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Abrir el coche, arrancarlo, bloquearlo... Todo ello, desde el 'smartphone' (Imagen: Pixabay)

Rosalía Lloret

¿Se acuerdan de cuando empezó la crisis económica? Pues, aunque parezca mentira, ninguno de nosotros llevaba un smartphone en el bolsillo para consultar las noticias que condujeron a la caída de Lehman Brothers (el lanzamiento en España del iPhone fue en 2008). Hoy, el 84% de la población en España tiene uno de estos móviles de gran pantalla táctil y decenas de apps conectado a Internet, la mitad de ellos se lo lleva a la cama y un tercio confiesa usarlo en el retrete, entre otros tantos momentos que suman más de 150 consultas a nuestro móvil cada día (según datos de la Fundación Telefónica, el Reuters Institute of Journalism y Kantar). Si nadie habría podido anticipar este panorama hace diez años, yo no voy a pretender adivinar dónde estaremos dentro de otros diez, aunque sí apuntaré los escenarios más o menos interesantes e inquietantes que ya se vislumbran en los próximos años.

El hecho de que el móvil inteligente se haya convertido casi en un apéndice de nuestro cuerpo ha transformado profundamente, entre otras cosas, la forma en la que nos informamos. Nunca antes pudimos seguir la actualidad al minuto en cualquier momento y lugar, y en tantos medios a la vez. Y nunca antes lo hicimos de forma tan intensa y atomizada: decenas de microconsultas de puro 'picoteo' (cada vez más visual, cada vez más 'vertical', ¿quién se molesta en girar el móvil?) o los, más escasos, momentos tranquilos que nos permiten consultas más largas. Momentos, todos ellos, que se canalizan mayoritariamente a través de las aplicaciones más populares, casi siempre de Google o Facebook (dueño también de Whatsapp e Instagram), cuya selección de información o 'línea editorial' consiste en ofrecer a cada usuario aquello que más vaya a gustarles.

La inteligencia artificial detrás de estas apps, que basan su selección en el procesamiento de millones de datos sobre nuestra navegación, actitudes, amigos y localización, es todavía hoy relativamente joven e inexperta, lo que la lleva a fallar a menudo. Pero a medida que siga aprendiendo de nuestro comportamiento digital en los próximos años y que sus puntos de recogida de información se multipliquen, acertará cada vez más, ahondando en un círculo de satisfacciones muy personalizadas e inmediatas difícil de resistir. Las coberturas informativas consistirán cada vez más en el seguimiento intensivo −y obsesivo− de los temas y puntos de vista que más nos interesan a cada uno, configurando un consumo de la información adictivo (binge) como el que ya florece en el deporte o las series, y más polarizado. La realidad como reality 24h.

El consumo informativo se atomizará en aún más microconsultas al día con la generalización de nuevos dispositivos de acceso a la información en el coche y el hogar, mayoritariamente controlados por voz. Los 'asistentes de hogar' como el Amazon Echo (con su popular inteligencia artificial Alexa) o Google Home suman ya unos 45 millones en el mundo y este mismo año empezarán a hablar en español, lo que abrirá la veda también en nuestro país. Y, a pesar de las dudas sobre privacidad de algunos, los salones, dormitorios y cocinas de muchos otros se poblarán de estos cacharros inteligentes a los que sus usuarios pueden pedir ya multitud de funciones, fundamentalmente música e información (en el Reino Unido el 77% de los usuarios pide los titulares del día, por ejemplo).

La conversación es, sin duda, una interfaz más 'natural' para los humanos que el ratón o la pantalla y, a medida que la inteligencia artificial mejore su comprensión y uso del lenguaje natural, se convertirá en la favorita para muchos y en diferentes ámbitos, extendiéndose su uso también a otros dispositivos, sean coches, neveras o los propios móviles. En casi todos ellos, la atención de los usuarios será casi siempre limitada, en segundo plano, mientras realizan otra actividad en casa o al volante (como le ocurre a la radio), lo que obligará a los medios a adaptar sus narrativas informativas, además de plantearlas en forma de conversación. Todo un reto para informaciones más detalladas o técnicas.

Lo que parece claro es que la generalización de las plataformas basadas en voz pondrá aún más poder en la mano de los gigantes digitales detrás de las voces/inteligencias artificiales que triunfen. Si hoy resulta vital aparecer en los primeros resultados de búsqueda de Google, o que el algoritmo de Facebook decida priorizar nuestro medio frente a otros en el News feed; en el futuro será aún más trascendental que la voz de Amazon, Google o Apple 'elija' nuestro medio cuando un usuario pida los titulares del día o la actualización de una noticia, por ejemplo, sin especificar marca informativa. En una interacción por voz no es probable que elijamos segundas o terceras opciones que ni siquiera vemos…

Con todo, los crecientes escándalos alrededor de las noticias falsas y del bochornoso manejo de los datos de usuarios por parte de Facebook en el caso Cambridge Analytica han introducido una dosis relevante de desconfianza hacia las grandes plataformas digitales, especialmente en el entorno informativo. Ya antes de estallido del caso, la mayoría de los usuarios españoles aseguraba en una encuesta de la Universidad de Navarra que los medios informativos son más fiables que las redes sociales. Y es fácil prever que la desconfianza habrá crecido en los últimos meses. Adicionalmente, el 'yonquismo' informativo 24h que facilitan los móviles ha abrumado a unos cuantos usuarios que están volviendo a un periodismo más reposado y selectivo (parecido de algún modo al de los medios ‘tradicionales’), con principio y fin. Es el secreto del renacer de los newsletter (boletines por email) o de los podcast informativos, y del surgimiento de los digest: una 'digestión' o selección de la información del día mucho más limitada y cuidada, frente al mar infinito de la web.

Solo el periodismo de calidad en formatos verdaderamente adaptados a cada canal, y una relación de fidelidad a la marca informativa y su 'voz' (en todos los sentidos) permitirán a los medios consolidar modelos de negocio que incluyan algún tipo de pago por parte de los usuarios. La creciente incapacidad de financiarse únicamente por publicidad (en imposible competencia con los gigantes digitales), llevará a la mayoría de los medios informativos a intentarlo, pero solo a unos cuantos a conseguirlo.

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