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La ley del embudo

Ramón Espinar explica en una rueda de prensa la compraventa de una vivienda protegida para jóvenes.

Ramón Lobo

Enarbolar banderas de honestidad y regeneración política tiene efectos secundarios en España: hay que ser limpio desde la cuna, ni una caca fuera del pañal. En cambio si uno o una va de listill@ (sinónimo local de corrupto) tiene manga ancha, incluso puede permitirse el lujo de proclamar, “yo descubrí la Gürtel” pese a que la Gürtel creció bajo sus pies y pagó parte de sus campañas.

La noticia adelantada por los informativos de la Cadena Ser de que Ramón Espinar, portavoz de Podemos en el Senado, se benefició de la compra venta de un piso protegido en Alcobendas ha generado dos tipos de reacciones. Los que le echan en cara lucrarse en una operación capitalista que realizan a diario miles de personas y los que ven una conspiración en contra de su candidatura a liderar Podemos-Madrid. Juan Carlos Monedero ha comparado la noticia de la SER con la campaña de El País contra Pedro Sánchez, como si el grupo mediático apostara por el triunfo de Errejón.

Hay varios hechos, al parecer, incontestables:

Espinar compró un piso protegido en Alcobendas, al norte de Madrid. Las primeras aportaciones se iniciaron en 2007, cuando aún estaba en la Universidad. La entrada fue de 50.000 euros, que procedía de un préstamo familiar. Su padre está implicado en las tarjetas black de Caja Madrid. Cuando la familia le presta el dinero, el padre era vicepresidente de la entidad bancaria. Espinar creyó como muchos jóvenes que tendría trabajo al terminar sus estudios. Como muchos de jóvenes españoles descubrió que la realidad no era como la vendía Zapatero.

A la entrega del piso en 2010 carecía de capacidad financiera para satisfacer los pagos de la hipoteca, que eran de 580 euros al mes, cien más de lo que ingresaba por una beca. Según Espinar, el piso no es una vivienda protegida como repiten los medios que cubren la noticia y los políticos contrarios a Podemos. Se trataría de una Vivienda Joven de la Comunidad de Madrid, que solo exige un requisito: ser menor de 30 años. Espinar solicitó el permiso para vender y lo hizo en los precios señalados. La diferencia a su favor por los vaivenes del mercado fue de 19.000 o 20.000 euros.

Seis conclusiones

1) Espinar ha salido rápido a dar explicaciones. Fue un acierto. El mayor error de Monedero fue esperar casi tres semanas a dar las suyas. Estuvo mal aconsejado y permitió que se formara un relato mediático, que aún permanece en pie.

2) Afirmar que existe una campaña contra su candidatura en Madrid es poco serio y desconsiderado hacia sus compañeros de partido. Lanza una sospecha preventiva contra la candidatura de Rita Maestre y Tania Sánchez. Muy poco elegante. Lo ocurrido perjudica, en todo caso, a todo Podemos.

3) Lo peor es la grabación de hace un año en la que Espinar critica la venta de la vivienda protegida. Es verdad que se puede acoger al tecnicismo de que no es lo mismo una VPO que una Vivienda Joven, pero no es ético criticar a otros por algo que el propio Espinar hizo cuatro años antes.

4) Es escandaloso que el PP abra la boca en este caso tras la venta por parte del equipo de Ana Botella de 1.860 viviendas protegidas al fondo buitre Blackstone incumpliendo sus propias normas. Fue un fraude que se puede añadir a la Gürtel y la privatización de servicios públicos como la recogida de basuras en unas condiciones ventajosas para las empresas y muy poco ventajosas para los madrileños, como se puede comprobar todos los días en las calles de la ciudad.

5) Los políticos no aceptan las críticas ni las informaciones periodísticas que creen adversas. Parece existir un protocolo: negar la mayor, denunciar una conspiración y el “y tú más”. El “y tú más” no resta responsabilidad. Léase los ERES de Andalucía.

6) Muchos medios de comunicación se han dejado en el camino unos cuantos principios sacrosantos del periodismo: independencia, comprobación de cada dato y de la precisión de cada palabra, separar información de opinión. No es algo nuevo. Muchos lectores y medios, con sus excepciones, parecen estar más interesados en reafirmar sus prejuicios que en informarse o informar. No es la crisis económica. Es una crisis de ética.

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