privados y concertados, igual que el lobby de la sanidad privada se postula para “solucionar las listas de espera” de la sanidad pública, a cambio de 1.500 millones. No hará falta que los paguen. Ganarán eso y más con el deterioro de un sistema público que sigue trasvasándoles pacientes.

¿Es lo comido por lo servido? Me pregunto con el debate del Congreso de fondo, repasando también cómo pedían dinero los recaudadores del PP valenciano a las empresas que se llevaban contratos públicos: “En tu caso, 50.000 euros a la mayor brevedad”. Tan reveladora esta investigación de la Guardia Civil, como ver a Montoro afirmar en el hemiciclo que el Gobierno no garantiza la independencia de RTVE. Pero terminaré volviendo al debate de Rufián y la vicepresidenta, con otro detalle que quedó en la sombra. Sáenz de Santamaría afirmó solemne: “El mejor termómetro de la calidad de la democracia es el trato que se da al discrepante”. Por cierto, aprovecho también para saludar a mi compañero Fernando Garea, que deja “El País” nueve años después “para poder seguir escribiendo de política”…

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