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La leña al mono y el ojo por ojo (pero ojo de verdad)

Cargas policiales en Catalunya durante las protestas por la sentencia del procés

Ruth Toledano

Sabíamos que todo esto sucedería. Que las calles catalanas arderían en respuesta a una sentencia que es injusta y desproporcionada y vengativa. Sabíamos que la respuesta a esa respuesta llegaría en forma de brutalidad policial, que una pelota de goma dejaría sin ojo a algún joven, que los golpes tirarían al suelo a un señor con americana, que apalearían con saña cuerpos de personas diversas y desarmadas, que habría centenares de heridos y decenas de detenidos. Que “dar leña al mono”, como pedían en Twitter muchas cuentas españolistas, solo avivaría la mecha que han estado minuciosamente encendiendo los poderes del Estado (empezando por su jefe, Felipe de Borbón, aquel 3 de octubre de 2017) y la mayoría de los representantes políticos, obcecados en un constitucionalismo que no está dando adecuada respuesta a un conflicto cada vez más grave e irresoluble y que, por tanto, toca revisar.

Sabíamos que el otoño iba a ser caliente y sabíamos que todo esto no servirá de nada en lo que respecta a Catalunya y a la política territorial: ni la judicialización con también brutales consecuencias de un conflicto político ni la represión de una buena parte de la sociedad catalana. Salvo para sacar la calculadora electoral, mientras los presos políticos se pudren en la cárcel y la sociedad toda, española y catalana, independentista o no, es, y aún será más, víctima del autoritarismo.

Sabíamos que se seguiría optando, de manera más o menos explícita, por dar leña al mono. Que Pablo Casado y Albert Rivera expresarían de nuevo sus húmedos deseos de aplicación de un 155 que en su día no les pareció suficiente (dado que no ha servido para nada). Sabíamos que se sentirían decepcionados con una sentencia que condena a trece años de cárcel, a doce años de cárcel, a once años de cárcel, a nueve años de cárcel a personas que no han cometido delito violento alguno. Sabíamos que Vox la calificaría, por defecto, de “vergüenza para España”. Sabíamos que Pedro Sánchez haría llegar la palabra moderación. Sabíamos que Pedro Sánchez haría llegar la palabra firmeza. Sabíamos que Ábalos pediría al señor Torra que condenara la violencia (aunque ninguno de ellos condene la violencia represiva que deja ciegos a los jóvenes y apalea a señores con americana). Sabíamos que llamaría “delincuentes” a los ciudadanos (no a quienes los apalean) y que pronunciaría la palabra derecho y la palabra democracia.

Todo lo que está sucediendo es un violento, zafio y antidemocrático déjà vu. Si sabíamos que sucedería, y resulta indeseable, ¿por qué está sucediendo? ¿Por qué se sigue aceptando que el Tribunal Supremo considere que el procés es una “ensoñación” pero dicte sentencias de vigilia? ¿Por qué tendríamos que aceptar la jurisprudencia que dicta una sentencia injusta y pone en peligro las libertades en todo el Estado español? ¿Por qué se ejecuta una vez más, en plena campaña electoral, una coreografía donde todos dicen lo mismo que sabíamos que iban a decir, mientras la policía da los mismos palos que sabíamos que iban a dar? ¿Para afianzar el autoritarismo que sofoque la disidencia, la protesta, la manifestación, la autodeterminación? ¿Para que asuste la cárcel, mientras los candidatos hacen con su calculadora numeritos que ya no sirven para nada, salvo arañar un escaño aquí y otro allá que tampoco resolverán nada?

Por enésima vez: solo las legítimas, dignas y democráticas urnas tienen la respuesta, política, a un conflicto que sin ellas solo va a crecer. La obcecación en sustraer a los catalanes ese derecho es un abuso de autoridad y solo empeorará la situación. De hecho, hasta hace dos años, las urnas eran el único requisito que se exigía para Catalunya, al que se le han añadido unas condenas que suman a esas urnas la legítima, digna y democrática exigencia de la liberación de los presos políticos. No habrá paz mientras permanezcan injustamente encarcelados. Como no habrá paz mientras no se pongan las urnas en Catalunya. Si lo sabemos, que eso no se produzca solo responderá a un escalofriante interés por la guerra, por darle leña a un mono que no es de goma, sino de carne y hueso. De goma son las pelotas del ojo por ojo, pero ojo de verdad.

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