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Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

... Y luego pactamos

Suso de Toro

Salvo en un caso de destrucción creado por una guerra, las sociedades, como todos los seres vivos, buscan su autoconservación y por eso escapan de la incertidumbre y temen al caos. Caos que algunos creen ser partero de nuevos mundos mejores. Las revoluciones políticas habidas, sea la francesa, soviética, china..., triunfaron merced a desarrollarse en medio de una guerra entre naciones.

La revolución, que es una guerra civil, solo triunfa en medio de una guerra internacional, sea ésta un conflicto entre potencias o una guerra de liberación antiimperialista. Las sociedades son conservadoras, si pueden conseguir una reforma de lo que existe no apostarán por una ruptura. Del mismo modo que los enfermos prefieren curar sus males con medicinas antes de entrar en un quirófano a cuerpo abierto. Tememos justamente ver nuestro cuerpo abierto y las vísceras al aire.

Si concluimos que los países evitan las revoluciones salvo en un trance de vida o muerte, podremos acercarnos a comprender, aunque nos siga resultando chocante, que la ciudadanía islandesa opte por que vuelvan a gobernar los partidos que la condujeron al desastre. Aceptemos que ésa sea la interpretación del resultado de estas últimas elecciones, la Islandia que hemos mitificado hace unos meses, “un país rebelde a las consignas del capital internacional, etc.”, votó nuevamente a la misma derecha de antes. No, no existen los países revolucionarios.

Quienes hoy son jóvenes no deben ignorar que alrededor de la muerte de Franco, las tensiones sociales y políticas eran mucho mayores y más violentas de las que, por ahora, estamos viviendo. Y no fuimos capaces de juzgar a Franco y a los suyos ni de conseguir una ruptura democrática con el Régimen. Tuvimos que tragar lo único que fue posible, ese pacto con el franquismo que fue la Transición.

La situación social, económica y política española es casi indescriptible y delirante, las desgracias sociales que vive buena parte de la población aumentarán, habrá más sufrimiento y escucharemos y leeremos más cosas monstruosamente estúpidas y crueles pero, con muchísima seguridad, no habrá revolución alguna. Siempre habrá jóvenes, la mejor parte de nosotros, que sueñen con una catástrofe purificadora pero eso es proyectar su energía, las propias ansias y frustraciones sobre la realidad. Los parados y las personas que están siendo abandonadas por el estado, arrojadas a la marginación por una política clasista y despiadada, lo que quieren es ver soluciones a sus problemas, quieren trabajo, salarios que les permitan vivir dignamente, cobertura social, oportunidades para sus hijos. Y sus hijos mayoritariamente quieren lo mismo, legítimamente oportunidades para realizar sus planes de vida.

Ese individuo que en Roma disparó contra dos policías y una mujer que paseaba y que explicó que lo hizo porque odiaba a “los políticos” o bien está loco y merece nuestra compasión y que le ayuden o bien es un canalla que maneja pistolas por algún motivo que sólo él sabe y se permite despacharse a gusto.

No es violencia redentora ni cosa por el estilo y, si le buscamos una explicación más allá de sus circunstancias personales, más bien imaginamos alguien que forme parte de las tramas de los servicios secretos o es utilizado por ellos. Ahora bien, dada esta política antisocial y la desesperación de muchas personas, nos podemos preguntar que ocurriría si se repitiesen actuaciones terroristas como las que conocimos tanto en España como en otros estados.

Hemos vivido ese chantaje cuando ETA secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco, el sentimiento de la sociedad fue un rechazo unánime en el conjunto del estado y también abrumadoramente mayoritario en Euskadi, pero ¿qué ocurriría si un grupo terrorista secuestrase a un responsable de estas políticas y amenazase con asesinarlo si no se cambiase la ley de desahucios o se anulasen los recortes sociales? Qué sentimientos contradictorios no se darían en muchos hogares agobiados por la miseria y la injusticia. Sí, éste es un momento muy delicado, con unas heridas de considerable profundidad.

Ahora bien, aunque la sociedad busque siempre los caminos menos cruentos y más pacíficos, eso no significa que todo vaya a seguir igual. Y no debe de seguir así. La única salida que merece ser apoyada tiene que partir de un ajuste de cuentas con el sistema político y económico vigente. Leemos que propuestas de pactos entre los dos grandes partidos estatales y declaraciones de apoyo de organizaciones empresariales, sindicales, etc. ¿Pactar, qué? Están haciendo un fetiche de los pactos en si mismos: “España necesita un pacto de estado”, “gran acuerdo nacional”...¿Qué pacto, qué acuerdo? Sólo merece ser apoyado un pacto que revise y desande las políticas que se nos han impuesto desde que se declaró, más bien nos declararon, la crisis. Si no es así, hay que apoyar las protestas contra esas políticas. Que nos devuelvan la educación y la sanidad robada, la protección social, el dinero ingresado a la banca...Y luego pactamos.

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