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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Si hay que ir se va, pero...

Cristina Pardo

Este fin de semana escuché unas declaraciones en la tele de refilón y tuve que buscarlas minutos después para asegurarme de que no había oído mal. Hablaba el exministro socialista Belloch del presente y el futuro de su partido. No sólo decía que Susana Díaz tenía que dar un paso adelante para liderar el PSOE, sino que arremetía contra Pdro Snchz por ser únicamente un candidato “mediático” frente a los que optan por “hacer políticas”. Belloch, en una muestra de sentido y sensibilidad, añadía que los cambios internos tenían que producirse en todo caso tras el 26J si el PSOE seguía bajando. Pero cómo no va a bajar, hijo mío. Cómo no va a bajar con esta estrategia de los propios de cocear a Snchz en cuanto tienen la oportunidad. Oye, que igual es una idea de campaña muy revolucionaria aprendida en países desarrollados, pero así de entrada parece más bien un homenaje a Muhammad Ali.

¿En qué cabeza cabe abofetear a tu candidato a tres semanas de las elecciones? En la de Aznar y luego, en la de un montón de socialistas que también salen de las catacumbas en el momento más inoportuno. Total, para qué aprovechar la coyuntura y pedir el voto pudiendo moler a palos al tipo del que depende en estos momentos lo que queda del PSOE. En otras circunstancias, Belloch tendría que quedarse en pelotas en la Plaza del Pilar para ser noticia. Pero ya tiene unos años, como para saber que sus palabras no van a pasar desapercibidas justo ahora. Y además, no hace sino poner de relieve que existe entre los socialistas un escepticismo crónico hacia el candidato que, por cierto, han elegido ellos. Si los de dentro no compran el proyecto de Snchz, ¿por qué lo van a comprar los de fuera? ¿Por qué? ¿Por qué hay tantos dirigentes socialistas haciéndose el harakiri?

Y para colmo, esta estrategia suicida del PSOE se produce mientras Rajoy campa a sus anchas por las encuestas y publica vídeos haciendo deporte y saludando a la tercera edad como si fuera un tipo entrañable y no el presidente de un partido imputado. El PSOE se suicida mientras Pablo Iglesias sonríe -esta vez sí- y nos presenta a Podemos como una fábrica de amor ambulante con un núcleo irradiador de alegría y corazoncitos de colores (¡Socorro!). Y el PSOE se inmola mientras Albert Rivera llora por Venezuela y calienta en la banda para invocar a Adolfo Suárez.

Es más o menos sencillo intuir por dónde van a ir las campañas de PP, Podemos y Ciudadanos. Rajoy dirá que él personifica la estabilidad, frente a los radicales y la incertidumbre. Qué corrupción ni qué corrupción. Iglesias apelará a los sentimientos con su cara más amable y jugará con la ilusión del sorpasso. Rivera se presentará como hombre de Estado, moderado, el único capaz de dialogar, el que garantiza el consenso frente al asalto. En este contexto, me resulta complicadísimo entender cuáles son los planes del PSOE para defender el fuerte. Lo admito: nunca había visto a un partido utilizando el momento de pedir el voto para quemarse a lo bonzo.

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