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Cinco jardines donde Podemos no debería meterse

Carolina Bescansa defendiendo la propuesta organizativa del equipo 'Claro que podemos'. / Marta Jara

Antón Losada

La asamblea ciudadana de Podemos ha resultado un gran éxito. Todo el mundo tiene lo que quería. Podemos ha visualizado con brillantez su fuerza y su carácter emergente. Quienes les usan para dar miedo tienen más titulares para asustar. Quienes pretenden coaptarlos suman nuevas frases para sus cábalas. Todo ha ido tan bien que parecía una excursión de fin de semana, aunque puede que haya jardines que deberían evitar.

El primero es no liarse hasta acabar perdidos en su propio laberinto. En política es importante mantener el sentido de la orientación y no quedarse en medio de la nada por querer llegar a todas partes. Nadie es omnipresente. Ni siquiera Pablo Iglesias. No se puede tomar el cielo por consenso. Es cierto. Pero tampoco se puede ocupar “la centralidad” por asalto. A lo mejor es que no se pueden ganar ambos a la vez y hay que elegir.

El segundo jardín sería no plantear falsos dilemas. En ninguna parte está escrito que haya que elegir entre participación y eficacia, entre pluralismo y éxito. Es un mensaje que suena viejo. Proclamar esas cosas te echa treinta años encima de golpe. Pedir debate fuera y sostener que dentro supone un atraso y una pérdida de tiempo, antes o después, se paga.

El tercero es no meterse en los jardines donde ya otros que iban a ganar se enredaron y acabaron mal. Cada vez que alguien dice que no es un debate de personas sino de ideas, dan ganas de salir corriendo. Cada vez que alguien se hace una fotografía de exaltación de la amistad delante de los medios para demostrar que “will you always be my friend”, entran ganas de llamar a emergencias. Podemos lleva semanas en los medios hablando de sus dilemas organizativos. Un debate que sólo le interesa a los mismos medios que sólo les sacan para hablar de eso.

El cuarto jardín que conviene evitar es aquel lleno de estatuas recordando a quienes ya no están, o están pero como si no estuviesen. Los dilemas del tipo “a quién quieres más, a papá o a mamá”, o los mensajes al estilo del “quien pierde se aparta” o “si no gano, me voy”, suelen terminar como acaban en Shakespeare in Love las historias donde se niega el amor: “con lágrimas y un viaje”.

El quinto jardín sólo requiere elegir con cuidado los espacios. Tiene su gracia asaltar Vistalegre, uno de los iconos del socialismo y el zapaterismo, no lo niego. Pero también tiene un riesgo. Mucha gente puede pensar que para llenar Vistalegre de fans y juntarnos todos en Madrid, porque es donde se deciden las cosas importantes, ya teníamos al PSOE. Inventar los espacios propios suele invitar más a soñar que ocuparlos.

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